Mar 23 2025
Mar 23 2025

A 30 años del debut de los Rolling Stones en Buenos Aires: el día que el póster bajó de la pared

Publicado el

Por Hernani Natale

Fueron once días, con cinco conciertos en el Monumental ante una audiencia total estimada en 320.000 personas, y una amplia cobertura mediática, en los que Argentina vibró al ritmo del legendario grupo.

Cuando pasados algunos minutos de las 21.30 del jueves 9 de febrero de 1995, en medio del marchoso ritmo de batería in crescendo de «Not Fade Away«, los Rolling Stones pisaron por primera vez el monstruoso escenario montado en el Estadio River Plate, ante unas 60.000 personas en el clímax de una histeria colectiva, se cumplió un viejo sueño que había esperado unos 30 años y había experimentado algunos amagues y venturosos anticipos.

Fueron once días, con cinco conciertos en el Monumental ante una audiencia total estimada en 320.000 personas, y una amplia cobertura mediática, en los que Argentina vibró al ritmo del legendario grupo, que volvió a vivenciar el éxtasis de sus seguidores, con escenas que rondaron la locura, de una manera en que no experimentaba desde los años 60.

Es que los miembros del grupo no sabían que habían arribado a un país en donde desde hacía más de 20 años existía una tribu urbana –y sobre todo suburbana- bautizada como «rollinga«, sin parangón en ningún otro lugar del mundo, que se referenciaba en ellos a través de un código de vestimenta, un corte de pelo, una serie de pasos de bailes y hasta una filosofía de encarar la vida.

Una moda que explotó a principios de los 80, cuando el documental «Let´s Spend the Night Together» pasó a engrosar la lista de filmes de culto rockeros que podían verse en trasnoche en cines porteños; y encontró su uniforme en la marca de ropa «Little Stone«, que supo explotar el culto a la iconografía de la lengua.

La banda, que anunció oficialmente su llegada a Buenos Aires durante una conferencia de prensa realizada en mayo de 1994 en Nueva York, en el marco de su gira Voodoo Lounge, pisó suelo argentino el domingo 5 de febrero para ofrecer una serie de recitales previstos para el 9, 11, 12, 14 y 16 de ese mes.

La «stonemanía» iniciada cuando se pusieron en venta las entradas explotó definitivamente ese día; primero, a través de muestras de afecto en el camino desde Ezeiza hasta el Hotel Hyatt, en donde se hospedó el grupo, con fans literalmente trepados al capot y el techo del auto que los trasladaba; y luego, con hordas de seguidores acampando en la puerta del establecimiento, en donde se daban ánimos entre ellos con cánticos y bailes a toda hora.

La presencia de Los Rolling Stones en Argentina fue obra del empresario Daniel Grinbank, quien había perseguido esa zanahoria desde fines de los 70, cuando comenzó con la organización de shows internacionales en nuestro país. Incluso, hubo un primer avanzado intento a principios de los 80 que no llegó a buen puerto por problemas judiciales que atravesaba Keith Richards y le impedían salir de Estados Unidos.

Así solía recordarlo Peter Deantoni, un destacado mánager argentino fallecido en octubre pasado, que trabajó con innumerables figuras locales e internacionales, y quien llevó a cabo en persona esas negociaciones en Los Ángeles.

Pero la llave definitiva apareció cuando Richards se presentó como solista con su banda Los X-Pensives Winos en noviembre de 1992 en la cancha de Vélez Sarsfield, en un festival en el que también estuvieron Nirvana, Brian May, Joe Cocker, los B`52 y Paralamas. El icónico guitarrista, quien en ese formato nunca había actuado en un estadio, quedó impactado por la ovación recibida y fue quien le planteó a Mick Jagger que Los Rolling Stones sí o sí debía hacer una escala en Argentina en un próximo tour.

«Mire, mire qué locura. Mire, mire qué emoción. Esta noche toca Richards y el año que viene tocan los Stones«, cantó sin cesar el público en esa ocasión, al punto de sorprender al «viejo pirata», poco acostumbrado a lidiar solo con tamaña audiencia. Solo hizo falta que la histórica banda encarara una nueva gira para sumar millas en el país.

«Aunque era una época que por el `uno a uno´ venía todo el mundo y la visita de Richards abrió las puertas, la incertidumbre entre los fans era si iba a haber más Stones, porque tanto Keith como Jagger habían lanzado discos solistas y (el bajista original) Bill Wyman había dejado la banda», recordó en diálogo con La Patriada Web Diego Perri, periodista y caracterizado fan, autor de los libros «República Stone» y «Stones fuera de Stones«, quien siguió a la banda a sol y sombra en aquel febrero de 1995.

No solo hubo «más Stones», aún hoy sin fecha de vencimiento, sino que además hubo nuevo disco llamado «Voodoo Lounge» con gira mundial incluida que finalmente contempló a Argentina. Y, como ya se dijo, fue una locura absoluta: se multiplicaban las coberturas mediáticas que seguían minuto a minuto los pasos de sus miembros por nuestras tierras, se realizaban transmisiones especiales, con conferencia de prensa y televisación de uno de sus conciertos.

Tan fuerte fue su impacto en la sociedad que la política, ni lerda ni perezosa, capitalizó ese furor. Por recomendación de su asesor, el extitular de la Side y confeso fan de la banda, Juan Bautista «Tata» Yofre, el entonces presidente Carlos Menem, que por esos días se encaminaba sin sobresaltos rumbo a la reelección, recibió con un agasajo a los Stones, quienes asistieron acompañados por el embajador británico Sir Peter Hall.

Eran tiempos de pizza y champagne y los primeros palotes de la «farandulización» de la política. Menem también se juntó con Michael Jackson y Madonna, entre otros; y varios presidentes posteriores también sacaron a relucir su cuota de cholulismo.

Los servicios de Yofre también incluyeron un pedido especial al entonces ministro del Interior, Carlos Corach, para que evitara un posible allanamiento policial en busca de drogas en el hotel, tal como había ocurrido en 1992 cuando Guns n´ Roses debutó en nuestro país. El propio staff del grupo había escuchado ese rumor y se lo transmitió al amigo argentino del grupo que oficiaba de anfitrión, nada menos que la estrella del tenis Guillermo Vilas, quien trasladó la inquietud al asesor presidencial. El blindaje quedó garantizado y las buenas relaciones con Gran Bretaña, a salvo.

Las altas expectativas fueron superadas con creces a lo largo de los cinco conciertos. En un escenario imponente, de 70 metros, por 25 de profundo y 28 de altura; grandes pantallas; un millón y medio de watts de potencia; y una parafernalia escenográfica dominada por una gigantesca cobra metálica con más de mil luces que escupía fuego, la banda dio una cátedra de rock and roll, vigencia y sentido del show.

Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood y Charlie Watts hicieron gala de una perfecta mezcla de vigor, desparpajo y solvencia, acompañados por el bajo de Darryl Jones, el piano de Chuck Leavell, los coros de Lisa Fischer y Bernard Fowler, y los vientos comandados por Bobby Keys.

En ese enfervorizado ambiente se sucedieron 23 canciones, una buena proporción de ellas pertenecientes al flamante disco; algunas joyas como «Undercover of the Night» y «Memory Hotel«; y, por supuesto, una suculenta dosis de inoxidables clásicos, entre los que no faltaron títulos como «(I Can´t Get No) Satisfaction«, «Tumbling Dice«, «Jumpling Jack Flash«, «Gimme Shelter«, «Symphaty for the Devil«, «Street Fighting Man«, «Start Me Up«, «Miss You«, «It´s Only Rock and Roll» y «Brown Sugar«, entre otros.

Pappo, Las Pelotas y Ratones Paranoicos fueron los números locales de apertura y, al finalizar los once días de ensueño para los amantes del rock, Grinbank organizó un brindis con todo el personal que había trabajado y alzó las copas por «el inicio de la decadencia de la Rock & Pop«, porque consideraba que había cumplido su gran objetivo y nada iba a superar esa cima.

Rolling Stones volvió a River en 1998, en cinco noches de las cuales dos tuvo el enorme lujo de contar con Bob Dylan como show de apertura e invitado especial; en 2006 brindó dos conciertos en el mismo escenario y en 2016 regaló tres veladas excitantes en el Estadio de La Plata. Pero como bien lo deja entrever Diego Perri, para los fans nunca nada se repite como la primera vez.

«Fue una alegría inmensa porque hacía 33 años que los estábamos esperando. Vimos a unos Stones en forma. Pero sobre todo, fue el shock de ese acto fundacional: ver que estos tipos dejaban de ser un póster en la pared, que existían y tocaban en vivo. Un cachetazo de realidad. Fue bajar el póster de la habitación de adolescente y hacerlo realidad», concluyó.

spot_img
spot_img