Ene 15 2025
Ene 15 2025

Ana Arzoumanian: «Busco sacar a la víctima de un lugar intocable para hacerla más humana»

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En su novela “Dispara hacia atrás”, publicada este año por Leviatán, aborda la historia de uno de sus abuelos, inmigrante armenio, que en Buenos Aires se convierte en fotógrafo «buscando en la imagen de su cámara el cuerpo de la desaparición”, entre otras, la de su familia.

“La fotografía es un entierro. Un poco más de desenfoque y no nos reconocemos”

El abuelo de Ana Arzoumanian llegó a Buenos Aires sin más que una máquina de fotografiar y recuerdo de su familia: un padre, una esposa y cuatro hijas, a quienes vio por última vez en una aldea de Armenia cuando marchó hacia una campaña militar del Imperio Otomano. Al volver, todos estaban desaparecidos en medio de la guerra. Escapó en barco junto a una hermana, que bajó en la ciudad francesa de Marsella; a ella tampoco volvería a verla más. “Antes de tomar el barco, antes de huir de su pueblo se había tragado todas las monedas para que no le robaran. O eso era lo que contaba”.

El viaje siguió hasta el puerto de Buenos Aires, el destino de miles y miles de inmigrantes. «Acá, como no sabía el castellano y no tenía más que una máquina de fotos, empezó a ganarse la vida fotografiando en las plazas y en las calles”, contó Arzoumanian a La Patriada Web en una entrevista con motivo de la publicación de «Dispara hacia atrás» (editorial Leviatán), su nueva novela, en la cual el abuelo es el personaje narrativo: un sobreviviente del genocidio armenio que llega a la capital argentina y que utiliza a la fotografía como una herramienta de la memoria.

En 167 páginas, Arzoumanian profundiza el recuerdo de aquella historia, que es la propia, como quien recupera una vieja foto impresa de la familia, pero le imprime una mirada actual y personal.

La Patriada Web: ¿En qué momento comenzó su carrera como escritora?

Ana Arzoumanian: Primero hice la carrera de Derecho y empecé a trabajar en litigios, aunque no me sentía muy cómoda. También me desempeñé en el Ministerio de Justicia, pero en ese momento hubo un cambio político y eso provocó mi salida de esa cartera. Me sentí frustrada y me dije: ¿qué hago? Me acerqué a la editorial Grupo Editor Latinoamericano, que aceptó los trabajos que había escrito en mi primera juventud y me invitó a seguir escribiendo. El director de la editorial era Luis Tedesco, un poeta muy estricto y gran editor, quien me impulsó a escribir. A la vez, me contrató como correctora, así que estaba todo el tiempo en la editorial mostrando lo que yo escribía y leyendo lo que otros hacían. Tiempo después, la editorial abrió una revista de poesía, entonces Tedesco promovió que escribiera artículos y también tradujera. Antes de estudiar Derecho me había preparado para la carrera diplomática, entonces sabía varios idiomas; francés e inglés, por ejemplo. Aquella editorial fue una gran escuela. Trabajaba y aprendía. Yo venía de un mundo en el que había un lenguaje muy duro, como el jurídico, pero a la vez con un valor de la palabra porque en Derecho no se puede decir una palabra en lugar de otra. Con la poesía pasaba otro tanto, pero en un registro sensible. Aprendí a poner el cuerpo en cada palabra. Sentí que me tenían que pasar cosas físicas; de lo contrario, no resultaba atractivo para mí ni para un lector. Si no me pasa eso, le pierdo interés al texto. Por ejemplo, cuando escribí el relato «Juana I», fui a entrenarme en flamenco porque quería saber cómo respiraba el personaje. Me quedaba escribiendo toda la noche, con los auriculares puestos escuchando música flamenca al tope. En ese momento, sentí que hasta cambiaba físicamente.

La Patriada Web: ¿Esa forma de escribir se mantiene?

Ana Arzoumanian: En los últimos tiempos estoy más cuidadosa. Hay tanta velocidad en el cambio… Siento como una emergencia del pensamiento, como si fuera una de esas sirenas que te llaman y que tenés que acudir a cuidar algo. Y el cuidado es la no distracción. Lo que ocurre en la sociedad se me mete, de alguna manera, sin querer. Ahora siento en el aire que algo se cae y se desarma. Para entender ese desarmado, me voy a la calle de otros imperios para encontrar una clave sensible. Fui a la caída del Imperio Otomano, a la del Imperio Soviético, a la del Imperio Austrohúngaro…. Todos tenemos un canal que está dispuesto a la sensibilidad y a sentir, pero mucha gente, por su trabajo diario, que requiere de concentración, tiene ese canal como dormido o no entrenado. Pienso que es un entrenamiento como el físico, como el de un músculo. Pasa lo mismo con la sensibilidad. Quizá por eso se dice que los escritores son un poco más solitarios o más reacios a la cosa social. 

La Patriada Web: ¿Al momento de escribir sigue generando esos ambientes como de la oscuridad y la música alta?

Ana Arzoumanian: Durante el transcurso de un libro estoy siempre con una música determinada que lleva a montarme al escenario de la historia. También hago una gran investigación, a veces histórica y geográfica, que después en el texto se ve un párrafo o en algo mínimo. Son notas para entrar al mundo del personaje. Sin embargo, últimamente no funciona tanto ese recurso porque estoy muy atenta a todo lo que está pasando en el mundo. La guerra es un tema que a mí me conmueve mucho. La de Ucrania, el conflicto en Gaza, todos esos conflictos de violencia política me arrastran. 

La Patriada Web: ¿Ahí surge algo de su historia familiar o biográfica?

Ana Arzoumanian: Yo creo que sí, porque mis abuelos vinieron huyendo del genocidio armenio. Algunos de ellos no contaron nada, pero una abuela, sí. Siempre me contaba esas historias que yo escuchaba de pequeña como a otros les cuentan las historias de Caperucita Roja. Mi abuela me contaba las historias del genocidio, de cómo un sable le había cortado la cabeza a una persona y qué les pasaba a la mujeres embarazadas. Yo escuchaba todas esas cosas con un grado de naturalidad, no de espanto. Fueron historias que también se contaban en el colegio armenio al que fui: imágenes de cabezas cortadas y montadas unas sobre otras. Para nosotros era como parte del paisaje. Entonces, cada vez que surge una guerra o un conflicto, me resuena. Además, la violencia en Armenia no terminó ahí, sino que siguió. Siento que siempre hay algo para decir y escuchar esas historias que no tienen espacio ni lugar, que son descartadas. Consumo mucho ese material para luego hacer algo con eso en un formato de ensayo o de ficción. Alguna vez me dijeron que hubiera sido mejor para mi literatura si yo hubiese sido alguien más oscuro porque hay una disfunción entre la madre heterosexual, tranquila, con su familia, que soy yo, y una literatura que está todo el tiempo en los bordes de lo violento, lo pornográfico. Busco desarticular a la víctima, sacarla de ese lugar de pureza, de bondad, de un lugar de intocable para hacerla más humana y darle un cuerpo. Que no quede santificada. Que no sea un cuerpo santo, sino humano. Me han dicho, por ejemplo, que era complicado que alguien que había sido víctima del Holocausto se presentara con una sensibilidad erótica. Que tenía que sacar el erotismo para hacerla más sufriente. Yo tuve una educación muy higiénica, en el sentido deserotizada, para hablar siempre de la violencia y el horror. Siento que tengo que hacer el camino inverso: esta tradición del genocidio tendría que tener más acceso a lo erótico gozoso.

La Patriada Web: ¿Qué buscó representar en «Dispara hacia atrás» con el personaje de su abuelo?

Ana Arzoumanian: Muchas veces tengo que imaginar qué pasó y en esa imaginación está este abuelo sacando fotos para intentar, de alguna manera, reconstruir los cuerpos de sus hijas, ver qué le sucedió a cada una de ellas. Yo quise atravesar todo el abanico de una pregunta: ¿qué habrá pasado con esas niñas de las que tenemos solo los nombres, pero ni siquiera tenemos una fotografía, una imagen? El título de «Disparar hacia atrás» viene de una frase de Wim Wenders, que dice que sacar fotos es un acto en dos direcciones: hacia adelante y hacia atrás. Cuando un cazador aprieta el gatillo de un rifle y sale la bala, siente el disparo en su propio cuerpo y es lanzado hacia atrás. Al fotografiar, este personaje también resulta afectado no solo por lo que es, sino por ese movimiento total. Yo quiero que, al escribir, el lector sienta que yo también estoy afectada por la historia que cuento.

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Ana Arzoumanian es autora de más de una veintena de libros de ensayo, poesía y novela, además de otras obras colectivas. Además de «Dispara hacia atrás», ha publicado, entre otras obras, «Nieva en los libros» (La Yunta ediciones, 2023), «La guerra es un verbo» (La Cebra ediciones, 2022), «Cuando todo acabe todo acabará» (Ladrones del tiempo, 2018), «Infieles», (Libros del Zorzal, 2017) y «Juana I» (Alción editora, 2006).

Arzoumanian fue nombrada profesora en el Posgrado Internacional de Escrituras Creativas (FLACSO) y en la Maestría de Escrituras Creativas (Universidad de Tres de Febrero). Cuenta con un posgrado en Psicoanálisis en la Escuela de Orientación Lacaniana de Buenos Aires. Se desempeñó como profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad del Salvador y asesora en el Ministerio de Justicia de la Nación.

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