La subordinación de Milei a Macri reordenó las dotaciones del sistema político para el sprint final de la campaña electoral. Massa driblea entre las bombas que quirúrgica y coordinadamente detonan el Poder Judicial, la prensa y la oposición, mientras pretende quitarse la marca del kirchnerismo sin ofender su base de sustentación. | Por Pablo Dipierri
El candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, hace malabares para que los elementos de la campaña que mantiene en el aire no se manchen con las operaciones periodísticas que utiliza la oposición para motejarlo de kirchnerista. Mientras el entorno de Javier Milei se desgañita en tareas de contención del propio líder libertario, contrariado por una subordinación a Mauricio Macri que lo obliga a la articulación política con ideas que no comparte, y la tropa del partido que amaga con rupturas y escisiones profundas, el equipo del tigrense prende velas para que el affaire del ex policía Ariel Zanchetta carezca de impacto en las urnas.
En ese sentido, la estrategia del peronismo parece ser la de mantener vivo el expediente del juicio político contra la Corte Suprema, postergando el dictamen contra los magistrados para después del ballotage pero abriendo un plazo considerable para que un eventual gobierno de Massa pueda construir mayorías suficientes en el Congreso para darle aprobación al proyecto en recinto. “Si gana la Presidencia, Massa va a tener un plazo de un año para impulsar el tratamiento del juicio político en Diputados cuando lo crea conveniente”, soltó ante La Patriada un diputado que se entiende bien con todas las tribus del oficialismo.
Hay que buscar ahí, entonces, la razón por la cual se destapa la olla de la investigación del fiscal Gerardo Pollicita, en la causa que instruye el juez Marcelo Martínez de Giorgi, sobre espionaje a jueces, funcionarios políticos de distinto signo, empresarios y periodistas. Salpicado por la basura informativa de la metralla mediática que lo involucra como contacto de Zanchetta, el legislador Rodolfo Tailhade atribuye la andanada en su contra al anhelo del presidente del máximo tribunal, Horacio Rosatti, de voltear el juicio político: si se establece como verdad que Zanchetta filtró a través de Tailhade los chats de Lago Escondido y las conversaciones del vocero de Rosatti, Silvio Robles, con el ex ministro de Justicia y Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, con recomendaciones sobre cómo intervenir públicamente en el litigio por la coparticipación que la Ciudad mantenía con la Nación, el trámite encarado por los legisladores en la Cámara de Diputados carecería de legitimidad y legalidad.
Sin embargo, la documentación que curiosamente el juzgado divulgó a través de un reducido grupo de medios de comunicación exhibe una captura de pantalla donde se ve que Zanchetta le ofrece a Tailhade información sobre Lago Escondido el domingo 4 de diciembre a las 20, cuando el link que circuló por WhatsApp en toda la Argentina estuvo disponible desde el día anterior y el contenido fue publicado ese mismo domingo por la mañana en El Cohete a la Luna y Tiempo Argentino. Es decir, el presunto agente inorgánico de inteligencia le ofrece data que no es novedad al diputado kirchnerista.
No obstante, el argumento de fuentes judiciales es que Tailhade le dice en ese intercambio a Zanchetta que le mande los documentos a la dirección de mail que utilizan en su oficina parlamentaria. Desde el despacho del legislador, confirman esa especie pero alegan que su jefe jamás le respondía los mensajes al ex uniformado de la Policía Federal.
Asimismo, consignan que Zanchetta habría sido custodio en el diario La Verdad de Junín, luego gerente de recursos humanos y, más tarde, director de la FM del holding mediático. Fallecido su antiguo dueño y hecha la sucesión, cuentan que el ex sargento con pulsión de cronista lanzó su propio portal de noticias y, desde allí, habría tejido relaciones políticas utilizando esa plataforma como soporte para obtención y divulgación de información sin mayor rigor ni responsabilidad.
Una fuente que fatiga pasillos judiciales relativizó, por lo demás, el enfoque mentado ut supra. “Zanchetta es hoy una causa judicial que cada lado de la grieta utilizará como es su costumbre. ¿Desprolijo? Y sí, como diría un letrado: por eso está en Marcos Paz”, ilustró.
En este contexto de zamarreo de la conciencia nacional de una sociedad que parece todavía adormecida o reacia a embadurnarse de agónica contienda sufragista, la coalición de Juntos por el Cambio (JxC) anunció ayer su intento de desafuero a Tailhade y Massa publicó en Clarín esta mañana un artículo con 14 consignas para pasar de “un gobierno de unidad nacional a la unidad nacional”.
Por lo que se ve, aun con los termómetros rotos para medir el clima popular, la carrera hacia el sillón de Rivadavia sigue abierta. Así, cada actor o factor de poder despliega su propia táctica: partida, la Corte intenta que se caiga el juicio político; curtido en esa lucha, el kirchnerismo no renuncia a su trifulca contra las mafias judiciales; con un ojo en el tipo de cambio y otro en el lejano horizonte del cambio de época, el empresariado pone huevos en todas las canastas; y enfocado más que nunca en el objetivo de su vida, el ministro de Economía no dice hasta ahora si avalará la decisión de sentar en el banquillo a los supremos o si solo blandirá eventualmente el dictamen como herramienta de negociación y disciplinamiento en su propia construcción de poder.
Solo el saldo del ballotage despejará la bruma. Bajo la opacidad y la espesura previas del aire, la militancia contiene la respiración y la dirigencia aguanta o esquiva como puede las esquirlas.