Por Augusto Taglioni.
Comencemos con la foto del domingo. Aún con una participación baja del orden del 50 por ciento, los chilenos votaron mayoritariamente opciones progresistas en las mega elecciones para elegir gobernadores, alcaldes y constituyentes.
En el caso de los constituyentes, la mayoría de la población optó por alternativas de cambio de algunos que se mueven por fuera del radar de los políticos tradicionales. En ese marco, con 24 bancas, se emerge la Lista del Pueblo integrada por hombres y mujeres independientes desconocidos para la opinión pública.
Si suman las 11 bancas del grupo Independientes pero no Neutrales y los 30 otros sectores sin filiación partidaria, el total de Constituyentes que formarán parte de la redacción de la nueva Constitución alcanza las 65 bancas de un total de 155.
Por otra parte, Apruebo Dignidad que componen el Partido Comunista y Frente Amplio, entre otros espacios, consiguieron 28 bancas y se consagró como el espacio opositor mejor posicionado.
Rezagados quedaron los partidos de la ex Concertación (hoy Unidad Constituyente) con 25 bancas pero de las cuales 15 fueron conseguidas por el Partido Socialista. El fracaso del Partido por la Democracia, la Democracia Cristiana, Liberales, Radicales y PRO fue rotundo.
Por el lado del oficialsmo, Vamos por Chile tendrá 37 bancas y no logra al tercio necesario para contar con el poder de veto ante las transformaciones que se quieran implementar.
Sebastián Piñera acusó recibo y dijo a modo de autocrítica: «En estas elecciones la ciudadanía nos ha enviado un claro y fuerte mensaje al Gobierno y también a todas las fuerzas políticas tradicionales: No estamos sintonizando adecuadamente con las demandas y con los anhelos de la ciudadanía, y estamos siendo interpelados por nuevas expresiones y nuevos liderazgos. Es nuestro deber como Gobierno escuchar con humildad y con atención el mensaje de la gente”.
El mensaje de la sociedad es claro. Lo expresó con contundencia en el estallido de octubre de 2019 y lo votó de forma abrumadora en el referéndum constitucional de 2020 cuando, además de elegir cambiar la Constitución también rechazó la idea de una Comisión Mixta bajo la certeza de que los políticos de siempre no iban a estar a la altura de las transformaciones que vienen.
El domingo se vio esto en la buena elección de los independientes pero también en las importantes victorias obtenidas por la izquierda en las alcaldías de Recoleta, Valparaíso, Viña del Mar, Maipú, Nuñoa y en la mismísima capital de Santiago.
Sin embargo, el camino no está tan allanado como parece.
La falta de síntesis opositora
En el largo proceso electoral que comenzó el domingo hay una parada importante que son las elecciones primarias obligatorias del 6 de julio. Allí, cada frente inscribe sus pre-candidatos con el objetivo de que la ciudadanía decida quien compite en las generales de noviembre y, eventualmente, en las segunda vuelta del 19 de diciembre.
Para el oficialismo fue un mero trámite pero en el espectro opositor significó la posibilidad de construir una interna robusta que garantice una sola opción a la derecha. Pero eso no ocurrió. Los vetos y personalismos se apoderaron de las negociaciones y la centroizquierda irá dividida con el eje PC-Frente Amplio que tendrá a Daniel Jadue y Sergio Boric como candidatos y Unidad Constituyente por el otro.
¿Cuál fue el punto de discordia? Envalentonados por la buena elección en la Constituyente y triunfos contundentes en ciudades estratégicas, Jadue y Boric abrieron la primaria para la socialista, Paula Narváez. Ella aceptó con la condición de sumar a sus compañeros de ruta de UC que había decidido bajarse de la presidencial para apoyarla. La negativa de incorporar, aún en un papel secundario, especialmente a Heraldo Muñoz (PPD) y las internas entre los exconcertación con Ximena Rincón de la Democracia Cristiana detonaron lo que podría haber sido una audaz estrategia electoral para derrotar a la derecha.
La obligatoriedad de la primaria es relativa porque la no realización no implica la imposibilidad de presentarse. Es decir, como ocurre con la diputada Pamela Jiles o el ultraderechista, José Antonio Kast, tanto Paula Narváez como el resto de los integrantes de Unidad Constituyentes pueden presentar sus propios candidatos para noviembre o elegirlos en una interna. Lo que no tendrán es acceso a los fondos públicos que dispone la ley electoral, espacio en televisión ni participación de los debates.
El escenario queda compuesto entonces por Apruebo Dignidad que dirimirá la candidatura entre Jadue y Boric, el candidato que presente Unidad Constituyente y Pamela Jiles que tratará de consolidar acuerdos con los independientes de la Lista del Pueblo que triunfaron en las últimas elecciones. Así, el oficialismo tendrá en frente a tres opciones progresistas, en el mejor de los casos. ¿Es una ventaja para la derecha? El enojo social es contundente pero la dispersión opositora puede darle la posibilidad de la segunda vuelta.
Los cambios que pretenden ser impulsados en la Nueva Constitución no se verán en el corto plazo y es probable que parte del proceso venga acompañado de la desarticulación del esquema macroeconómico que generó desigualdades pero garantizó crecimiento. Ante esto, las fuerzas progresistas en lugar de solucionar la construcción de recipientes de contención de las demandas insatisfechas, le incorporan el problema de la división que puede ser capitalizado por los que quieren frenar el avance de las transformaciones.