Por Nuria Giniger*
Desde que asumió Mauricio Macri, a fines de 2015, comenzó a producirse un verdadero cientificidio. Esto es, el asesinato, la destrucción del sistema científico y tecnológico público. Este proceso de desmantelamiento de la producción de conocimiento crítico y tecnología de nuestro país se expresa particularmente en CONICET, que es el organismo (después de las universidades públicas) más grande y con más trabajadores del sistema.
El cientificidio tiene sus dimensiones en la quita o congelamiento de subsidios para la investigación; en que el 60% de las y los trabajadores del sistema científico cobran por debajo de la canasta familiar; en el desfinanciamiento de reuniones científicas (congresos y jornadas donde se comparte, debate e intercambian las producciones); la degradación de Ministerio a Secretaría; la falta de disponibilidad presupuestaria para los Centros Científico-Tecnológicos; etc.
El viernes 5 de abril se dieron a conocer los resultados de los ingresos a Carrera del Investigador Científico (CIC) de CONICET y quedaron 2100 doctoras y doctores sin trabajo, en un país en el cual se destruyen más de 2000 puestos de trabajo por mes. Solo ingresó el 17% de quienes se postularon. Es decir, que las y los científicos formados por las universidades públicas no tienen mayormente dónde producir, ni desarrollar sus investigaciones. ¿Por qué el Estado argentino sigue invirtiendo en la formación de científicos y científicas, en una nueva oleada de fuga de cerebros?
Desde 2015, el proyecto que conduce el Estado en Argentina tiene como centralidad la subordinación al imperialismo norteamericano. Esa subordinación tiene su contracara en la pérdida de la soberanía y el ataque denodado a los proyectos emancipatorios que la primera década del siglo XXI se desplegaron en la Patria Grande. La inversión estatal en el desarrollo científico-tecnológico implicaba una puerta de acceso a problematizar e incluso avanzar en respuestas acerca de los principales problemas que nuestra región ostenta: la desigualdad, la pobreza, la educación, la salud, el trabajo, la vivienda.
Nuestro país esta conducido hoy por quienes fueran los civiles del Terrorismo de Estado: la Sociedad Rural y la oligarquía imperialista, en su versión CEOcrática.
Nuestro país esta conducido hoy por quienes fueran los civiles del Terrorismo de Estado: la Sociedad Rural y la oligarquía imperialista, en su versión CEOcrática. Y así tratan a las y los científicos: como ganado. Exportar científicas y científicos altamente calificados, formados por en nuestros países, es parte del proyecto de sometimiento y subordinación. Científicos y científicas que desarrollarán sus investigaciones en el marco de las agendas científico-tecnológicas de los países centrales, las agencias internacionales y las grandes empresas; no para mejorar la calidad de vida de las mayorías nuestroamericanas cultural, económica y políticamente, sino para acrecentar la rentabilidad y el poder concentrado.
Las y los trabajadores de CONICET y del conjunto del sistema científico-tecnológico público también, al igual que el resto del pueblo, estamos en lucha desde 2015. Luego de este nuevo cimbronazo contra la ciencia argentina, las y los trabajadores peleamos para dar por tierra este proyecto de saqueo y sometimiento. Octubre es una parada clave en este proceso, pero no la única. Requerimos de mucha más lucha, de mucha más organización, para derrotar efectivamente esta recolonización de América Latina y configurar una verdadera alternativa popular; que le haga frente al macrismo y también disipe la elaboración de un “plan de salvataje” con Lavagna o Massa a la cabeza (aquello de que cambie todo para que no cambie nada).
En un nuevo proyecto popular, la ciencia y la tecnología tienen que reubicarse como derecho humano. No son patrimonio ni de las empresas, ni de un sector de trabajadores que produce conocimiento. La ciencia y la tecnología son y deben ser patrimonio del pueblo.
* Investigadora CEIL-CONICET/Militante de Liberación – Corriente de Universidad, Ciencia y Tecnología
Ilustración: El ciclista, de Natalia Goncharova.1913