Abr 23 2025
Abr 23 2025

Colombia: El Gobierno ante el dilema de salir o refugiarse en su laberinto

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El último fin de semana, 14 personas fueron asesinadas y 98 heridas por armas de fuego portadas por civiles que fueron a reprimir la moviilización en la ciudad de Cali.

La situación de los Derechos Humanos es preocupante. La Fiscalía y Defensoría entregaron en su última actualización una cifra de 111 personas que permanecen desaparecidas. Ambas entidades oficiales aseguran, además, que desde el inicio de las marchas, ya fueron ubicadas 308 personas que habían sido reportadas como desaparecidas.

A su vez, respecto del número de fallecidos, Human Rights Watch asegura haber recibido “denuncias creíbles” de 63 muertes, 28 de ellas relacionadas con las manifestaciones, según cifras del 29 de mayo.

Mientras cada espacio cuenta con números diferentes, las Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos expresaron su preocupación frente al avance de la violencia.

La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, puso el foco, a través de un comunicado, en lo esencial: que las personas que causaron heridas o muertes incluidos funcionarios del estado «estén sujetas a investigaciones rápidas efectivas e independientes» y que los responsables sean llevados ante la justicia.

Bachelet también aseguró que la situación es especialmente preocupante porque ya se habían adelantado escenarios de diálogo para atender los reclamos de los manifestantes.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos también insistió en la necesidad de investigar diligentemente estos mismos hechos e hizo un llamado al estado a que se fortalezca el diálogo.

Además le recordó al gobierno que se debe ser coherente con las condiciones de un Estado Social de Derecho y en ese sentido debería priorizar las vías del diálogo como salida a las exigencias de la protesta social.

La CIDH comenzará una misión para investigar el accionar del Estado en las protestas el próximo 8 de junio que terminará el jueves 10.

El combo que configura la crisis colombiana tiene fuertes similitudes con Chile. Décadas de demandas estructurales insatisfechas, hartazgo social y condiciones sociales que empeoraron durante la pandemia.

El reclamo para un mejor funcionamiento de la educación, la salud, la necesidad de aumentar la empleabilidad entre los jóvenes de los barrios periféricos o un acceso mas equitativo al sistema de jubilaciones y pensiones convivieron durante todo estos años con una estabilidad macroeconómico que supo ubicar a Colombia como un modelo a seguir para los gobiernos liberales.

El riesgo al que exponen su capital político Ivan Duque y el uribismo es cada día más grande y la narrativa del enemigo interno o la “brisa bolivariana” que opera en la sombras manejando los hilos de los indignados se va a agotando.

Esto entusiasma a los partidos de centroizquierda que lideran las encuestas pero pone al gobierno y a los movilizados en un dilema: ¿Cuál es la salida política del conflicto? El gobierno apuesta al desgaste de las marchas y el Comité Nacional de Paro a la permanencia callejera todo el tiempo que sea necesario.

Solo una de las dos hipótesis se podría mantener. Piñera, en Chile, asumió que su imagen estaba por el suelo y decidió acompañar el clamor popular que pedía una nueva Constitución como forma de abordar muchas de las demandas sociales.

El referéndum constitucional de 2020 y el largo proceso electoral que atraviesa Chile en este 2021 sirvió para canalizar la inestabilidad. Ahora serán las urnas quienes definan el descenlace de la historia.

El caso colombiano es complejo y Duque no parece querer resignarse a generar las condiciones de un programa que está en las antípodas de su pensamiento. ¿Cuál es la carta entonces?

¿Retomar el acuerdo de paz que él mismo boicoteó desde que asumió la presidencia? ¿Adelantar las elecciones? ¿Profundizar la represión y sofocar el deseo de cambio?

La solución chilena no aparece como opción en la mesa de negociación, que lo único que expuso fueron antinomias.

La ruptura social es tan evidente como la cantidad de problemas escondidos bajo la alfombra de violencia que signó a Colombia durante décadas de guerra contra las FARC. Alguien tiene que pensar una salida del laberinto porque para las elecciones presidenciales falta una eternidad.

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