Feb 17 2025
Feb 17 2025

Confusiones de invierno

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Los traumas ideológicos demoran la campaña oficialista. La persistencia del polo contra la fuerza centrípeta de la sociedad. | Por Pablo Dipierri

La vicepresidenta Cristina Kirchner ensaya la costura del traje que diseña para el ministro de Economía y precandidato presidencial, Sergio Massa, después de zamarrear al peronismo mientras se hundía en la derrota por la postulación fallida de Eduardo “Wado” De Pedro. Más allá de los esfuerzos de los últimos días, la prédica alérgica contra un justicialismo de salón se contradice con la pose de quien prevalece sobre su rival y exhibe una irritación que, para colmo, conspira contra la credibilidad de la conversión apresurada del tigrense en un paladín de los derechos humanos. No hay operación de prensa que revista de progresismo a un dirigente que se ufanó siempre de su conservadurismo anfibio, entre el resentimiento de la clase media y el desencanto de los sectores populares.

La visita del embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, y el ministro del Interior a la ex Presidenta en su despacho en el Senado suturan, sobre todo, las heridas de la feligresía kirchnerista. Resulta, no obstante, más dudoso que la militancia que se abalanzó sobre el ex motonauta la semana pasada por el fragmento de una entrevista en la que tuvo palabras indulgentes con Patricia Bullrich pero ninguno vio completa encuentre la forma de desdecirse o, incluso, elegir la prudencia para la próxima. El traidor que reclamaba PASO hace siete días fue cubierto por el manto del respeto de la líder del espacio, después de que en la lucha típica del cierre de listas lo desflecaran con reglamentos y condiciones que sustrajeron para que compita Juan Grabois, en el mismo paño y sin retaceo de la tira de senadores y diputados nacionales, gobernador bonaerense, intendentes, concejales y consejeros escolares.

Ordena con delicadeza la palabra de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, quien manifestó ajenidad e incomprensión sobre el internismo pero, además, advirtió que el acto por la repatriación del avión utilizado por los represores para los Vuelos de la Muerte durante la última dictadura no eran el escenario para zambullirse en la diatriba que espetó la Vicepresidenta. “Despachó un discurso que no tenía nada que ver con el acto, pero estaba con ganas de expresarlo”, dijo, y agregó: “las palabras de Cristina fueron más que nada para expresarse de una situación política, pero no voy a entrar en eso porque no lo entiendo mucho todavía”. Fingir demencia y seguir, reza el adagio tuitero.

Mientras el kirchnerismo simula su autocelebración y la admiración de la Vicepresidenta por una genialidad táctica que no es otra cosa que un repliegue perdidoso, Massa sonríe. Sabe que no hace falta convencer a la base de sustentación de Unión por la Patria de lo que a todas luces no es y entiende que alcanza con explicar, sencillamente, que a la fundadora del Frente de Todos no le alcanzó el tiempo ni la astucia para transferirle su capital electoral a los hijos de la generación diezmada.

Para peor, alimenta la excusa de la entronización del titular del Palacio de Hacienda en la amenaza de proscripción en su contra. Es decir, no pudo ser ella por la persecución judicial, no pudo ser De Pedro por el veto del presidente Alberto Fernández -que no usa la lapicera pero hace daño- y tuvo que recurrir al jefe del Frente Renovador por la presión de tres gobernadores. La impotencia de la figura presuntamente más taquillera es la extraña objeción de actores que supuestamente carecen de gravitación o ascendencia social.

En definitiva, la disquisición sobre si Massa se entiende bien con la Vicepresidenta para tranquilizarse es infantilizar el debate. Si la única verdad es la realidad, entonces lo cierto es que el núcleo duro no edificó una alternativa que cautivara al conjunto del PJ. Cualquier otra hipótesis requiere maquetados confusos.

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