Textos y fotos: Flor Cosin.
Es de noche. Me detengo ante la radio. Una voz grave canta en la oscuridad:
The book of love is long and boring
El libro del amor es largo y aburrido.
Pero, ¿Cuándo empezó esta historia?
Llevo a Eva a dormir, todavía es bebé. Estamos solas en casa. Te fuiste hace un momento y cuando la canción termina escucho tu voz en la radio. Lees un cuento para empezar tu programa de medianoche.
Así durante años.
Eva se despierta llorando, la acuno un rato largo, vuelve a empezar la canción y después tu voz llena los espacios vacíos del cuarto.
But I
Pero yo
You can read me anything.
Me encanta cuando me lees.
Eva se vuelve a dormir. La acuesto en su cama, le acomodo las sábanas y dejo encendida una luz de tres colores que tiene forma de mariposa. Me meto en la cama con la radio encendida.
And you
Y vos
I love it when you read to me.
Podes leerme cualquier cosa.
Pero, ¿quién llevaba la radio a cualquier parte de la casa?
***
El abuelo
dejó sobre la silla su ropa limpia
los zapatos debajo de la mesa de luz.
Los años pasaron
y ahora solo tengo
una palabra
por cada una de las cosas
que él tenía:
el reloj pulsera, la radio
y el calendario del año que murió.
El abuelo tenía en su mesa de luz una Noblex de cuero negra. Todas las tardes, después de dormir la siesta salía con la radio a la vereda. Mientras escuchaba los partidos de fútbol miraba la gente pasar. La voz del relator me llegaba como un sonido familiar al que no le prestaba atención. Algunas noches ponía el partido en la tele y la radio quedaba apagada sobre la mesa, al lado de su vaso de vino.
Cuando la abuela se enfermó pasaba mucho tiempo en la cama y era ella la que sintonizaba el dial para escuchar La noche que me quieras. Flexionaba las piernas y apoyaba el aparato en el regazo. Una radio más moderna, AM y FM, de color roja.
***
Cuando cumplí ocho el novio de mamá me trajo una radio de Brasil.
La ponía bajito debajo de la almohada para no despertar a mis hermanas. Una vez desapareció entre las sábanas. Mamá creyó que la había perdido y no me dejó ir al Bat Mitzvá de mi mejor amiga. Tres días después de la fiesta la encontré entre el colchón y la pared.
Era una radio de bolsillo, mucho más pequeña que las anteriores, marca Sony que funcionaba con pilas doble AA.
Con esa radio a todo lo que da me subí por primera vez a una zanella celeste con el tío Nolberto. El viento nos daba en la cara.
El libro del amor … está lleno de flores y cajas en forma de corazón.
the book of love … It’s full of flowers and heart-shaped boxes
Cuando el tío Nolberto era chiquito creía que adentro de la radio había hombres escondidos. Entonces la radio era un mueble que ocupaba gran parte del comedor de la casa de Paso del Rey. El tío daba vueltas alrededor del aparato y después de un rato, resignado, se sentaba en un banquito de madera, a escuchar.
De ahí viene la música.
that’s where music comes from
Cuando entramos en la adolescencia mis hermanas se hicieron fans del Ruso Verea. Lo escuchaban sentadas en el piso del living en un minicomponente doble casetera en el que habíamos empezado a grabar los primeros TDK. Otra vez las voces de la radio volvían a ser familiares a los movimientos nocturnos de la casa, pero como me había pasado con los partidos de fútbol de chica, no le prestaba atención. Había unas calcomanías pegadas en la puerta de la pieza con el logo de la rock & pop que se fueron gastando con el tiempo.
Algo de esto es simplemente trascendental
Some of it’s just transcendental
***
La primera vez que me invitaste a cenar con Zoe, tu hija, me esperaron en la puerta. Yo había comprado en el maxikiosco de la esquina dos chocolates grandes de Milka para el postre. En ésa época los envoltorios simulaban tener una sticker con distintas palabras. Elegí para ella uno que decía gracias y le traje de regalo una muñeca kokeshi.
Nos sentamos en la mesa con la tele prendida. Había un partido de fútbol. Me ubiqué de espaldas a la pantalla. Zoe terminó de comer y se puso a jugar con la muñeca. Mientras tomamos el café con los chocolates, con el sonido del partido bien bajito de fondo, sentí que por fin había llegado a casa.
Pasaron los años. Zoe empezó la facu y Eva cumplió nueve, el mismo tiempo que tiene tu programa de radio.
Una noche te acompañé al piso y mientras leías unas líneas de Todos Nosotros te agarró un ataque de tos, me diste el libro y seguí la lectura frente al micrófono. Así empecé a participar en la radio. De las lecturas pasé a las columnas de fotografía.
Oyente y columnista, escucho la radio en el subte, mientras vuelvo de dar clases cuando ya todos duermen, llego al estudio para hacer otra reseña.
Es de noche, me detengo ante el sonido de la música. Una voz grave llega de la oscuridad y nos da instrucciones para bailar.