Ene 22 2025
Ene 22 2025

Dos caracteres: Fúlmine y Amarroto

Publicado el

Por Juan Carlos Otaño.

 

Hubo un tiempo en que los adolescentes (y adultos que no se resignaban a dejar de serlo), encontraban un sano esparcimiento en la lectura de revistas de historietas.  Las había en todos los formatos y para todos los gustos, pero las más originales, las que no respondían a los modelos norteamericanos (bélicas y de cow-boys), eran sin dudas las de humor y sátira social. Como aquéllas, éstas tenían sus héroes y antihéroes, tomados generalmente de « tipos » populares que todos podían fácilmente reconocer, amar o despreciar. ¿Quién no tuvo alguna vez un compañero ortiva en la oficina, o fue expulsado de una sala de cine por entrar sin corbata, o no lo dejaron tranquilo escuchar un radioteatro? ¿Quién no tuvo un amigo aviador como Lupín, capaz de volar más alto que ninguno? Tomemos dos ejemplos al azar:

  

Fúlmine.

El creador de Fúlmine — la encarnación de la desgracia y el fluido maléfico por excelencia, « piedra » o jettatore — se llamaba Divito. Realmente se llamaba así y no era un pseudónimo, porque había nacido el 16 de julio de 1914 como José Antonio Guillermo Divito. Hijo de un médico cirujano, muy tempranamente se decidió por los plumines en lugar de los escalpelos, comenzando a dibujar para las revistas « Sintonía », « El Hogar » — donde apareció por primera vez El otro yo del Dr. Merengue, paradigma del gorila « fino » con impulsos inconfesables — y « Semana gráfica ». También lo hizo para el diario « Crítica » y la revista « Patoruzú. »

En noviembre de 1944, Divito fundó la revista « Rico Tipo », unos dicen que por la escasa paga que percibía de « Patoruzú » y otros porque el viejo Quinterno le obligaba a bajar las faldas de sus ya inquietantes « budines », las inolvidables Chicas! que Divito dibujaba con cintura de avispa y blusitas Saint-Tropez. La revista duró hasta 1972, pero su apogeo corresponde a las décadas de 1940-50. Llegó a vender más de un millón de ejemplares por mes. Por sus páginas desfilaron todos  los personajes arquetípicos de aquellos años: Bómbolo, Fallutelli, Pochita Morfoni y los ya mencionados Fúlmine y el Dr. Merengue (de Divito); Amarroto (de Oski); los grasitas y petiteros de « Buenos Aires en camiseta » (de Calé); las crónicas de « Juan Bondiola » y « Pichuca y yo » — entre muchos otros.

FÚLMINE EN VOLUMEN (1946)

Divito murió en Brasil en 1969, en un accidente automovilístico. Su Fiat Sport 1500 no pudo pasar a través del camión que se lo llevó por delante.

Su más lograda caricatura, fue incluso llevada al cine en 1949, dirigida por Bayón Herrera, con guión de Divito y José Fernández del Villar, e interpretada por Pepe Arias (que en nada se le parecía físicamente).

En el prólogo del tomo I de las tiras de Fúlmine (Buenos Aires, Compañía Fabril Financiera, diciembre de 1943), Eduardo M. Almira reflexionaba así sobre el personaje: « ¿Alguien puede dudar del carácter bondadoso, generoso y hasta ingenuo de Fúlmine? Desde luego que no. (…) Y es por eso que todos aprendimos a estimarlo, y, a pesar de su fluido, se ganó nuestra simpatía. »

 

Amarroto.

AMARROTO, DE UNA TIRA EN « RICO TIPO » (1947)

Oski, es decir Oscar Conti, nació en Buenos Aires en 1914. Sus brevísimas biografías (entre las que debe destacarse la que le dedicó su amigo César Bruto, en El pensamiento vivo de César Bruto), nos hablan de fracasos escolares (de los maestros), adolescencia turbulenta, ajedrez, microscopio, rugby, boxeo, filatelia, escolazo, « alguna que otra idea suicida », versos y una obsesionante afición por la química — había llegado a montar un laboratorio en el sótano de su casa. Probó estudiar Agronomía, pero le fue mucho mejor en Bellas Artes, donde llegó a obtener el título. En el interín, se ganaba unos pesos pintando láminas didácticas para la librería Moine y Lasserre. Tras algunos intentos frustrados, consiguió ingresar al staff de la revista « Cascabel », en 1942, cuando todavía era dirigida por su fundador Jorge Piacentini (sería prohibida posteriormente bajo el primer gobierno de Perón). Allí Oski descubrió la obra de Steinberg, cuyo humor absurdo lo conmovió e impulsó a volcarse hacia una veta más personal y definitiva.

OSKI, PORTADA DE « MEDISINAL BRUTOSKI ILUSTRADO » (1955)

Colaboró en diversas publicaciones (« Vea y Lea », « Rico Tipo », « Tía Vicenta », « Medisinal Brutoski Ilustrado»; ésta última, patrocinada por los laboratorios Dupont, escrita deliberadamente con faltas de ortografía, se entregaba a los médicos de todo el país en forma gratuita (« para picarlos y mantenerlos despiertos»). Se lo recuerda especialmente como ilustrador del humorista César Bruto, con quien llegó a formar una sociedad tan perfecta que ambos estilos — el del escritor y el del dibujante — llegaron a ser prácticamente indisociables.

Hay en la obra de Oski, por lo menos tres dimensiones: la del pintor de caballete — que todavía queda por descubrir y rescatar —, que comprende asimismo una incursión ocasional como escenografista y vestuarista (por ejemplo en Androcles y el león, de Bernard Shaw, estrenada en 1953); y como dibujante humorístico a través de dos vertientes, a la vez conjugables y divergentes: la de sus dibujos como ilustración de una enciclopedia delirante (Vera Historia de Indias, Los Comentarios a las Tablas Médicas de Salerno, Ars Amandi, el mismo Medisinal Brutoski Ilustrado, etc.), y la de un humor más « popular », al mismo tiempo que más transgresor y decididamente non sens.

De esta última se destacan las « tiras » de su personaje Amarroto — el único caso en el que incursionó en el terreno de la secuencia humorística, con un protagonista fijo o recurrente.

Antihéroe excelente, Amarroto despertó la perplejidad de los lectores de « Rico Tipo » durante las décadas de 1940-50, porque no se podía creer que la ruindad y la inocencia pudieran convivir tan alegremente en el interior de un mismo sujeto. A veces lo acompañaba un pajarito insidioso, observador siempre atento a todos los movimientos.

Oscar Conti murió en 1979. Desde entonces, el fantasma de Oski no ha dejado de aparecerse para atormentar a los espíritus conformistas. Espíritus de la « normalidad », que seguramente hubieran preferido recostarse en un realismo costumbrista consolador, o en cualquier otra parte. Son los mismos que periódicamente nos avisan que « Oski no sabía dibujar», que « Roberto Arlt no sabía escribir », y que el mundo es un lugar horrible.

 

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