En una entrevista con el programa Me gusta cuando callas, Agostina Lillo, licenciada en Ciencias Ambientales, explicó que el Acuerdo de Escazú «es una herramienta jurídica que apunta a desarrollar el saber, ofreciendo información segura sobre temas ambientales».
En ese sentido, Lillo, quien trabaja en educación ambiental y gestión de proyectos de desarrollo sostenible, consideró que «sin conocimiento no hay interés y la idea es fomentar el interés para promover la participación».
La Cámara de Diputados de Argentina ratificó el pasado 25 de septiembre el Acuerdo de Escazú.
De esa forma, el tratado firmado por 23 de los 33 países de América Latina y el Caribe, que busca proteger los derechos de acceso a la información, la participación pública y el acceso a la Justicia en asuntos ambientales, quedó a un paso de materializarse.
Sin embargo, por el rechazo de Chile al primer gran pacto medioambiental de América Latina y el Caribe, no pudo entrar en vigencia el tratado en la región.
Se trata del primer gran tratado medioambiental de Latinoamérica y el Caribe, un convenio promovido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), cuya adopción presidieron precisamente Chile y Costa Rica en 2018 tras cuatro años de negociaciones.
Ecofeminismos: Teoría y práctica
También en el programa Me gusta cuando callas aprovechó la ocasión para hablar de ecofeminismo, una teoría y un movimiento social que sostiene que existe un vínculo entre la subordinación de las mujeres y la explotación destructiva de la naturaleza, según define la filósofa española Alicia Puleo,
Y mientras en Europa y en Estados Unidos se desarrolló desde la academia, en países de Latinoamérica, en la India y en África el ecofeminismo se dio en la práctica, es decir, en la lucha concreta de mujeres en el territorio frente a problemáticas ambientales.
Alicia Puleo reconoce a ese movimiento como una forma de resistencia, como un terreno fértil para englobar las luchas ambientales que cada mujer y disidencia ya llevan adelante en sus territorios.
El ecofeminismo también incorpora una reflexión integral sobre el rol de las mujeres rurales y urbanas en el mundo actual, y pone de manifiesto las relaciones de explotación y opresión que viven simultáneamente tanto las mujeres como la naturaleza.
En ese sentido, Natalia Carzoglio, integrante de la Asamblea del Agua del Norte Neuquino y parte de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, sostuvo que «el ecofeminismo viene a traer un poco de luz a esta dominación humana sobre la tierra».
Además, «viene de comprender que toda la humanidad forma parte de la tierra, y que los grandes problemas ambientales son producto de esa separación», sostuvo la ingeniera agrónoma y docente, también a punto de recibirse de profesora de biología.
Natalia Carzoglio vive en una chacra en la ciudad neuquina de Chos Malal, donde comparte varias hectáreas y produce de manera colectiva con varias familias.
Integrante de la Colectiva Feminista Las Peludas, también subrayó el hecho de que «el ecofeminismo trata de entender que esa opresión que vive la tierra, del sistema capitalista, del extractivismo, tiene que ver con el antropocentrismo».
Y ese concepto, según Natalia Carzoglio, busca poner al hombre blanco heterosexual en el centro de todas las necesidades, por encima de las múltiples realidades.
El ecofeminismo y la historia
Haciendo un poco de historia, ya en 1974 la autora Françoise D’Eaubonne, en su libro Feminismo o la muerte, denunciaba el dominio absoluto de los varones sobre la fertilidad de las mujeres y de la tierra.
D’Eaubonne sostiene precisamente que la sociedad patriarcal considera a la mujer como un simple objeto de apropiación, como un simple terreno que se puede poseer y fecundar.
Así, la destrucción medioambiental contemporánea sería el resultado de la historia de dominio patriarcal.
Fuente: Me gustas cuando callas – FM La Patriada.