May 19 2025
May 19 2025

El 18 Brumario de Javier Milei

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Por Mariano Denegris

El presidente electo (seguirá sonando raro escribirlo unos días más), Javier Milei, dijo, entre lo mucho que dijo y desdijo desde su honestidad brutal, que Cristina Fernández Kirchner había sido la política más importante del siglo. Sin dudas, Cristina no fue el centro de gravedad de la política argentina del siglo XXI por sus palabras sino por sus actos de gobierno. A veces se pierde de vista que los liderazgos populares no se pueden fabricar con campañas electorales ni estrategias de comunicación. En la historia argentina sólo hubo líderes populares luego de implementar políticas de gobierno. Son estos actos los que hablan. En algún momento, entre el atentado contra su vida y la condena en segunda instancia a seis años de prisión e inhabilitación para ocupar cargos públicos, decidió correrse de la conducción política del movimiento que lideró junto a Néstor Kirchner desde 2003 y como figura excluyente durante los últimos 12 años. Ese corrimiento no exime responsabilidades. Es apenas un dato inédito en la trayectoria de los liderazgos latinoamericanos.

Si bien entonces lo principal fue su acción política, también, como pocos dirigentes contemporáneos, CFK aportó algunas lecturas indispensables para entender la escena de época. Por eso, ahora que resulta seductor y hasta indispensable para algunos intelectuales reconocerse como pioneros de la crítica a los errores cometidos en el ciclo de gobiernos populares, este texto prefiere asumir la poca originalidad del diario del lunes e hilvanar algunas ideas pronunciadas con varios siglos de distancia, al retomar un borrador que quedó trunco desde fines de abril de 2023.

El 27 de ese mes, en la sala Ginastera del Teatro Argentino de La Plata, Cristina dejó algunos fragmentos de la mejor literatura política. La instantánea de los medios rescató las frases más coyunturales, la indicación de no hacerse los rulos, el anticipo de una división en tercios del electorado, la supuesta subida al ring de un púgil que en realidad ya estaba en centro del cuadrilátero. Pero tiró otras dos que fueron cobrando espesor en los meses siguientes y un poco remiten a las primeras páginas de la crónica marxiana que se parafrasea en el título.

El 18 Brumario de Luis Bonaparte es, en efecto, la crónica de ensayo periodístico con la que Karl Marx analizó concretamente los hechos ocurridos en Francia entre finales de 1852 y comienzos de 1853 que llevaron al gobierno a Napoleón III. En sus primeras líneas se despachó con una serie de frases que estuvieron mucho tiempo en el top ten de las citas políticas y hasta trascendieron ese campo. Lo de que la historia ocurre como si dijéramos dos veces que cita de algún escrito de Hegel, y el reproche de que este había olvidado aclarar que la primera es como tragedia y la segunda como farsa viene de ahí. Unos renglones más abajo pone otra imperdible: “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Y hay varias más.

“Estamos en ese raro momento en que el pasado se torna presente y, tal vez, frustre el futuro”, dijo CFK en La Plata. Pero, ¿qué pasado es el que viene como una pesadilla a aplastar el presente de los vivos? Cristina hizo un largo rodeo descriptivo de la convertibilidad y su antesala en el Plan Bonex que licuó los ahorros de los argentinos para garantizar los dólares del uno a uno. Mentó la figura de Domingo Cavallo, tan elogiada por Milei, y recorrió el sendero de privatizaciones y endeudamiento que culminó en la crisis de 2001. Pero no hay un sólo pasado en el discurso de Milei. El primer presidente liberal-liberatrio del mundo mundial, nombra a Juan Bautista Alberdi y plagia a Alfredo Martínez De Hoz. Creerá más popular al tucumano, que siendo liberal despotricaba contra los liberales argentinos que a los austríacos que solía citar entre los exabruptos e insultos que lo llevaron a la fama. El pasado que rescata Milei ya había sido rescatado hace pocos años en una farsa similar. Si Napoleón III se había puesto los ropajes de su tío como la revolución de 1789 se había puesto las pilchas de los romanos, el ex-empleado de Eurnekian se calza la levita de los unitarios como hace 8 años Esteban Bullrich se vestía con la metáfora de la Campaña al Desierto mientras su prima Patricia lo hacía literal. Pero el pasado no vuelve como lo llaman sino como se le canta. O como decía Marx en las páginas que ya citamos: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”. Lo estructural condiciona las voluntades individuales y colectivas, interviene en los ciclos históricos más de lo que están dispuestos a aceptar los intelectuales que reparten culpas sin haber ganado al menos una asamblea de consorcio. Puede resultar antipático, pero no siempre se eligen los escenarios, a veces nos quedan opciones menos épicas, elegir los papeles, desempeñarlos mal o bien, y no repetir libretos cuando nos animamos a improvisar.

En el teatro platense Cristina lo había puesto en términos similares: “…frente a estos sectores concentrados -es un fenómeno global la concentración, esto no es crítica, es descripción- frente a poderes económicos cada vez más concentrados, una política, un Estado cada vez más fragmentado, más dividido y más enfrentado, ¿a quién le van a hacer creer los políticos hoy, cualquiera sea el origen, la idea de que van a poder controlar lo que hace el poder económico concentrado, y que van a solucionar los problemas de los argentinos, en este estado de cosas?”. Como descripción, resulta sombría, en la misma línea de la “insatisfacción democrática” sobre la que venía insistiendo desde hacía al menos un año atrás.

Marx decía en aquel texto que la revolución burguesa se había quedado sin novedades y por eso se repetía como farsa. El peronismo, el movimiento popular argentino y el progresismo latinoamericano hoy también se muestran con dificultad para esgrimir novedades, como sugiere a menudo Álvaro García Linera. Quizás no haya que esperar novedades en los discursos de los líderes de la primera década del siglo, sino componer nuevas canciones.

A la restauración política de las clases dominantes, que actúan con el desparpajo de saberse poderosos y crean aprendices de brujo que pueden durar menos de un mandato presidencial tampoco se le ha dado con facilidad la invención de nuevos menúes. Entre las postales llamativas que dejó el acto de Milei la noche de su triunfo, se destacan las que ocurrieron debajo del escenario. A horas de haber elegido un nuevo gobierno, coreaban el viejo éxito de hace más de 20 años, “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Si esta no es la farsa, la farsa dónde está. En el palco lo coreaba agitando la vicepresidenta electa y defensora de genocidas Victoria Villarruel (esto también habrá que repetirlo). El ciclo 1976-2001 sigue golpeando como una pesadilla el cerebro de los vivos. A pocos metros de ahí, un votante de Milei reivindicaba al gobierno de Néstor Kirchner y le aseguraba poco hilo en el carretel del liberal. El reconocimiento al primer kirchnerismo y el voto a Milei no fueron excepcionales en la conjugación del voto de sectores populares. Pero hubo una correlación más extraña en un diálogo repetido en las barriadas.

-¿Vos estás de acuerdo con lo que dijo que va a hacer?

-No, pero lo voto igual porque no va a hacer lo que dice que va a hacer

-Entonces, miente.

-No, no lo va a poder hacer no porque no quiera, porque no lo van a dejar.

-¿Quiénes?

-Todos, el peronismo, los sindicatos, todos.

No hay burla en la transcripción de este diálogo. Quizás tengan parte de razón, pese a las contradicciones lógicas que denunciaría en latín el ex y actual empleado de empresarios prebendarios.

Victorias y derrotas cortas suele pronosticar García Linera. Hasta que el círculo se quiebre. Inventamos o erramos.

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