Abr 23 2025
Abr 23 2025

El correísmo sueña con volver

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Rafael Correa y su movimiento Revolución Ciudadana están más vivos con que nunca. Es el gran ganador de las elecciones regionales, al quedarse con la mayoría de las prefecturas (gobernaciones) y alcaldías.

No es novedad que el correísmo represente un tercio de las voluntades de los ecuatorianos, ya que gobernó dos períodos, ganó con Lenin Moreno (que luego traicionó) y perdió en segunda vuelta en la última presidencial contra el actual presidente, Guillermo Lasso. Como ocurre con otras experiencias progresistas de la vieja ola rosa, padece el síndrome de techo bajo que le permite disputar mano a mano todas las contiendas pero debe esforzarse para lograr el consenso mayoritario.

Un elemento clave de esto tiene que ver con la imposibilidad de Rafael Correa de presentarse como candidato a presidente. Primero, por la reforma constitucional que impulsó Moreno, que prohíbe presentarse a quienes ya ejercieron el cargo; y segundo, por las causas judiciales que lo acechan en un guión muy parecido al utilizado con Lula Da Silva y Cristina Kirchner.

Por eso, hace seis años que Correa conduce su espacio desde Bruselas, lugar donde se radicó cuando dejó la Presidencia. En ese momento también comenzó una feroz ofensiva judicial contra dirigentes de su espacio con capacidad de sucederlo. El objetivo siempre fue “descorreizar” Ecuador. Eso obligó a figuras como la ex presidenta de la Asamblea Nacional, Gabriela Rivadeneira, y el ex canciller Ricardo Patiño a exiliarse y pedir asilo en México, mientras que otros fueron detenidos por apoyar el levantamiento popular del 2 de octubre de 2019. Una de ellas fue Paola Pabon, reelecta el domingo como gobernadora de Pichincha, uno de los estados más importantes de Ecuador.

El correísimo también fue despojado de su partido. En 2018, tuvieron que pedir un sello prestado porque Moreno se quedó con Alianza País y, tras superar muchas maniobras que estaban orientadas a no permitirles presentarse en las elecciones, lograron la autorización para Revolución Ciudadana.

Es imposible no destacar la resiliencia y coraje de muchos de estos militantes que fueron amedrentados por operadores judiciales y medios de comunicación. No alcanzó y, lejos de descorreizar el país, hoy se encamina a ser el partido hegemónico de Ecuador.

El partido de Correa obtuvo la reelección del estado de Pichincha de la mano de Pabon y ganó la alcaldía de Quito con Pabel Muñoz, ex asambleísta y economista cercano al ex presidente. Muñoz derrotó nada menos que a Jorge Yunda, actual alcalde.

Se impuso, así, a la derecha tradicional como Guayas y su capital, Guayaquil, controladas por el Partido Social Cristiano del cacique Jaime Nebot. En Guayas, Marcela Aguiñaga venció a Susana González, la actual gobernadora, y en Guayaquil, también el correísta Aquiles Álvarez destronó a la alcaldesa y ex candidata a presidenta en 2021, Cyntia Vitteri.

Prevaleció también en las gobernaciones de Manabí, Azúa, Imbabura, Sucumbíos y Santo Domingo y las alcaldías de Esmeraldas, Milagro, Santo Domingo, Santa Elena, Quevedo y Puerto López. En este último, resultó triunfador Omar Menéndez, asesinado durante la jornada de votación y tendrá como reemplazo a Verónica Lucas Marcillo.

La magnitud de la victoria fue tan contundente como sorpresiva, sobre todo en los distritos donde la derecha estaba con fuerte anclaje territorial. De esta manera, la nueva capilaridad se suma a su primera minoría en la Asamblea Nacional, donde tiene capacidad de veto y puede sumar aliados si logra diseñar un sistema de alianzas efectivos. El 2025 serán las elecciones presidenciales y dos años pasan rápido. El presidente Lasso está muy golpeado, sin mayoría parlamentaria, ni capacidad territorial y una imagen cada vez más baja, por la crisis económica, la inseguridad y la violencia marcada por el crimen organizado.

No obstante, Correa tiene dos desafíos que son urgentes para la vuelta de su espacio político al poder en dos años. Por un lado, terminar de sellar una alianza con el movimiento indígena, clave por su poder de movilización y con un importante caudal electoral que casi lo mete en el balotaje de 2021. No es fácil el diálogo, hay muchas rencillas y viejas heridas que deben ser sanadas pero es imprescindible construir un puente.

Por otro, emulando a Lula, Correa trabaja para acercarse al Partido Social Cristiano, la derecha tradicional que fue la gran derrotada pero sus diferencias con Lasso la acercan más a la izquierda de lo que muchos piensan. Si ese esquema avanza, el retorno estaría muy cerca.

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