Por Pablo Dipierri
El quintil de menores ingresos logró sostener sus condiciones económicas pese al alza inflacionaria en el primer trimestre de 2023, a diferencia de los “anteúltimos” y los sectores medios. La información se desprende del último relevamiento del Centro de Estudios sobre el Trabajo y el Desarrollo (CETyD) de la UNSAM, titulado “La dificultad de sostener el empate”.
Entre las principales conclusiones del documento, se destacan que “el objetivo de máxima de la mayoría de la población ha quedado reducido a sostener el empate” y que “el empleo toca picos históricos, pero el ritmo de crecimiento del sector informal duplica al del formal” si se contrasta el primer trimestre del 2023 anterior con el año en curso.
Según el CETyD, “los sectores más acomodados de la población y algunos segmentos de trabajadores lograron preservar sus ingresos y, en los mejores casos, obtener un diferencial”. “Entre ellos se cuentan empleadores, trabajadores independientes de alta calificación y ciertos grupos de asalariados formales que, a fuerza de negociaciones salariales casi permanentes, desarrollaron la capacidad de acompañar la suba de precios y lograron que sus salarios quedaran prácticamente indexados”, precisa el centro de estudios.
Asimismo, los investigadores de UNSAM hallaron que “los hogares más vulnerables sostuvieron sus ingresos a través de mecanismos diferentes”. “El crecimiento de los ingresos percibidos vía políticas sociales y jubilaciones (sobre todo jubilación mínima, que tuvo incrementos adicionales) compensó la importante caída que tuvieron sus ingresos laborales, que provienen generalmente de trabajos precarios e inestables”, argumentaron.
El horizonte resulta más problemático para los sectores medios y medios bajos. “Tanto sus ingresos laborales como los no laborales corrieron por detrás de los aumentos de precios”, postula el texto del CETyD, e incluye en esta situación a “los trabajadores formales con paritarias más rezagadas” y los grupos reconocidos como “los anteúltimos”, que son “trabajadores precarios de hogares pobres o que se encuentran apenas por encima de la línea de pobreza; que están por fuera de la cobertura de las normas laborales y la representación sindical; y donde en general no llegó la atención del Estado ni la intervención de las organizaciones sociales porque no son beneficiarios de programas sociales”.
Por otro lado, se publicó ayer también el documento de investigación de la CEPAL La estructura social de las últimas dos décadas en Argentina, firmado por los investigadores del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG) Eduardo Chávez Molina y José Rodríguez de la Fuente. Ese material propugna que existen “dos tipos de procesos que conviven en y configuran la estructura de clases actual”.
Al respecto, señala que “se reconoce una serie de procesos de cambio continuo y unidireccional en la evolución en el tiempo de las condiciones de vida de la población. Estos cambios parecieran ocurrir con relativa autonomía de la política económica y de las estrategias de desarrollo ensayadas por los gobiernos de distinto signo político, y pueden estar ligadas en mayor medida con los comportamientos sociodemográficos de los hogares o factores macrosociales con efecto a largo plazo, como la persistencia y fuerza de la heterogeneidad estructural”.
Sin embargo, consigna que hay además “procesos de ruptura y de contratendencia, tanto en sus aspectos progresivos como regresivos, en donde determinados aspectos de las condiciones de vida cambian de direccionalidad en el tiempo, generándose (des)igualdades entre las clases sociales”. “La coyuntura político-económica y las estrategias desarrolladas bajo los distintos gobiernos (incluso del mismo signo político) presentan un mayor peso explicativo en el cambio observado”, asegura.
La complejidad de la etapa, en definitiva, obedece a factores de emergencia reciente o actual pero también a estructuras que funcionan como cimientos o capas indelebles.
Esa es la razón por la cual, como plantean los investigadores del IIGG, “el contexto en el cual se dan estas condiciones matriciales condiciona las intervenciones públicas y las potenciales bondades de la esfera privada cuando hay períodos de expansión económica, y afecta a las clases más desprotegidas y desaventajadas cuando se producen contracciones y crisis, como las últimas, endógenas y exógenas, que han impactado en la Argentina”.