Abr 23 2025
Abr 23 2025

El oscuro objeto de la proscripción

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La disquisición sobre la proscripción de Cristina Kirchner es el nuevo ordenador de la interna descarnada del Frente de Todos (FdT). Inhibidor de objeciones de rigor histórico, el argumento encapsula y abstrae con pretensiones de pureza ideológica la indiscutida persecución judicial sobre la Vicepresidenta. Sin embargo, la custodia semántica del kirchnerismo sobre las palabras de su jefa sustrae y escamotea al mismo tiempo las causas y consecuencias de la consigna plasmada en afiches de precampaña 2023.

El asunto es tan problemático que el saldo de la mesa política, fetiche traumático de una experiencia gubernamental trabada en la mezquindad y la urgencia, se dilapidó en tres días. Con un documento que ponderaba la unidad, la definición de candidaturas en PASO y la proscripción contra la ex Presidenta como ejes, buena parte de los 33 peronistas que suscribieron el texto lo despedazaron durante el fin de semana de carnaval, con filtraciones off the record, interpretaciones públicas del significado y alcance de cada frase y el uso y abuso de conceptos caros a la liturgia peruca.

Fue la propia titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, quien demolió con dos oraciones amorosas el razonamiento que emparda el asedio contra Cristina, sostenido en fallos de un Poder Judicial mafioso que ejecuta sin ajustarse a derecho la hoja de ruta de los negocios del poder económico, con el decreto 4161/56 sancionado por los militares de la Revolución Libertadora (o fusiladora). Luego de circunscribir la convocatoria del próximo 24 de marzo a la tradicional e histórica conmemoración del golpe de Estado de 1976 y desactivar la excusa de la marcha como un escenario más para la búsqueda de respaldo a la Vicepresidenta, Carlotto respondió a FM La Patriada que no comprendía la disquisición sobre la proscripción.  “Yo no entiendo, no soy abogada, soy una simple maestra, una abuela”, dijo, y añadió: “tenía entendido que no estaba proscripta y, si lo dice alguien como Aníbal Fernández, pienso que lo dice con criterio, él es abogado”. “Hay otros que dicen que está proscripta pero no sé, no sé qué es lo que pasa para que se pongan de acuerdo y, sobre todo, que ella pueda participar como una más dentro de las listas de futuros mandatarios”, repuso, y concluyó: “estoy confundida porque unos dicen que sí y otros que no”.

El desparramo que armó su postura, en tanto figura emblemática para el kirchnerismo, fue total. Intachable en su trayectoria e incuestionable en su identificación con los gobiernos del viejo Frente Para la Victoria, Carlotto produjo un cimbronazo tan grande que hubo pretorianos impugnando la pregunta por la proscripción en vez de pensar el alcance y la densidad de la respuesta. Solo la perversión de Clarín, que tituló al día siguiente que la Vicepresidenta no utilizaría esa plaza para “lanzarse” por las declaraciones de Carlotto, y su vocación por el daño permanente oficiaron de mecanismo de inmunidad para las heridas que se abren por el antagonismo interno del gobierno en curso.

Aun así, la confrontación sigue abierta y habilita una serie de riesgos e inquietudes que acreditan origen reciente.

Herencia, orfandad y madurez

Mucho más potente que cualquier productora de series ondemand, el peronismo fabrica siempre su propio juego de tronos, más ingenioso y truculento que House Of Cards y más fantástico que el relato de reyes, dragones y ejércitos de muertos. No obstante, la literatura que urde con épica termina aprisionando a sus personajes principales, que se sumen en mesas deliberativas, comisiones de cualquier tipo y asados de variada calidad.

El capítulo en curso narra las perturbaciones internas de la coalición oficialista desde que CFK anunció que no sería “candidata a nada” en este turno electoral, por su conmovedora, indómita y brillante lucidez como cuadro político y su resistencia a convertirse en mascota del poder. Semejante definición, cincelada con astucia y racionalidad, dejó sin tutela, palanca y conducción a un sinnúmero de dirigentes kirchneristas que de repente se sintieron a la intemperie y desguarnecidos.

Aunque la ex Presidenta dio ese discurso el 6 de diciembre pasado, después de que el Tribunal Oral Federal Nº 2, piloteado por el juez Rodrigo Giménez Uriburu, la sentenciara a seis años de prisión y la inhabilitara para el ejercicio de cargos públicos a perpetuidad, lo que profirió fue masticado previamente por ella y su círculo áulico. Tan es así que un dirigente gremial que promovía una movilización para ir con su tropa hasta el Congreso con el propósito de mostrarle su apoyo durante la lectura del fallo y permanecer a disposición recibió un llamado telefónico de su parte una semana antes. En esa conversación, la líder del FdT le dijo: “Necesito que bajes la movilización”. “No puedo, Cristina. Si no la hacemos, los compañeros nos pasan por arriba porque quieren ir igual”, retrucó, entre atónito y honrado por la comunicación de su interlocutora. Y ella concluyó: “Entonces, hacela con cuidado pero yo necesito que escuches lo que tengo para decir”. El contenido de su alocución estaba preparado, como corresponde a una estadista que no timbea su suerte. De hecho, La Cámpora había convocado esa tarde a que sus militantes se reunieran a ver la puesta de la Vicepresidenta en las unidades básicas del territorio donde se desplegaran cotidianamente.

Ya para entonces, se especulaba con la conveniencia de que el nombre de la dirigenta que más adhesión concita fuera al tope de la boleta o se inscribiera como postulante a senadora por la Provincia de Buenos Aires. Esa clase de menú temático en cada café entre compañeros desataba hipótesis más o menos desgarradoras para quienes todavía imaginaban la tercera presidencia suya como parte de un clima de época mientras la Scaloneta avanzaba en el Mundial de Qatar. Un sindicalista insospechado de pijotear audacia bajo el imperio del cálculo ya advertía a su entorno que había que “preparar a la militancia” porque la jefa política no se presentaría a la contienda. De todas maneras, el combativo activista en cada intervención pública que hacía o cada entrevista que concedía repetía sin cesar el nombre de Cristina como santo y seña.

Ante esas circunstancias, la Vice fue oradora central de la inauguración del Polideportivo Diego Armando Maradona en Villa Corina, en el partido de Avellaneda, el último 27 de diciembre. Acompañada por el gobernador Axel Kicillof y el intendente Jorge Ferraresi, se desdijo de lo que había planteado 21 días antes, cuando explicó que lo suyo no fue renunciamiento ni autoexclusión sino proscripción. Iniciaba en ese instante una querella contra sí misma: Cristina versus Cristina, pasión de los exégetas.

El genio y la perspicacia puestos en juego tan solo tres martes atrás, bajo la lectura de que debía correrse para que la canalla no atacara al peronismo con la presencia de una candidata “condenada” y propiciara, en esa maniobra misma, las chances de que una fórmula oficialista prevalezca en los comicios, se diluía en la atención frente al desamparo de su organización dilecta y las agrupaciones silvestres que la rodean. Sin ella en la cancha, su equipo no cotiza igual y cada competidor por sí mismo pierde gravitación para la integración de la boleta.

La algarabía popular por la hazaña de Lionel Messi y sus gladiadores, las ganas de desentenderse de asuntos públicos en medio de Navidad y Año Nuevo y el agobio de una sociedad que registró alrededor de 30 millones de personas vacacionando durante enero y febrero licuaban el ardor de la rosca. Si no fuera imputable de malicia, la chicana del referente del Movimiento Evita y funcionario de la Jefatura de Gabinete, Fernando Chino Navarro, hubiera computado como válida cuando dijo en la tertulia de Matheu 130 que nadie en la calle lo paraba para “preguntar por Cristina”. Los hechos indican que la consigna “Cristina 2023, proscripción un carajo” se alumbró o se comunicó en un cónclave encabezado por el diputado Máximo Kirchner con funcionarios de la administración bonaerense, jefes municipales del conurbano y sindicalistas de la Corriente Federal de los Trabajadores de la CGT y la CTA, justo un día antes de la cena que varios de esos intendentes compartieron con el presidente Alberto Fernández en Olivos. Es decir, la iniciativa fue de arriba hacia abajo y no al revés, tal vez porque el sistema se achica cada vez más en su capacidad de expresar demandas plebeyas.

En este contexto, la proscripción funciona como el ajuar de una lucha que el kirchnerismo pierde contra la mafia judicial. Nadie en su sano juicio podría atribuirle a la familia Kirchner desconocimiento de la historia, ni siquiera aunque el titular del PJ bonaerense haya dicho en un mitin del viernes pasado que “a las claras está que la persona que reúne la mayor cantidad de votos de manera individual en la Argentina no se puede presentar, por esto que tan bien describió sucedió en la Argentina del 55’ en adelante”. Efectivamente, la Vicepresidenta podría postularse porque la sentencia no está firme y, en los hechos, no hay impedimento para que inscriba su nombre en la boleta, según explican juristas y magistrados probos. Hasta la diputada Carolina Gaillard, a cargo de la Comisión de Juicio Político en la Cámara Baja, sostuvo la semana pasada esa tesis.

De modo que las cartas sobre la mesa manifiestan una incomodidad y solicitan la indagación sobre las razones tácticas de este plenario interminable. Si la principal dirigenta no quiere encabezar la nómina porque el escarnio mediático conspiraría contra la cosecha de sufragios del FdT, el electorado podría pelear en defensa de su mejor representante votando por el candidato peronista que se comprometa a defenderla y combatir a los togados, mientras lleve adelante un programa de gobierno en sintonía con lo que la base de sustentación reclama. Si no puede porque los tribunales superiores apurarían la confirmación de la sentencia de primera instancia, los candidatos peronistas que deban competir perderían legitimidad frente a los votantes. El anclaje de la proscripción de Cristina podría derivar en la caricaturización de cualquier challenger interno bajo los rasgos de Arturo Illia.

El diputado Kirchner habría dicho en el cónclave del PJ nacional que no le atribuyan a él y sus compañeros la displicencia frente al resultado electoral por venir. “No digan que no queremos ganar”, fue su queja. La apelación parece el esbozo de una refutación contra el olor a 2015 que ronda al peronismo en 2023.

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