El periodismo nació partisano en Argentina. La autoría de la frase pertenece al profesor Damián Loreti, ex vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales y titular de cátedra en la materia Derecho a la Información en la carrera de Ciencias de la Comunicación en la misma casa de estudios.
Ante la consulta de La Patriada, advirtió que ese hecho, traducido por la historiografía de los medios como el surgimiento de La Gazeta de Buenos Aires, es soterrado adrede por los propagandistas de la presunta objetividad. En esas páginas, al decir de Loreti, se toma posición o se expresa “la voz de la Revolución de Mayo”. “Eso se omite cuando se habla de un periodismo objetivo, serio y profesional versus un periodismo con toma de posición, como si el ‘profesional’ no lo tomara”, argumentó.
La reflexión vale de cara a la celebración del Día del Periodista, con un gremio cuyo saldo organizativo crece después de la descomposición padecida en experiencias sindicales anteriores, y aplica además ante la precarización laboral del sector y la chatura política de su despliegue. Puestos a describir el estado de situación, los trabajadores eligen la palabra crisis para cualquier título tentativo.
Por caso, la conductora y locutora Felicitas Bonavitta consideró que “la cuestión vinculada a la era digital, la aparición de las redes sociales y los prosumidores ponen en jaque la verticalidad con la que hasta aquí se administraba la información y los conflictos que en muchos casos de allí derivan: los cambios en los tiempos para publicar, la necesidad de la inmediatez, la viralización de noticias falsas, la pérdida de las premisas básicas para el periodismo, el chequeo, las fuentes y, por supuesto, la precarización laboral que amenaza la posibilidad de ejercer el periodismo con dedicación”. “Es muy difícil si tenemos en cuenta que la mayoría de los y las trabajadoras de prensa necesitan tener más de un trabajo para poder subsistir, y lo digo no sólo por la cuestión de las nuevas tecnologías porque en nuestro país tenemos una discusión que no está saldada después de la ley 26522, que reemplazó a la Ley de Radiodifusión de la dictadura y que verdaderamente puede representar un nuevo paradigma para quienes nos desempeñamos especialmente en los medios audiovisuales, ya que la concentración de medios en pocas manos nos impide en muchos casos visibilizar que hacer periodismo con lógicas que no tienen nada que ver con lo comercial es posible, más cercano a los derechos de las audiencias y el respeto por los derechos de las personas, y eso lo sabemos muy bien quienes gracias a esa ley nos desempeñamos en medios cooperativos o comunitarios”, explicó a través de un intercambio por WhatsApp. Aun así, consignó: “el periodismo está en crisis, y no podemos menos que ser optimistas y bregar para que de esa crisis surja algo mejor”.
En ese sentido, Loreti añade que “el cambio de modelo de financiación del periodismo hacia las plataformas y la opción de las nuevas generaciones para no ver los medios que las generaciones anteriores usaban para informarse es todo un desafío”. “Esto impacta en la calidad de la profesión periodística en términos de sus propias condiciones de empleo y el modo de financiamiento de su actividad”, remarca, y agregó: “al mismo tiempo se cruza con un déficit estructural de pluralismo en la Argentina en general, que se apoya además en una especie de asimetría sobre las condiciones regulatorias que favorece aún más la concentración y su aprovechamiento para el acceso a los recursos”.
Bajo ese enfoque, se habilitan preguntas para indagar hasta dónde están capturadas las rutinas del oficio por una matriz que conspira contra el fortalecimiento de la democracia. El ex subeditor de Tiempo Argentino, profesor en la Universidad Nacional de La Matanza y miembro del staff de revista Contraeditorial, Carlos Romero, señala que actualmente abundan influencers, redactores o community managers que no se autoperciben periodistas y eligen asumirse como “creadores de contenidos”. “Hay una necesidad de aclarar que no se es periodista porque el periodista está desprestigiado por un lado, pasado de generación y aburrido: da viejo ser periodista”, grafica.
Sin embargo, pondera que la democracia le dio un lugar fundamental al periodismo, como espacio para tramitar la crítica y el debate público. “¿Eso significa que hay que atender a Momo o Coscu, con todo respeto por ellos porque son muy exitosos en lo suyo, cuando ellos no tienen ningún interés en ocupar ese lugar?”, inquiere Romero, y desliza: “el estado de salud del periodismo no es un problema solo para los que vivimos de esto sino que es un problema de la sociedad en su conjunto”.
Si se recupera la mirada cruda sobre la génesis del periodismo en el Río de la Plata, se infiere que habría una operación de sinceramiento sobre la hibridación de la función política y la tarea periodística. Cualquier facción política tuvo en el Siglo XIX su propio house organ, herramienta que también utilizarían las mutuales, sindicatos y partidos de izquierda, y muchas plumas de esas experiencias de comunicación eran, a su vez, referentes políticos.
Después de la domesticación política perpetrada a caballo del terror en la última dictadura y el sedazo cultural de la década del 90’, el kirchnerismo abrió un tajo en el periodismo. El cultivo de un entusiasmo por la restitución del sentido de la política sedujo a buena parte de los trabajadores de prensa y movió al rechazo activo a otros.
Sin embargo, el advenimiento del macrismo produjo un desparramo en la constelación mediática que evidenció las asignaturas pendientes del Frente Para la Victoria, a pesar de sus notables incentivos y aciertos sobre la actividad, como así también la carencia de perspectivas de consolidación en la disciplina. El saldo de una época virtuosa para la discusión pública no redundó en un fortalecimiento de la ética o deontología periodística, y cierta tendencia a la permanencia inerme frente al mercado. El presente, en consecuencia, sigue siendo de lucha.