Por Pablo Dipierri
El gobierno necesita un changüí de seis meses, ante la fragilidad financiera y el delirio político, porque a partir del 2024 cambian las ecuaciones económicas. Sin embargo, esa tregua solo sería posible si la compulsa democrática no estuviese comprometida por la voracidad del poder económico y la oposición que alquila para yugular al Estado, dejar grogui al Frente de Todos y liquidar cualquier vestigio de rebeldía plebeya con representación institucional.
Aunque no hace falta ser brillante para dilucidar con estas claves la actualidad, se precisa valentía para enunciarlas en las tribus del oficialismo, más preocupadas por facturarle al campamento de al lado su defección ideológica o indignarse por decisiones que se toman mal, regular o peor –o no se toman-. Por eso, llamó la atención que las explicitara el lunes pasado el profesor Ricardo Arondskind en una entrevista con FM La Patriada, expresando cierto agotamiento por mentarlas desde hace rato sin que se produzca mayor efecto. “Uno tendría que decir que hay que cubrir un bache transitorio y evitar que se transforme en un cataclismo. En un país que fuera más inteligente, se pone todo el mundo de acuerdo en evitarnos el costo de una devaluación”, explicó.
Pocos días después, el economista y magíster en Relaciones Internacionales por FLACSO sostuvo en la misma emisora que “hablar del FMI es no querer hablar de lo que hacen los actores locales”. Ultimátum contra las excusas de un lado y otro.
De todas maneras, la semana estuvo signada por los bamboleos de Juntos por el Cambio, a partir de las intenciones de Horacio Rodríguez Larreta con la incorporación de Juan Schiaretti, y la amenaza de Sergio Massa acerca de su eventual renuncia al Ministerio de Economía si el oficialismo dirimiera sus divergencias en PASO. El tigrense es tan resbaloso que su maniobra extorsiva hizo temblar a más de un empresario pero el otrora super ministro, devenido en delegado cruzado de Washington, un sector de La Cámpora y lo más (des)granado de la burguesía nacional, se encargó de seguir el decálogo de su manual: primero, manifestó su iracundia a través de voceros, una diputada y un ministro que le responden ante los medios y luego mandó a mitigar por Whatsapp el daño que la operación causaba. Así, se muestra como el magnánimo dirigente que pone paños fríos a la situación, se trate de una corrida cambiaria o un zamarreo a la coalición que integra.
Navegando bajo la tormenta, Massa entiende que quizá no le alcance con el apoyo de Washington para que Kristalina Georgieva le gire la liquidez que demanda la especulación de los fugadores locales ni le permita el margen de maniobra suficiente para contener la presión sobre la cotización del dólar. Contrarreloj, driblea para presentar su fracaso en la gestión como una derivación de los problemas políticos: alega que el presidente Alberto Fernández juega a los soldaditos con Daniel Scioli y Victoria Tolosa Paz y eso complica el frente externo. Cuando el reproche lo hacía su antecesor en el cargo, Martín Guzmán, lo acusaban de ser un agente de las corporaciones financieras y, cuando el platense posgraduado en Columbia dimitió intempestivamente, lo tildaron de irresponsable. La seriedad, para una fracción del oficialismo, debe ser blandir la renuncia como el pibe del potrero que se llevaba la pelota a su casa si iba perdiendo pero se quedaba si le daban alguna ventajita, al decir de Mauricio Macri.
Más allá de las definiciones que tome el Frente Renovador, el 14 de junio vence el plazo para la presentación de las alianzas electorales, justo el mismo día en que el Indec publicará el IPC de mayo. Por estas horas, se multiplica la rosca a través del teléfono o mesitas de café y el frenesí hace al deleite de los profesionales que viven de la comercialización de esa información. No obstante, la caducidad de esa especie es directamente proporcional a la vorágine con que se ensayan pruebas de laboratorio, mientras los militantes que no canjearon sus pecheras por cinismo esperan con estoicismo –o resignación- y la sociedad pone una serie ondemand. Para colmo, puede verse a sí misma en Diciembre 2001 por Star Plus o en los recitales de Fito Páez en los 80’ y 90’ que reconstruyó El amor después del amor.
En un contexto signado por el fuerte crecimiento del empleo registrado, con 32 meses acumulados según el SIPA, pero los ingresos subiendo por debajo de la inflación, los trabajadores venden más tiempo de sus vidas y apenas pueden con la crianza de sus hijos o la invención de un espacio de libertad que no esté matrizado por otra cosa que no sea consumo y reproducción de su malestar.
El sistema político sigue achicándose y sus principales competidores ni siquiera comprenden que el 70 por ciento del padrón asistirá este año a los comicios con menos de 45 años de edad. Encima, el mapa que les acercan a través de onerosos focus group no es el territorio, que -sin romantizarlo- se tornó en las últimas décadas más insondable y difuso y se ramificó desde las unidades básicas o los sindicatos a Twitter, Instagram y Tik Tok. Los cuadros integrales o técnicos que se han probado en batalla y pueden despertar más o menos simpatía aún no se percataron que están discutiendo adentro del vestuario pero, fruto de la capilaridad de las redes sociales, todo el estadio observa el espectáculo deprimente que dan.
Las pulseadas que protagonizan ponen a prueba la madurez y la comprensión de la sociedad. Netflix todavía no hizo esa serie.