Por Pablo Dipierri
“No le doy ninguna importancia a (Victoria) Villarruel, que hable, que grite”, expresó la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, en la previa del acto que la compañera de fórmula de Javier Milei protagonizaría en el Salón Dorado de la Legislatura porteña para reivindicar a militares caídos en combate contra agrupaciones guerrilleras durante la última dictadura. En ese sentido, agregó: “son tácticas políticas para dividirnos, distraernos en estas locuras, y pelearnos y debilitarnos”.
La Patriada corroboró que, desde que se conoció la convocatoria de los libertarios para esa ceremonia, diversos dirigentes kirchneristas cambiaron mensajes para coordinar la movilización o la contención de sus agrupaciones. El saldo de esas deliberaciones discretas arrojó una presencia diluida de sindicatos y activismo político reducido, para no subirle el volumen al despliegue de La Libertad Avanza, y evitar el tropezón con cualquier tipo de “provocación”.
Sin embargo, ocurrió lo inevitable. La asesora de imagen de Milei y candidata a diputada nacional en 9º lugar, Lilia Lemoine, fue rociada con nafta cuando intentaba ingresar al ex Concejo Deliberante. El incidente aumentó el score de la legitimidad de los que defienden a los genocidas atribuyéndoles violencia a los pretendidos herederos de la lucha de sus víctimas.
Un referente del kirchnerismo porteño le decía a este medio que, por primera vez en muchos años, se encontraba tomado por la angustia. “Nadie da la cara, no se dan cuenta de la amenaza que representa esto”, anotaba en una factura que alcanzaba hasta a la vicepresidenta Cristina Kirchner y La Cámpora.
El desánimo sigue permeando a la militancia, aun cuando cada cuadro sepa que una eventual derrota en los próximos comicios puede ser devastadora para el campo popular. Una pista la dio el ensayista Jorge Alemán, en una entrevista con el programa Pasos Perdidos por FM La Patriada, el último sábado, cuando sostuvo que “la voluntad humana no es operativa” en este contexto.
Las desinhibición impúdica del fascismo que la democracia había confinado como podía en la posdictadura parece directamente proporcional al engrosamiento del padrón por parte de generaciones que nacieron después del 83’. La emoción que produjo el hit de la película 1985 el año pasado es tan solo el anverso de la furia autoritaria, cuyo caldo empezó a hervir con la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que impulsó Néstor Kirchner en los albores de su gobierno. La bronca que expresa Milei es también fruto del agotamiento que produjo una narrativa que estuvo a la altura de la verdad histórica y la consistencia jurídica argentinas pero quedó lejos de las urgencias actuales.
Así lo demuestra el texto que compartió el profesor Damián Loreti, abogado por la UBA y doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, en una charla sobre la percepción de la democracia, a 40 años del triunfo de Raúl Alfonsín, organizada por la Facultad de Ciencias Sociales. Bajo el título “La pérdida de la memoria europea”, el autor de la nota recuperada por Loreti, Peter Verovsek, postuló que “el auge de la extrema derecha en Europa no puede explicarse solamente por factores económicos y sociales”.
Fechado en 2019, ese documento postula que el liderazgo de los países ubicados al otro lado del Océano Atlántico cayó en manos de “una generación sin memoria alguna de la Segunda Guerra y el fascismo”. “A medida que las generaciones que experimentaron la guerra han comenzado a desaparecer, también lo han hecho las exigencias normativas más amplias de la memoria”, asevera.
El problema del oficialismo argentino, en consecuencia, excede las explicaciones más simplistas, habitadas por un determinismo económico impotente o aguijoneadas por chicanas sobre la falta de decisión política contra los adversarios. Tal vez la clave de esta época radique en encontrar la forma de conectar con la memoria popular sin regocijarse en la industria de la nostalgia. O sea, la hora le exige a Sergio Massa que haga la de Patoruzú, mientras los deudos de una retórica que no calza con el ágora permanecen de brazos caídos. “Lo difícil no es ganar, sino ganar con este equipo”, suele decir uno de los apoderados de las listas de Unión por la Patria en la Ciudad de Buenos Aires.