El discurso desquiciado se impuso a niveles que tal vez el flamante presidente no controle en su interpelación a sus seguidores, que ahora esperan lo que prometió y lo que dice quizá sepa a poco. | Por Mariano Denegris
Un par de días antes de que comenzara el cronograma electoral nacional de este año que culmina con la asunción de Javier Milei, autopercibido como primer presidente liberal-libertario del planeta, un secretario de Estado del gobierno de Alberto Fernández afirmaba en su despacho que “Argentina está para un moderado”. No aclaraba si era pronóstico o deseo su afirmación pero a juzgar por el recorrido de su análisis que mentaba las diferencias entre Luis Arce y Evo Morales, o entre el Lula anterior y el actual, su frase se parecía a una mezcla de ambas premoniciones. En pocas horas su anticipo chocó con el resultado de las PASO, que ubicaron a los candidatos de la moderación, Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta, como los más golpeados por el electorado. Pese a que uno de ellos siguió en carrera al ganar una interna de final cantado, ambos sumaron apenas 32 por ciento de los votos. Enfrente, las variantes que no podrían considerarse moderadas, superaron ampliamente la mitad de los votos válidos. La partición de aguas puede ser antojadiza. No hubo tal cosa como una interna abierta entre moderación e intemperancia. No obstante, sirve como ejercicio para analizar alguno de los varios clivajes a los que se llevó al electorado.
De hecho, parte del intento discursivo de algunos voceros que torcían por el candidato moderado en el balotaje buscó resumirse en la consigna: “votá por el tipo normal”. A esa consigna se le añadían por contigüidad otras posibles cadenas significantes: no por el que habla con su mascota muerta, agita una motosierra frente a sus seguidores, desearía alimentarse con una pastilla al estilo astronauta porque no disfruta del ritual de la comida y se disfraza de un superhéroe inventado a los 50 años entre otras excentricidades. Votá por el tipo normal. El par normalidad/anomalía se asocia a otros, como moderación/disrupción o continuidad/cambio. Construir la mejor secuencia discursiva generalmente implica construir la mejor opción política. Pero esto no se puede hacer sobre la nada. Sobre esa base se asientan los lenguajes, las estéticas, los circuitos de comunicación, los algoritmos y las conversaciones que terminan de configurar un escenario y no otro. El ascenso de Milei, su capacidad de ajustarse a lo que las circunstancias pedían es más una consecuencia del fracaso de Mauricio Macri que del de Fernández. Fue la debacle del gobierno de Cambiemos el factor que llevó a una parte del círculo rojo a apostar por una oposición por derecha a la gestión del primer presidente que lograba llevar al poder a uno de los suyos sin usar la fuerza militar ni el entrismo en partidos populares.
Si bien Milei debuta en primera en el invierno de 2016, fue a partir de la crisis desatada a fines de 2017, con la movilización del 18D y la conferencia del 28D, que señalan los límites del macrismo para darle continuidad a su proyecto de restauración plena del poder de las clases dominantes, que el joven que Eurnekien metió en los programas del Grupo América se consolidó como el más taquillero de los influencers de la nueva derecha. Los sectores dominantes de la economía que habían apostado fuerte por el gobierno de Macri necesitaban preparar un relevo por si no era posible la supervivencia del experimento ideado tras la crisis del 2001 que debió realizar un paciente trabajo del consolidación a la espera del fin del ciclo kirchnerista
Primero en la TV, redes después, el economista libertario le sacó ventaja a otros posibles canales de expresión de ese populismo de nuevo signo. Podrían haber jugado ese rol youtubers como Prestofilipo o Agustín Laje, o mediáticos puros como Viviana Canosa o Baby Etchecopar, si la hora lo demandaba. Pero fue Peluca Milei.
En su discurso de asunción, deliberadamente pronunciado a espaldas del palacio y las instituciones de la república, prometió el mismo sufrimiento inmediato del manual del neoliberalismo. La nueva era de libertad que anunció después de exagerar el abismo al que se enfrenta el país con cifras monstruosas de pobreza e inflación, tanto que no puede dimensionarse que se duplique la pobreza en dos meses o que la inflación bata los record de fines de los ‘80, tiene más pasado que futuro. Ya no son los 70 años de peronismo los que hay que dejar atrás, sino los 100 de voto universal, secreto y obligatorio que inauguró el radicalismo. Las “luchas intestinas” que trajo a su alocución tienen reminiscencias al siglo XIX del que el presidente rescató a la Generación del ‘37.
Más acá en el tiempo pero siempre mentando siglos pasados, comparó su triunfo electoral con la caída del muro de Berlín y repitió más de una vez la muletilla de Margaret Thatcher del “no hay alternativa”, “there is no alternative”, que hasta se resumió en la iniciales TINA. También rechazó, como insistía Milton Friedman en sus cartas al dictador chileno Augusto Pinochet, todo margen para el gradualismo. El shock indispensable, la luz al final del túnel, las recetas del monetarismo, la crisis educativa y las pruebas PISA fueron parte del repertorio clásico de los comienzos de gobiernos neoliberales, que el auditorio módico pero no despreciable de perfil humilde escuchaba con gritos contra la casta y a favor de la simbólica motosierra.
Ese público esperanzado con banderas argentinas y amarillas se entusiasmó cuando parecía que su líder iba a anticipar que el ajuste lo iba a pagar la clase política. Pero Milei no usó ese término. Dijo que lo pagará el Estado y no el sector privado. Cuando usó el apelativo “clase política” lo hizo para abrir las puertas a todos los que quieran sumarse a las ideas de la libertad. Invitó a políticos, sindicalistas y empresarios. También pareció saber a poco para una tribuna que no votó moderación en su advertencia de eliminar los beneficios sociales sólo a aquellos que corten las calles. El Loco aseguró que “no venimos a perseguir ni a buscar venganza, no tenemos un proyecto de poder sino un proyecto de país, los recibimos con los brazos abiertos”.
Pero la inmoderación que lo llevó a la victoria terminó llegando desde un pasado más lejano aún del que pudiera imaginarse. Encomendó su misión a “Jánuca”, la festividad judía que conmemora la victoria de los macabeos sobre los sirios y la recuperación del Segundo Templo de Jerusalén en el año 165 a.C.
Argentina 2023 estaba para un moderado, pero terminaron ganando “las fuerzas del cielo”.
Dios dirá.