La vicepresidenta Cristina Kirchner llamó el viernes pasado, durante su intervención en el acto de la UOM en Pilar, a la elaboración de un “nuevo acuerdo democrático” que incluyera a todos los actores, desde el sindicalismo y el empresariado hasta la totalidad de las fuerzas partidarias. Aunque las especulaciones sobre su candidatura concentraran la atención de la prensa y la militancia, esa definición retoma la senda de lo que dijera en 2019, antes de ungir a Alberto Fernández como cabeza de fórmula del Frente de Todos (FdT), cuando mentó la necesidad de un “nuevo contrato social de ciudadanía”.
Incluso cuando la idea resulte candorosa para los sectores más combativos del sistema e irrisoria para las usinas del cinismo, en su esencia es tan revulsiva como imprescindible.
Al día siguiente, el diputado Máximo Kirchner atendió al Jefe de Estado, al tildarlo de “aventurero” por aprovecharse de la plataforma de un proyecto colectivo que lo depositó en la Casa Rosada para jugarse su destino personal de cara al 2023. Sin embargo, la noticia más importante no fue la del Congreso del PJ en Mar del Plata sino el encuentro de la Fundación Federalismo y Libertad, en ocasión de su 10º aniversario, en la provincia de Tucumán: el ex presidente paraguayo Federico Franco, su par uruguayo Luis Alberto Lacalle y su colega colombiano Álvaro Uribe disertaron sobre la defensa de la democracia representativa y las libertades políticas, económicas y civiles.
Bajo el pomposo título de “Declaración de Tucumán”, esos referentes regionales del conservadurismo manifestaron que “ante la imperiosa necesidad de defender los derechos humanos y el estado de derecho asediados por una ola autoritaria, invitamos a concertar voluntades y dirigir esfuerzos para promover la democracia y explorar el desarrollo de un plan de acción conjunto en pos de la libertad y la prosperidad hemisférica”.
El portal de Infobae, gozoso divulgador del cónclave, apuntó también que “el pacto regional está dirigido a defender el estado de derecho y la igualdad jurídica; la separación de poderes; la alternancia de gobierno con pesos y contrapesos; la economía de mercado; el derecho a la propiedad privada; la transparencia; y la responsabilidad fiscal”.
Si bien los principales oradores de esas jornadas, desarrolladas los días 3 y 4 de noviembre últimos, no acreditan elevados índices de seducción, el dato destacado es que entre los concurrentes se contaban el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, la senadora Carolina Losada, y los ex ministros de Economía Alfonso Prat Gay y Domingo Cavallo. De ahí que la persistencia de la Vicepresidenta y buena parte del peronismo en la convocatoria a todas las fuerzas políticas para urdir un pacto que refunde el sistema parece, de a ratos, una utopía inalcanzable: no hay palomas entre los halcones.
De hecho, el propio Mauricio Macri dijo, durante un evento de septiembre de 2021 que reunía en República Dominicana a figuras afines al neoliberalismo para debatir sobre los desafíos de América latina, que “la democracia es el peor de los sistemas”. Lo que al mandamás del Pro le molestaba, según sus apreciaciones, era el engorroso trámite de someter al cabildeo de las diferentes representaciones institucionales cualquier iniciativa. Esas mediaciones que hacen a la arquitectura jurídica de las mediaciones construidas entre las luchas populares y las conquistas normadas es lo que la lógica gerencial que curten los patrones esculpidos como referentes políticos aborrece.
Bajo esa perspectiva, el asombro por el modo Socorro 5º Año que escogió el primer mandatario para responderle al líder de La Cámpora, peronómetro en mano y torpeza a cuestas, es alimento para aves de corral. La verdadera discusión pasa por la salida que el peronismo le ofrezca a la sociedad el año que viene, frente a la comparsa de la derecha. Y en ese sentido, no hay margen para la improvisación de nadie ni el capricho o la vanidad de los dirigentes, ni se puede arriesgar el destino de CFK a una derrota sin resguardo frente a la persecución judicial: es obligación también de la fuerza partidaria, las centrales sindicales y las organizaciones sociales cuidar al último dispositivo patriótico y popular contra la servidumbre económica y el colonialismo de las subjetividades.
Lejos de lo que Macri o los convidados de Tucumán juzgan como desorden o embrollo, la democracia palpita actualmente con la fragilidad de un suspiro. Ante el desvanecimiento de sus garantías por impotencia frente al poder económico, el país –ofendido, desahuciado o porfiadamente feliz con poco- contiene pacientemente la respiración y está más pendiente de la molestia en el tendón de Aquiles de Lio Messi que del microclima palaciego en el que la política pierde sentido y orientación.