Dic 06 2024
Dic 06 2024

García Cuerva pidió que «el odio y el individualismo no se hagan costumbre»

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A 50 años del asesinato del Padre Mugica, el arzobispo de Buenos Aires otorgó un duro discurso en el que reclamó obras para los barrios populares y cargó contra la corrupción y el narcotráfico.

En el 50º aniversario del asesinato del padre Carlos Mugica, el arzobispo Jorge García Cuerva encabezó una misa que tuvo como escenario el estadio Luna Park de Buenos Aires, después de una corta peregrinación desde la Catedral. Allí García Cuerva destacó la figura del sacerdote villero, asesinado por la Triple A en la parroquia capitalina de San Francisco Solano (Villa Luro). En su homilía, el arzobispo porteño criticó la discontinuidad de las políticas públicas para los barrios populares, advirtió sobre los peligros que azotan en particular a la niñez, advirtió sobre «dirigentes muy ricos» y gente trabajadora «siempre muy pobre» y llamó a «prestar nuestras voces para seguir reclamando -como lo hizo el cura asesinado- por la paz y la justicia, convencidos que la violencia no es el camino».

La homilía que se celebró este domingo fue el corolario del mes Mugica organizado por los curas y las comunidades de las villas y barrios populares de todo el país. En este contexto, García Cuerva desglosó «La meditación en la villa», una oración del propio Mugica, a la que le agregó su propio sello.

Acompañado por otros siete obispos, entre ellos el Presidente del Episcopado, Oscar Ojea, y rodeado de medio centenar de sacerdotes, García Cuerva fue tomando frases de la meditación del cura villero asesinado, a quien presentó como una persona que “entregó su vida por Jesús y el Evangelio, jugándose por entero en la Argentina convulsionada y violenta de las décadas del sesenta y setenta”. El arzobispo acompañó cada frase original de Mugica con su propia mirada, actualizando el diagnóstico y la reflexión.

«Cincuenta años después seguimos chapoteando entre descalificativos y odios; chapoteamos en el barro de la corrupción. Estamos acostumbrados a chapotear en el barro de los enfrentamientos constantes, mientras los más pobres siguen chapoteando en el barro de las calles de sus barrios sin asfalto y sin un plan de urbanización», lanzó García Cuerva.

En esa línea, el arzobispo de la Capital Federal, con estrecho vínculo con el papa Francisco, continuó: «Estamos asistiendo a la discontinuidad de políticas públicas de integración de barrios populares, que habían sido logradas con el consenso de gobiernos de distintos signos políticos y representantes legislativos».

Para García Cuerva, pareciera que los están argentinos están «acostumbrados» a que los «chicos y adolescentes mueran todos los días por la droga» y el «maldito paco que los consume». «Avanza la pandemia silenciosa del narcotráfico, que utiliza a los pobres como material de descarte, que promueve el sicariato, que seduce con dinero manchado de sangre a miembros del ámbito político, de la justicia y del mundo empresarial», agregó.

«En la Argentina de hoy siete de cada diez chicos son pobres; pibes con hambre revolviendo basura, chicos no escolarizados, o con una instrucción demasiado básica, no pudiendo leer de corrido o interpretar un texto», reflexionó García Cuerva ante un Luna Park casi repleto y teñido por los colores de variopintas agrupaciones católicas.

A su vez, volvió sobre el desarrollo de las políticas públicas y fustigó: «En muchos barrios se sigue viviendo entre las aguas servidas de no tener cloacas, con todos los riesgos que ello tiene en la salud y la calidad de vida de sus habitantes».

«Pero también nos hemos acostumbrado desde hace años a soportar la podredumbre de la inflación que es el impuesto de los pobres; y aguantamos el tufillo de dirigentes rápidamente muy ricos y gente trabajadora siempre muy pobre; hace rato que algo huele mal en la Argentina. La corrupción, el individualismo, el sálvese quien pueda, apestan, y casi que nos acostumbramos a vivir con esos males«, arremetió García Cuerva.

En el acto también se leyó una carta enviada por Francisco para la ocasión. En ese texto el Papa subraya y valora la vida y la enseñanza de Mugica y su compromiso con los pobres, demanda que “todos podamos buscar lugares de integración descartando la descalificación del otro” y pide que “la grieta se termine, no con silencios y complicidades, sino mirándonos a los ojos, reconociendo errores y erradicando la exclusión”.

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