May 22 2025
May 22 2025

Hacia la ternura

Publicado el

La oscuridad traga y no convida
Quedé a la deriva.
Fernando Cabrera

Por Leticia Martínez

Camino sola por la noche del monte. Ruido de motos por la avenida principal. Ruido extraño entre los pastos y yuyales. Ruido al que no quiero acercarme pues se ve poco. No te metas en el monte si no ha salido la luna. Hacía tiempo que no caminaba sola, sin rumbo, sólo por caminar. Eso lo noté cuando me dije a dónde voy y no tenía respuesta. También noté que anduve de acá hacia allá, sin freno. Sin hacerme preguntas. Sin espacio para la contemplación. Me pregunté desde hace cuánto tiempo estoy así. La respuesta, obvia, la que aún no había pronunciado: desde la internación y posterior muerte de mi madre.

Solía ir como caballo desbocado hacia las cosas. Las quería todas. Las quería ya. Sin saber bien qué quería o cómo. Ahora el tiempo es otro. Me sumergí en mi misma de formas que desconocía. Me aislé, me aíslo. Me molestan las personas. La mayoría de las conversaciones me parecen triviales.

Te falla el duende, me dijo alguien, hace poco, y recordé a García Lorca. Su Teoría y juego del duende se popularizó a partir de una conferencia que dio en 1933, en Buenos Aires. El término es amplio, conocido y utilizado, sobre todo, en el universo del flamenco. Para la música y la danza. Se trata de unas aproximaciones sobre la creación artística y la conexión necesaria del artista con su público. El duende sería como una especie de fuerza que desborda el sí mismo/a de la/ del artista y permite el contacto con los/as demás. La/ el artista con duende conmueve a su público. Emociona.

Mientras camino, bajo el cielo estrellado, recuerdo un fragmento de un poema de la querida Natalia Romero: Nunca preguntaron por mi herida / Ahora puedo dejarla al descubierto / sin más refugio que el sol / para secar lo que duela. / Puedo vivir con la herida/ en la punta de la mano/ pero nunca como un arma. Llevo algo dentro mío que cuido más que un tesoro: la herida. Freno la caminata. Me toco el pecho con las dos manos y cierro los ojos. El viento mueve las hojas, lo sé porque cuando cierro los ojos veo las cosas como son. Miro hacia dentro mío y encuentro una herida cruda. Tengo el cuerpo cuarteado. El dolor de lo que aun no puedo nombrar. Vivir con la herida en la punta de la mano. Mi dolor es mi duende.

Dijo Lorca, en ese mismo texto, que Ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas (…) al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre. Entonces, si me falla el duende es que aun no pude hacer nada con mi dolor. Todavía es un arma. Contra mí y, probablemente, contra los/as demás. Desamparo, desolación, orfandad.  Muerte. El duende no llega si no ve posibilidad de muerte.

El duende llega, no se lo busca. Por eso, no me preocupé. Aunque sí me preocupa el estadio de extrema soledad en el que me encuentro. Sobre todo, porque lo disfruto. También creo que se llega a la soledad y que la confundo con ausencia de personas alrededor. Porque no duermo sola, hay varios libros en mi cama. Las risas y los enojos de mis hijas. Las charlas con las amigas. Las películas que volví a mirar. Esa compulsión que vive en mí y que no hay forma de aquietar ni domesticar. Embriaguez, exageración, exuberancia. Leer, leer, leer. Mirar el mundo cada vez como si fuera la primera. Mirar el mundo sabiendo que nadie jamás me abrazará como mamá. Mirar el mundo como quién perdió a su madre, a su padre y no sabe cómo moverse en él. Como quien lo perdió todo. Hasta a sí misma.

Saco las manos de mi pecho. Estoy en una lomada. Sigo con los ojos cerrados. Lloro. Pienso en mi madre, una vez más. Me pregunto cómo hizo para vivir lejos de dónde nació. Qué hizo con ese desamparo. Qué haría ella, digo en voz alta. El viento suena fuerte en esta parte del pueblo. Siento el sonido como una bendición musical. Vendrá la lluvia, hace falta que llueva. Mientras abro despacio los ojos, recuerdo una conversación reciente con un amigo. Él me dijo que aun en las peores circunstancias necesitamos movernos hacia la ternura. Me había olvidado de eso. No sé dónde dejé la ternura. Entonces, le dije tenés razón y no pude seguir hablando.

Cuando me vuelva el duende, necesito estar del lado de la ternura. No sé cómo llegar de nuevo ni qué camino tomar. Intuyo que será desde adentro. Ya con los ojos abiertos siento las primeras gotas. Comienza a llover en la noche del monte. Camino en dirección a mi casa. Etimológicamente, la palabra duende significa el dueño de la casa. Todo comienza una vez más.

Una cita de Federico García Lorca

La virtud mágica del poema consiste en estar siempre enduendado para bautizar con agua oscura a todos los que lo miran, porque con duende es más fácil amar, comprender, y es seguro ser amado, ser comprendido, y esta lucha por la expresión y por la comunicación de la expresión adquiere a veces, en poesía, caracteres mortales.

Teoría y juego del duende,
conferencia pronunciada en 1933.

Bio

Federico García Lorca nació en junio de 1898, en Granada, España. Fue poeta, dramaturgo y escritor. Parte del movimiento literario conocido como la Generación del 27. Fue el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX y como dramaturgo se considera a sus obras como las de mayor importancia en lengua hispana. Publicó una treintena de libros, entre teatro, poesía, prosa y conferencias. Creó su compañía de teatro itinerante, La Barraca. Tuvo un gran compromiso social y político: firmó regularmente manifiestos antifascistas y colaboró con organizaciones como Socorro Rojo Internacional. Fue perseguido y hostigado por ser homosexual. Lo fusilaron las tropas franquistas, en su país, a pocos días de iniciado el Golpe de Estado, en 1936. Al día de hoy, no se conoce con exactitud la ubicación de sus restos.

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