Sergio Massa reagrupó la fuerza política en Tucumán y mostró que anhela la jefatura del peronismo. | Por Pablo Dipierri
“(Sergio) Massa no pudo ser candidato en las primarias porque tuvo que ser ministro para salvar al gobierno”, dijo uno de los principales colaboradores del ministro de Economía en su campaña presidencial, durante el vuelo en el avión T99 Islas Malvinas de la Fuerza Área desde Buenos Aires a Tucumán, epicentro del relanzamiento de la tropa oficialista en la pelea electoral. Ante la consulta por la dificultad de lograrlo o siquiera explicarlo a raíz de la pertenencia del tigrense a la experiencia gubernamental en curso, el funcionario expresó: “es el gobierno de Alberto Fernández, no el de nosotros”.
La dislocación política del diluido Frente de Todos, por hartazgo o costumbre, tal vez se haya convertido en callo. Y por supervivencia, el propio Massa exprime su jugo: “les quiero pedir con mucho respeto, agradeciéndoles mucho que estén acá, que pongamos el máximo esfuerzo, que nos tomemos el trabajo de contarles a los argentinos qué hacemos, qué queremos hacer, de pedir perdón por los errores que hayan cometido aquellos que, siendo parte de nuestro espacio, movimiento o gobierno, hayan fracasado en sus decisiones”, expresó el viernes por la tarde, en la Casa de Gobierno tucumana.
En criollo, el candidato se despega de la administración como lo hicieron abiertamente la vicepresidenta Cristina Kirchner y La Cámpora sobre el filo de las PASO en 2021. El problema es que la languidez orgánica aflojó las piernas del peronismo y, ante el espanto, el kirchnerismo optó por un repliegue mezquino. Sin ir más lejos, contaron a este medio en uno de los despachos más influyentes del Senado que la líder del espacio observa la situación con preocupación pero supone que la derrota es irreversible. “Por acá hacen chistes con un triunfo de (Javier) Milei”, lamentan.
Bajo ese clima espeso, Massa juntó a todas las tribus del peronismo en el Norte del país. Con la ayuda del anfitrión, Juan Manzur, congregó a una decena de gobernadores y vicegobernadores, senadores y diputados, dirigentes gremiales y sociales y hasta delegados de la Unión Industrial Argentina en las provincias norteñas para plantearles la necesidad de defenderse del estrago que blande La Libertad Avanza, empuñando el voto para la construcción de “un gobierno de unidad nacional”.
Desde que abordó la aeronave en Capital Federal, a las 17:30 del viernes, hasta que cerró el acto con la militancia en el Hipódromo de San Miguel de Tucumán, Massa trató de exhibir que no estaba solo en la epopeya hacia el 22 de octubre. Incluso la presencia del diputado Máximo Kirchner en la nutrida comitiva se comunicó de esa forma. En el entorno del legislador presumieron ante este portal que la incorporación del ex jefe de bloque en la Cámara Baja, en silencio desde el tropezón en las urnas el pasado 13 de agosto, “es un claro gesto de acompañamiento a Sergio en el relanzamiento de la campaña y muestra que todo lo que se dijo eran puras habladurías”.
Así, Massa asienta paulatinamente los cimientos de su propia –y eventual- jefatura política sobre el peronismo. Aunque los reticentes posen para la foto a regañadientes o cruzando los dedos por detrás de su espalda, el candidato asume incipiente ascendencia sobre el conjunto en la confirmación de su liderazgo. “La jefatura se construye y, para ser jefe del peronismo, falta”, relativizó alguien que se mueve como su sombra por estos días, y tras la repregunta por el apoyo que reúne entre sindicalistas, empresarios y caciques del PJ, retrucó: “una cosa es ser líder en la campaña pero, para lo demás, hay que llegar al ballotage, ganar, asumir en diciembre y generar las condiciones para que colectivamente la legitimidad se traduzca en reconocimiento de la jefatura”.
Esa maniobra diagonal e indirecta fue ilustrada, sin ir más lejos, por la intervención del gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, en la cena que ofreció Manzur en su residencia, denominada Yerba Buena. Entre fiambres, tamales y empanadas, el dirigente puntano reclamó que se pusiera fin al “doble comando” y aseguró que Massa necesita concentrar las decisiones para fortalecer al peronismo.
Hasta donde se supo, nadie se atragantó. Entre los presentes, figuraban el ministro del Interior y –cuestionado- jefe de campaña, Eduardo De Pedro, y el propio Kirchner. Un gobernador que registró la escena dijo en tono socarrón: “nadie dijo nada porque nadie se hace cargo o porque no es que hubo doble comando, ni siquiera hubo comando”.
Al día siguiente, Massa se granjeó el contagioso entusiasmo de Manzur y el enfático pedido de su compañero de fórmula, Agustín Rossi, para que las bases agiten la boleta oficialista. “Quieren ganarle al peronismo con Tik-Tok”, se mofó quien fuera precandidato a vicepresidente por un día. Cuando los periodistas abordaron graciosamente el asunto con el fundador del Frente Renovador e inquirieron sobre cómo pensaba interpelar a los jóvenes que habitan y orbitan bajo esa app, la devolvió de bolea: “Con Tik-Tok”, lanzó entre carcajadas.
“Sergio Massa necesita que militen su candidatura a presidente”, exclamó el santafecino al final de su intervención en el Teatro Mercedes Sosa, ubicado en la plaza principal de la capital provincial. Cuando los trabajadores de prensa le solicitaron que justificara por qué lo hizo, el Jefe de Gabinete confió que no alcanza con votarlo nada más y apeló a la importancia del activismo.
La esperanza del elenco que asesora a Massa reside en el despliegue para que el saldo del escrutinio en primarias se dé vuelta de abajo hacia arriba. Tres gobernadores con los que dialogó este cronista respondieron de la misma forma, como si hubieran sido coucheados, a la inquietud por el resultado magro del peronismo en sus jurisdicciones: “no lo vimos venir a Milei”.
En off the record, más de uno advierte que es preciso que intendentes y gobernadores redoblen esfuerzos pero también que De Pedro tenga más presencia en territorio, para lo cual se tomó la decisión de ampliar la coordinación operativa de la campaña. “Wado De Pedro sigue como jefe de campaña con una mesa de trabajo diario y operativa, colegiada e integrada entre otros por Malena (Galmarini) y (Juan Manuel) Olmos”, comentó una fuente para graficar elegantemente la intervención por el flojo papel del embajador de La Cámpora en el gabinete. La titular de AySA ya despacha en el 5º Piso del búnker de Massa en el microcentro porteño, mientras que el vicejefe de Gabinete levantó su perfil en las horas previas al cierre de listas, cuando se erigió en el único interlocutor entre Casa Rosada, el Palacio de Hacienda y el Senado.
La nueva contextura de Massa como figura nacional inicia una indisimulable tonificación, tanto por convicción como por la desesperación de los que visualizan el terror si prevalece cualquier oferta opositora. “Esto es una clara muestra de músculo político”, opinó Rossi, después que el candidato culminara su raid saludando a un puñado de jinetes que cabalgaban alrededor de la combi que lo transportaría al aeropuerto para su viaje de regreso.
Ya en el trayecto de ida, Massa se paseaba alegremente mascando chicle para no apunarse y tomando mate entre los miembros de la nutrida comitiva. Jocoso, se había permitido la chanza de preguntarle al gobernador Axel Kicillof “cuál era la canción”, en referencia al último discurso del mandatario acerca de tocar melodías distintas a las que ya se conocen para seducir al electorado.
Más tarde, Kicillof convidaría con un posible verso para ese tema ante los persistentes pedidos de fogón por parte la prensa. “Hay que ganar la elección”, resumió. Si a eso se le adiciona la frase que más repitió Manzur en las últimas 48 horas, la que reza que “el peronismo ya eligió candidato y ahora vamos para adelante”, se infiere que ese crédito va a la cuenta de Massa y empieza a constituirlo en punto de acumulación y apuesta de un peronismo cuyas fracciones ansían o se resignan, según el caso, a ungirlo. La confirmación del candidato abre camino a las chances de una nueva condición.