La foto fue tomada para la obra infantil «Obligados a dar la Vuelta», de Daniel Dalmaroni,
estrenada en 2015 en el Instituto Dorrego y ganadora del premio de Argentores en 2016.
Los personajes son Mansilla y Thorne en las puntas,
el Gaucho Rivero y Petrona Simonino en el medio.
“No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles,
pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”.
Séneca
¿Qué pensaría hoy Juan Bautista Thorne, ese neoyorquino que puso sus destrezas marineras al servicio de nuestra Patria -a la que él consideraba su Patria-, al ver cómo los Estados Unidos se enseñorean en las aguas, Paraná arriba, gracias a la labilidad del Estado paraguayo?
¿Qué diría el “Sordo” Thorne, que perdió la audición por efecto del detonar de los cañones en la gloriosa jornada del 20 de Noviembre de 1845, viendo como el gobierno nacional hace “oídos sordos” a los reclamos de millones de argentinos que le piden “soberanizar la Argentina” -como define el escritor Mempo Giardinelli- y recuperar el río para nuestro comercio y nuestra economía?
¿Qué actitud tomaría el general Lucio Norberto Mansilla que, en la defensa del Paraná, recibió el golpe de una libra de metralla en su costado izquierdo y, no obstante eso, poco tiempo después, al grito “Viva la soberana Independencia Argentina”, arrasó lo que quedaba de los barcos de la flota anglo-francesa. Digo, de verdad, ¿qué haría hoy si lo viese al Ministro de Transporte apoltronado en su confortable oficina de Paseo Colón al 300, firmando la resolución por la que se cobrará el irrisorio precio de 1,47 dólares de peaje por tonelada mal pesada y se enterase, además, de que ese señor se apellida Guerrera?
¿Guerrera? “Guerreras éramos nosotras” apostrofaría, seguramente, Petrona Simonino, la que comandó al grupo de mujeres combatientes en el frente de la Batalla de Obligado. Las que atendieron y trasladaron heridos, cargaron las armas de puño, transportaron municiones, evacuaron familias y realizaron todo tipo de tareas de logística, hasta la de alcanzar agua a los soldados. ¿Cómo se sentirían cuando se hace evidente que no hay mujeres entre el Ministro, los secretarios y los subsecretarios que toman decisiones sobre estas vías navegables por las que ellas dieron la vida?
¿Y Rivero? Sí, el mismísimo Antonio “El Gaucho” Rivero, caudillo de la heroica sublevación de un grupo de criollos en las Islas Malvinas allá por 1830; ese que dio su vida en la Angostura del Quebracho para que los gringos no pasaran. ¿Qué opinaría si se enterara de que “Si Argentina cobrara lo que produce (la hidrovía Paraguay – Paraná) durante tres años, con un eficaz control para detectar y sancionar evasión y contrabando, sería capaz de saldar con creces la deuda externa contraída por el anterior gobierno”, tal como lo afirma Giuliano Falconnat, presidente de la Federación Universitaria Tecnológica y, sin embargo, el Gobierno no atina a nacionalizarla?
Hay mucha historia corriendo aguas abajo. Y mucha sangre gaucha y patriota enrojeciendo ese caudal que algunos intentan privatizar una vez más. Hay rumores de pelea que aún resuenan en los recodos del río y un silencio de entrega que se extiende por los alrededores de la Casa Rosada.
“No hay épica”, cuestionan unos. “Falta coraje”, mascullan otros. “Es la tibieza”, apenas si se escucha a los que dicen. Y tantas cosas más que, por insultantes, no vienen al caso.
“Hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria”, sentenció el Ciego Mayor, acaso cavilando en la Vuelta de Obligado. Y victorias electorales que… bueno, dejalo ahí.
Pero hay un río que puede ser causa nacional. Una corriente que, a veces, es mansa. Pero otras…
Como el Pueblo.