Bajo la catarata de impugnación a la letra K, la diatriba mediática camufla el peso trágico de la letra M, su potencia destructiva y la continuidad histórica de sus animadores. | Por Fabián Waldman
“El grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”. Esta frase corresponde al denominado teorema de Baglini y fue sentenciada por el diputado radical Raúl Baglini el 7 de marzo de 1986, en la bicameral por la deuda externa.
La primera M
“Si decía lo que iba a hacer, nadie me iba a votar”. Cuenta la historia que esta frase la habría dicho Carlos Saúl Menem tiempo después de ser ungido como Presidente. Luego de asumir y acuciado por una crisis económica que se había llevado puesto a su antecesor, Raúl Alfonsín, decidió implementar políticas y recetas opuestas al ideario peronista. Fue así como, en pleno auge del neoliberalismo, el programa de los Chicago Boys llegó a Casa Rosada.
Menem no solo dejó las patillas en la puerta de la Casa Rosada y su apariencia de caudillo riojano que recordaba al Chacho Peñaloza, sino que hizo lo propio con la doctrina justicialista. Lo llevó a cabo de la mano de Domingo Felipe Cavallo: con él arribaron las privatizaciones de las empresas estatales, el desguace de los ministerios de Educación y Salud, la venta de Aerolíneas Argentinas, el cierre de los ferrocarriles, la entrega de SOMISA, entre otros desfalcos. Condenó a cientos de miles de trabajadores a rebuscárselas como remiseros o kioskeros, y la debacle alcanzó, ya con la Alianza, una desocupación del 23%. “Más desocupados que votos”, suele decir Cristina Fernández de Kirchner sobre las cifras con las cuales llegó Néstor Kirchner a Casa Rosada.
Otra vuelta de tuerca a la frase de Baglini señala: “cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven”. Aunque esa racionalidad es muchas veces sinónimo de falta de carácter o definición para llevar un programa adelante. “Pone el guiño hacia la izquierda y dobla a la derecha”, una frase escuchada antes con el gobierno de los radicales Arturo Frondizi y Arturo Illia, en alusión a postulados progresistas que no llevaron a la práctica luego.
Se va a la segunda
“¿En qué te convertiste, Daniel? Parecés un panelista de 6, 7, 8”. Mauricio Macri le respondía así a Daniel Scioli el 15 de noviembre de 2015, cuando el candidato oficialista le imputaba a su adversario el plan que comprometía el futuro de políticas implementadas por el kirchnerismo. Aquella noche, en la Facultad de Derecho, el ex presidente y líder de Cambiemos aseguró que los derechos adquiridos no se iban a quitar, sino que iban mejorar lo ya conseguido, para alcanzar un estado más eficiente. Aquí el teorema aplicó también: por lo menos para una parte del repertorio, el fraude fue necesario.
Sin embargo, cada una de sus promesas se fueron cayendo como un castillo de naipes como lo había anticipado el embajador en Brasil. Así fue que Macri significó la continuidad ideológica de Carlos Menem. Para el ex presidente de Boca Juniors, la solución al tema inflacionario estaba a 5 minutos y levantar el cepo cambiario podía resolverse en menos de lo que canta un gallo. Luego de cuatro años de gobierno, dejó el índice en un 54%, el límite para retirar dólares en 200 y el regreso al FMI con una deuda de u$s 45.000 millones, además de dejar a 230.000 laburantes en la calle y haber provocado el cierre de 25.000 PyMEs. Patricia Bullrich, triunfadora en la interna de Juntos por el Cambio, no oculta ahora su plataforma y, sobre todo, critica la falta de dureza y rapidez con las cuales gobernaron entre 2015 y 2019. “Tenemos que hacer lo mismo, pero más rápido”, asegura la ex ministra de Seguridad.
¿La tercera es la vencida?
Mientras tanto, Javier Milei describe su posible futuro gobierno utilizando para ello elementos asociados al corte y la destrucción. Pretende dinamitar el Banco Central y usar la motosierra para derrumbar las bases del Estado. Dolarizar la economía, eliminar ministerios como los de Salud; Educación; Mujeres, Géneros y Diversidad; Medio Ambiente; privatizar las empresas públicas. También la desaparición de la Universidad como se la conoce desde la Reforma del 18 es uno de sus postulados.
Con el agotamiento producido por las promesas incumplidas y vidas desordenadas por el macrismo que no pudo recuperar el peronismo, se impone en la sociedad la necesidad de una salida rápida y furiosa. Y el vector hoy se apellida Milei. Los resultados de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del último domingo mostraron que el candidato libertario tiene serias chances de llegar a Balcarce 50.
Pero, haciendo propio el teorema de Baglini, algunos representantes del espacio ponen en duda la viabilidad de esas medidas. Carlos Rodríguez, ex funcionario de Carlos Menem y hoy cercano a Milei, advierte que no cree “en la eliminación del Estado”. “Una cosa es lo que dice que va a hacer, pero cuándo y cómo es otra cosa”, sentencia. De paso, niega que Milei vaya a poner una bomba en el Banco Central: “no creo que nadie se lo tome en serio”. Tampoco le parece factible que vaya a parar la inflación el 11 de diciembre. “Un político en campaña dice cosas que después no cumple”, sintetiza Rodríguez.