El despliegue represivo del enjambre de uniformados que diseñó el Gobierno nacional para el desalojo de los mapuches en Villa Mascardi, en Río Negro, reactivó la tensión interna del oficialismo. Adormecida cuando el abismo se había hecho palpable, la rimbombante incursión de fuerzas de seguridad nacionales en la Patagonia para capturar un puñado de mujeres y niños se agitó con ponzoña en el mainstream mediático que clama sistemáticamente por el encarcelamiento de las comunidades originarias, cuyos reclamos ancestrales equipara sin rigor al manifiesto de una organización terrorista, y se inoculó como el exceso inadmisible de un gobierno gelatinoso ideológicamente desde la prensa más afín a la Casa Rosada.
Sin cuadros que interpreten el enésimo desembarco de Patricia Bullrich en la zona y el alzamiento de vecinos más parecidos a los fascistas de La Liga Patriótica que cazaba anarquistas a principios de Siglo XX, el presidente Alberto Fernández cedió a las presiones de la gobernadora Arabela Carreras y Alberto Weretilneck, con quienes estuvo reunido para un acto de entrega de viviendas el pasado 30 de septiembre, y habilitó un operativo de magnitud desproporcionada e ineficaz, a pesar de que hasta el CELS adujera que el saldo no se empardaba con la saña macrista anterior. Inclusive, Eduardo Van der Kooy deslizó en su panorama dominical para Clarín que la incursión del pelotón dispuesta por el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, “resultó tan anunciado que el grueso de ellos tuvo tiempo de refugiarse en la montaña. Donde nadie los busca. Curioso. Dejaron para que fueran detenidas mujeres con niños”. Durante el largo fin de semana de generosa cosecha turística, el rastrillaje y la persecución continuaron.
Así, la renuncia de Elizabeth Gómez Alcorta al Ministerio de Mujeres, Diversidad y Géneros desencadenó el permiso para que Juanchi Zabaleta abandone la cartera de Desarrollo Social con el objetivo de hacerse del mando en la municipalidad de Hurlingham otra vez, donde La Cámpora crecía ocupando espacios en su ausencia, y el relevo del ministro Claudio Moroni en Trabajo, cuyo desempeño rankeaba bajo para el sindicalismo y el kirchnerismo –aun cuando cerca suyo deslizaran que las razones del funcionario para irse radicaban en un problema de salud-. El catalizador del recambio en el elenco que rodea al Jefe de Estado fue la dimisión de la abogada que llegó al cargo en el pico de la marea feminista y con el resplandor de su pergamino como representante letrada de la líder de la Tupac Amaru, Milagro Sala. En la epístola adjunta como fundamento de su partida, caracterizó el despropósito de las fuerzas nacionales en territorio rionegrino como el “límite” de lo que podía tolerar en este proyecto político. “Falta peronismo”, fue el comentario de una voz en el Senado en medio de la zozobra para la que ya se curtieron a puro crossfit en los pasillos del Congreso. Un gobierno de agenda angosta y fricciones bulliciosas difícilmente pueda erigirse con anillos de contención para figuras prestigiosas como Gómez Alcorta, cuya militancia intachable es un valor que cotiza por encima del hediondo barro de una experiencia gubernamental errática.
En todo caso, el excursus replica con menor intensidad –sea por agotamiento del impacto o por cansancio social- los zamarreos inaugurados con la pelea entre Martín Guzmán y Federico Basualdo en el primer trimestre de 2021. Y ya sin nada que perder, el primer mandatario se pavonea en las galerías del off de récord que dan al Patio de las Palmeras o los quinchos de Olivos, adjudicándose el nombramiento de los reemplazantes: Ayelén Mazzina, Victoria Tolosa Paz y Raquel “Kelly” Olmos, por la propia Gómez Alcorta, Zabaleta y Moroni, respectivamente.
Ficciones de fricciones
Las ascendencias y representaciones de las tres movieron el avispero. Desde la presunta irritación de la CGT por la entronización de la ex concejal e histórica militante del PJ porteño hasta el arribo de Tolosa Paz, a quien la pedagogía de la sororidad no exime de sus atribuciones como pareja del publicista Enrique “Pepe” Albistur para buena parte de la prensa, las críticas parecen dejar a Fernández todavía más solo de lo que está. “Puede hacer mucho daño”, conjeturaban cerca de la Vicepresidenta acerca del estado de shock que atravesó el Presidente durante los días más agitados de la convulsión política tras la renuncia de Guzmán, y ese tipo de razonamientos volvieron a susurrarse ante el rumor de un movimiento táctico que se habría desinflado: el enroque de Juan Manzur por Pablo Yedlin en la Cámara Alta para que el segundo asumiera en el edificio del Bienestar Social y la vacancia en la Jefatura de Gabinete se colmara con Santiago Cafiero reloaded. “Sería una barbaridad pero se le ocurren esas cosas porque ya no habla con Cristina y piensa que puede”, estiman en el kirchnerismo, mientras su feligresía prueba contorsiones para maldecir el itinerario de ajuste del ministro de Economía, Sergio Massa, sin comprometer la suerte de todos.
Al respecto, una fuente parlamentaria le dijo a La Patriada que, ante los airados y reiterados reclamos que le ha tocado escuchar a la Vicepresidenta sobre la penuria explosiva de alta inflación y deterioro salarial combinada con complacencia hacia el complejo agroexportador y los trader, la respuesta de la líder habría sido lapidaria: “déjense de joder con Massa”. La lectura de su último tuit alusivo como un tirón de orejas hacia el tigrense fue quizá la última ilusión militante porque, en ese mensaje, la diseñadora del FdT bancó el norte del ministro explícitamente al decir que su repartición “ha trabajado duro en todas las áreas de su competencia”. Al lado suyo, Guzmán era más blando que el agua pero purgado sin piedad.
Similar, aunque menos sanguinaria, fue la suerte de Moroni. Intrascendente tácticamente, su rol fue el de un equilibrista que bregó sin estridencias por paritarias del sector formal por encima del alza de precios, casi desentendiéndose de los obreros que padecen la informalidad. Acusado por sus detractores de insensibilidad o reclinaciones favorables al empresariado y la burocracia sindical, su leit motiv fue la baja del desempleo como motor para el crecimiento de los sueldos. Puede fallar.
Sin embargo, hasta junio las mediciones oficiales arrojaban 8 meses consecutivos de incremento de los ingresos de los trabajadores registrados por encima del Índice de Precios al Consumidor. El descalabro se habría generado tras el bombazo neutrónico del economista platense con posgrado en Columbia. Desde julio en adelante la ecuación se revirtió pero la escasa honestidad intelectual que le queda al sistema político alcanzaría para formular la pregunta contrafáctica: ¿qué tan seguro puede estar cualquiera de que el problema lo causó Guzmán, un demiurgo que habría engañado hasta a la dirigente más lúcida del país con sus fechorías, por lo que hizo antes de renunciar o con su renuncia misma?
La reflexión remite a una escena nodal de la película Matrix, realizada a fines de los 90’ por las hermanas Lana y Lilly Wachoski. Cuando el bueno de Keanu Reeves, en el papel de Neo, visita a la Pitonisa, encarnada por la actriz Gloria Foster, ella le dice antes que nada “no te preocupes por el jarrón”. “¿Qué jarrón?”, alcanza a inquirir su interlocutor antes de empujar al suelo, sin intención, el objeto por el que su anfitriona le pedía que no se abrumara. Ante el estallido del ornamento de vidrio, Neo pregunta cómo sabía que iba a producirse ese incidente. El oráculo le contesta que la inquietud que le romperá la cabeza será si efectivamente hubiera roto el jarrón si ella no se refería a él.
Si bien es indesmentible que las condiciones materiales de vida de los sectores populares se pauperizaron desde 2015 y, a mediados de este año, la administración peronista sólo había empatado la situación de fines de 2019, el destino de un gobierno no se explica solamente por el bolsillo. El descalabro financiero que redunda en padecimiento de los sectores populares tributa mucho más al desorden político que a la impericia técnica de los antecesores de Massa, y mucho menos a sus perspectivas ideológicas. Las estimaciones de los consultores que auguran derrotas electorales por la caída del salario real son insuficientes para contar el ascenso de Cambiemos tras el ballotage contra Daniel Scioli, luego de 12 años de vacas gordas, e infantiliza a los votantes bajo la suposición de que el sufragio obedece solamente a una racionalidad de panza llena y corazón contento, sin demasiada conciencia política. El determinismo económico también es una superstición.
La lengua del sondeo
La última encuesta de Analogías, difundida el domingo, arrojó que “la base de apoyo del Gobierno nacional se estabilizó en el nivel de los 33 puntos de la muestra”. “En medio de la acelerada escalada de la inflación, el Frente de Todos perdió 5 puntos de apoyo en el año y configura un cuadro que parece haberse consolidado ya de manera estable”, advierte.
El “optimismo” sobre la evolución de la economía, según los responsables de la investigación, “se mantuvo en el orden del 27% de la muestra”, guarismo promedio del 2022. Y si por un lado detectan “una mayoritaria insatisfacción respecto a la situación de los ingresos reales que tiñe la percepción sobre la recuperación”, aunque sugieren que “las aperturas que presentan las respuestas por segmento de opinión indican que el Gobierno tiene disponible un set de políticas para resolver la demanda nítida de una estabilización de la economía más rápida y que su utilización, a la vez, puede producir un desplazamiento y ampliación de su base de apoyo”, alertan por otro que tallan una “intensidad y tonalidad que va tomando el debate de los asuntos públicos cada vez más a la derecha y cada vez con mayores niveles de violencia”.
Contrariamente a la pulsión radical frente al asedio neofascistoide, el sondeo revela el segmento opositor moderado tiene opiniones mucho más en línea con los oficialistas que con los abiertamente opositores. “Si el Gobierno logra establecer un vínculo de agenda activa con esos segmentos de opiniones moderadas- que necesariamente fueron su base de apoyo en el pasado reciente y hasta en parte votantes del FDT en el 2019- puede ordenar el camino hacia la más que probable polarización que presentará el año que viene, tal como parece ser la tendencia en toda la región”, precisa.
El horizonte linkea con el episodio 135 de Anaconda con Memoria, el podcast de Mariana Moyano en FM La Patriada. Titulado Concordia o muerte, menta la necesidad de no subirse a la intensidad que promueve el algoritmo de la confrontación sino abrirse a la interpelación de los sectores que pueden sufragar en defensa de la democracia sin ser militantes de la causa revolucionaria. Asimismo, destaca la guía elaborada por activistas de la campaña de Lula Da Silva para que los ciudadanos antibolsonaristas tengan herramientas a la hora de conversar con otros y puedan persuadirlos, sin impugnaciones cruzadas ni alergias despolitizadoras, de que elijan al PT en las urnas. Moyano desentraña el monstruo de las redes sociales, minimizado a menudo por el fervor de luchadores de la centuria precedente, y resalta la importancia de “comunicar” en las redes antes que la concepción esquemática y lineal de postear un “comunicado”. Conjugación en infinitivo mata participio, en este caso.
Por lo demás, el informe citado de Analogías da cuenta de una predisposición argentina creciente pero no mayoritaria para volcarse al consumo de información en plataformas como Facebook, Twitter o Instagram. El 39,3 por ciento de los consultados respondió que la TV sigue siendo su principal fuente para enterarse de los avatares públicos, cuando en la primera y la segunda encuesta de consumos culturales ese ítem trepaba por encima del 80 por ciento; el 18,7 apela a portales de noticias; el 15,6 escucha radio; el 10,5 recurre a las redes sociales; y el 4,5 a los diarios impresos.
El diagnóstico parece ajustado y su abordaje requiere más astucia. Otra escena de Matrix es elocuente en ese aspecto. Neo ingresa al departamento del oráculo y observa a los niños prodigios que podrían ser una suerte de mesías para salvar a la humanidad de la subordinación a las máquinas. Uno de ellos dobla cucharas con la mirada y solicita al protagonista que lo intente, aconsejándole que no trate de torcer el metal del utensilio sino de “realizar la verdad”. “¿Y cuál es la verdad?”, balbucea Reeves, entre atónito e incrédulo. El chico responde entonces: “no hay cuchara”.
Es probable que, hasta que alguien pueda explicar el mundo, el peronismo deambule en la diáspora… en busca de un elegido.