El gobierno de Sebastián Piñera sorprendió con un decreto emitido el 23 de agosto en donde pretende apropiarse de una parte de la plataforma continental argentina y de una extensa área de los fondos marinos y oceánicos.
El texto establece normas que fijan la plataforma continental de su país a partir de las 200 millas náuticas desde las islas Diego Ramírez, al sur del Cabo de Hornos.
El decreto chileno modificó otro anterior, agregando a la definición de «Zona Económica Exclusiva», la expresión «límite exterior de 200 millas marinas de la Plataforma Continental».
El argumento argentino es claro: la plataforma continental fue aprobada el año pasado por unanimidad en el Congreso de la Nación y avalada en conformidad con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y sin objeciones por parte de Chile.
Como en todo conflicto diplomático hay dos bibliotecas con argumentos válidos y terminología técnica y engorrosa, pero el gran interrogante es, ¿por qué Chile plantea esto ahora luego de haber aceptado sin reparos el planteo argentino?
Todos los caminos conducen al 21 de noviembre, fecha en la que se realizarán las elecciones generales en el país trasandino. El frente de Piñera se juega mucho en un contexto de fuertes cambios en el país y un enojo social que se viene manifestando en las urnas desde el referéndum constitucional de 2020.
Todas las citas electorales posteriores (constituyentes, elecciones municipales y regionales) fueron duros golpes para el oficialismo.
Piñera no tiene muchas cartas sobre la mesa. No pudo capitalizar una gestión razonable del coronavirus y una campaña de vacunación positiva y su imagen sigue por el piso, según todas las encuestas.
Su candidato para la presidencia es Sebastián Sichel, un moderado de derecha que fue ministro de Desarrollo Social y aparecen en segundo o tercer lugar.
Son varios los analistas que dicen que la derecha podría quedarse fuera del balotaje y proyectan un escenario entre la izquierda encarnada en Gabriel Boric, del frente Apruebo Dignidad y Yasna Provoste, de la Democracia Cristiana, como una opción de centroizquierda que podría atraer votos de derecha para impedir la victoria de una opción más radicalizada.
Este comportamiento electoral se pudo ver en los mano a mano que izquierda y centroizquierda tuvieron en algunas regionaes como Santiago de Chile en donde la Democracia Cristiana derrotó al Partido Comunista con votos del electorado de derecha.
En este marco, Piñera apeló a una vieja estrategia en tiempos de crisis: el patriotismo. La soberanía de ese territorio que le correponde a Argentina es defendido por la mayoría de los partidos chilenos y lo pone al Presidente en una posición de defensa de la soberanía de su país que resulta complicado e incómodo oponerse.
Las urnas dirán lo suyo en dos meses pero queda claro que Piñera puso en tensión una relación bilateral clave como último recurso para que los suyos sigan aferrados al poder.