El presidente galo se hizo de la sangría electoral y dijo en su discurso de victoria: «A los que me votaron, no para apoyar mis ideas sino para bloquear las de extrema derecha, su voto me obliga. Esta noche ya no soy el candidato de un campo, sino el presidente de todos”.
Hay una dato que deja el proceso electoral vinculado al crecimiento sostenido de la ultraderecha que pasó de tener 18 por ciento en 2002 a 41 por ciento en 2022 y ha logrado ser el catalizador de una porción enorme de franceses que están insatisfechos con su vida, su empleo y sus perspectivas de futuro. El histórico 28 por ciento de abstenciones también respalda ese descontento.
Marine Le Pen ganó con contundencia en la franja etarea que va desde los 18 a los 55 y recién los mayores de 60 a 70 años, un dato a tener en cuenta para el futuro. Otro elemento que arroja la elección es lo que muy bien explica el periodista Juan Elman en su newsletter semanal que tiene que ver con el clivaje campo-ciudad. La victoria de Le Pen en las periferias contrasta con lo implacable de su derrota en Paris y otras ciudades grandes.
Este fenómeno no es nuevo, se vio durante la victoria de Donald Trump en 2016, en el Brexit y en las elecciones de Perú y Chile, por citar algunos ejemplos cercanos. La explicación no es demasiado rebuscada, donde los modelos de prosperidad europeos o globalista no llegó, el voto fue anti-establishment.
Es decir, hay un núcleo de electores que de mantener el rumbo actual seguirá votando opciones alternativas, eso vale para Le Pen (o quien sea capaz de heredar eso) y Jean Luc Melenchon y su Francia Insumisa.
Es por eso que, tanto Le Pen con Melenchon apuestan a las elecciones legislativas del 12 de junio en donde la posibilidad de equilibrar las fuerzas parlamentarias terminarán de definir la posibilidad de Macron de avanzar en algunas reformas que pueden resultar antipáticas para ese sector “insatisfecho” de la población.
Está claro que la alegría de los líderes europeos socialdemócratas progresistas como el español, Pedro Sánchez, el portugués Antonio Costa y el alemán Olaf Scholz, están vinculados con que signica un freno para la ultraderecha que viene creciendo en Europa con un proyecto que apunta a romper el sistema de integración y acercarse a modelos autoritarios como Vladimir Putin en Rusia. Allí radica la capacidad de Macron de mostrar liderazgo y crecer.
Sin embargo, fronteras adentro la perspectiva es otra. Una de las propuestas electorales del jefe de estado galo es el aumento de la edad jubilatoria. Macron lo justifica bajo el argumento de “el trabajo como pilar del modelo francés” pero en el fondo es una medida típica del ideario neoliberal.
Eso generará reacción de los sectores que se movilizaron contra su gobierno en estos 5 años: Los “Chalecos Amarillos”, las centrales sindicales y los movimientos sociales y estudiantiles. El crédito de ser el tapón del fascismo puede durar poco si las medidas van en contra de los intereses populares. Por eso, Macron tiene que ser cuidadoso con las reformas que encare, ya que, por mas de no tener que ir por un nuevo mandato su gestión podría quedar cuesta arriba demasiado rápido.
El rol del Estado también forma parte de la discusión, Le Pen plantea la idea de un Estado de Bienestar que expulse a los inmigrante pero integre a los franceses, le brinde empleo, mejor salario y servicios públicos de calidad.
La agenda social está sobre la mesa y los franceses están dispuesto a hacerla notar, en las calles o en las urnas y eso es algo que el gobierno y los partidos de izquierda no debería subestimar si quieren impedir un gobierno de ultraderecha en 5 años.