Abr 21 2025
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Celso Amorin: «Las injusticias sociales que no pueden ser resueltas en un cuadro neoliberal harán que inevitablemente resurjan propuestas reformistas”

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Canciller durante el gobierno de Lula da Silva, Celso Amorin es un importante intelectual brasileño. Habló con La Gaceta sobre el derrocamiento de Dilma Rousseff, la situación de la región en el actual contexto mundial, el rol que vienen a cumplir Macri y Temer y los desafíos que tendrán que enfrentar las fuerzas populares en los próximos años.

LG: ¿Qué tipo de reordenamiento geopolítico suponen los nuevos gobiernos conservadores en la región? Como visualiza las estrategias de coordinación de las posiciones de estos nuevos gobiernos a nivel internacional? Qué papel proponen para la región en el mundo?

CA: Indiscutiblemente, hay un ascenso de gobiernos conservadores en América del Sur. Creo, además, que la realidad política de América del Sur no es la misma que la de América Central o la del Caribe, a pesar de que naturalmente haya puntos de contacto. Esa ola conservadora tiene varias causas, pero una de ellas es indiscutiblemente la retracción de la demanda internacional por las materias primas y bienes alimenticios producida en esa región. De cierta forma, el fin del ciclo positivo debería haber sido previsto pero, en este aspecto, fallamos. Nos dejamos llevar por lo que los economistas llaman “enfermedad holandesa”. No  hubo la necesaria  transformación de nuestro parque productivo: nuestros esfuerzos de integración (a pesar de haber sido muy ampliados en la primera década y media del nuevo milenio) no fueron suficientes para crear una base industrial y tecnológica regional que nos liberase de las fluctuaciones en el comercio de commodities. La tendencia ahora es la búsqueda de alianzas comerciales y económicas, fuera de la región, disminuyendo aún más la posibilidad de un crecimiento económico relativamente autónomo de los países de América del Sur y poniendo en riesgo hasta las políticas sociales (por ejemplo, en lo que respecta al acceso a medicamentos y patentes).

LG: En América Latina parece hacerse visible el clásico desafío de la sucesión en los liderazgos populares. Cómo se da ese proceso en Brasil ¿hay cuadro medios capaces de proyectar una nueva camada de líderes populares? ¿dónde visualiza los sectores más dinámicos?

La práctica de nuestros sistemas electorales ha mostrado que proyectos progresistas (socialmente reformistas y autonomistas en el plano internacional) sólo han avanzado cuando hay liderazgos populares fuertemente carismáticos. En teoría, sería posible imaginar una situación diversa en la que cuadros políticamente sólidos liderasen un proceso de reformas. Pero no veo eso sucediendo a corto plazo. Hasta donde la vista alcanza, la viabilidad de agendas reformistas depende de líderes capaces de movilizar las grandes masas de entre las poblaciones más pobres de nuestros países

LG: ¿Y cómo ve el futuro de la región? García Linera insiste en la imagen de las “oleadas” para sugerir que el repliegue de los poderes populares ante el avance conservador debe ser pensado como una retracción circunstancial. ¿Coincide usted con esta lectura o cree que el panorama es más sombrío, teniendo en cuenta la realidad del planeta? ¿América Latina puede seguir siendo un faro  en el marco global del poder neoliberal?

Las injusticias sociales que no pueden ser resueltas en un cuadro neoliberal harán que inevitablemente propuestas reformistas resurjan. Éstas dependen de alguien que las encarne para ser victoriosas. No tengo duda de que eso volverá a ocurrir, pero el tiempo perdido y los retrocesos cometidos, no serán totalmente recuperados. Es preciso pensar que, por lo menos en el caso de Brasil, el electorado progresista, con pocas excepciones, se desplazó de las áreas urbanas que son, en teoría, las más escolarizadas y más politizadas, a las regiones más pobres, donde la estructura partidaria es más débil. Eso nos vuelve, a corto plazo, aún más dependientes de liderazgos carismáticos, capaces de “hablar directamente” con el pueblo. Pero evidentemente eso no quiere decir que debemos dejar de movernos en búsqueda de reformas políticas capaces de disminuir el peso del poder económico, el clientelismo y el corporativismo de varios sectores de la sociedad. Es muy importante, igualmente, el trabajo junto a las capas medias de la población muy afectadas por la crisis y cuyos temores son explotados, como ocurre en Europa y también en los Estados Unidos, por la extrema derecha.

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