Abr 21 2025
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«Mañana es San Perón, que labure el patrón»

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Por Natalia Romé

 I. ¿Qué es el peronismo?

«Se goza de no saber qué es el peronismo». Santoro comenzó con una respuesta fuerte a la pregunta inaugural de Barragán. Y como buen plástico, sugirió pensar al peronismo con una imagen: la del agujero negro. Hay que pensar al peronismo como el horizonte de un suceso, organizado en torno a un centro de incertidumbre al que todo intento de definición se acerca para fracasar. «Un agujero negro es una bomba de energía, que lo absorbe todo y cada tanto saca de sí una Super Nova», agregó. El menemismo fue una de esas formas nuevas, tanto como el kirchnerismo, aunque para este último, Santoro reserva una caracterización intelectual específica de «actualización doctrinaria». La idea del peronismo como doctrina y no como ideología permite, según dice, una flexibilidad mayor basada en esta capacidad de reactualización y de invención política, sin la rigidez pedagogizante de los partidos de vanguardia.

Por eso le parece poco peronista toda actitud de poner límites. Pone límites quien pierde, dice Santoro. «¿Recuerdan cuando nuestro límite era Massa?» arenga a su auditorio y redobla su apuesta: «Es un desperdicio que Pichetto sea vice de Macri, le recomiendo a Alberto Fernández que lo convoque para integrar la Corte Suprema, y si Pichetto acepta, eso sería un gesto peronista de parte de ambos», aclara entre risas, aplausos y algunas caras de incomprensión entre las mesas de Los Patriotas.

«Las bases del peronismo son las organizaciones libres del pueblo, como la CGT, Camioneros o la CTEP», dice. Por eso insiste cada vez que puede en la necesidad de no separarse del pueblo, de no usar categorías que no comunican nada porque se alejan de la sensibilidad popular. «Pichetto acusa a Kicillof de comunista, eso es un anagrama, tiene mucho efecto». En cambio, no parece muy seguro de que produzca el mismo efecto acusar a alguien de neoliberal. La cuestión es, desde su punto de vista, evitar toda forma discursiva que apunte a un deber ser –a eso llama posición «ideológica»–.  «No hay peronismo clase A y peronismo clase B, el peronismo es siempre lo que se puede hacer. La política es el arte de lo posible, el enojo con el pueblo en cambio, tiene mucho de religioso porque tiene un criterio de «pueblo elegido».

 

II. La batalla cultural

 Para Santoro, lo que llamamos «batalla cultural» tiene que ver con el poder de apropiación donde es el que pierde el que llama a poner límites. El peronismo es en cambio una mesa de arena, dice, no sabe cuáles son sus límites. La cuestión es apropiarse de todo lo lindo, de todo lo que da placer, como hace el Barroco latinoamericano, como el Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade. Y recuerda la discusión entre Eva y los nacionalistas como Castiñeira de Dios y Guido, sobre los famosos chalecitos californianos. Mientras que unos pensaban la soberanía cultural como la reedición de una estética neocolonial, Eva ganaba una batalla cultural y pensaba en casas para los trabajadores, que sueñan con un hogar como esos que ven en la gran pantalla. Ellos eran «tilingos» –dice–, ella encontraba en la ingenuidad el verdadero ingenio, donde la ingenuidad recupera su origen etimológico que la conecta con la libertad.

El peronismo no pide sacrificio, dice, y desde este punto de vista, el peronismo conecta con algo muy humano, que también tiene que ver con el exceso y que es difícil de acotar y puede ser destructivo. Pero no es sacrificial, más bien combina con equilibrio –como la Cábala–misericordia y severidad. «Muchas revoluciones terminan en severidad, aunque partan de buscar misericordia, el peronismo no. Perón privilegió irse antes de ejercer la severidad», explica. Por eso el peronismo no es revolucionario, aunque apunta a la emancipación. Y cuando Barragán le pregunta por esa frase de la Marcha Peronista, aclara que lo que el peronismo combate es el vicio de la acumulación dentro del capitalismo. No propone un destino o una teleología, sino un reparto de la riqueza como forma de convivencia y una promesa de felicidad, no de sacrificio.

Y lo que está en juego es el tiempo de trabajo, «que la vida no esté regida por el tiempo de la producción». «El tiempo peronista es donación, no especulación». Santoro no habla de lucha de clases y reniega explícitamente de toda jerga progresista, pero propone un esquema claro: «Donde estos tipos que hoy nos gobiernan te piden sacrificio, la promesa de futuro peronista está condensada en una frase: ¡Mañana es San Perón, que trabaje el patrón!»

En tiempos de expertos de la comunicación y el marketing, un artista plástico pude ser el más lúcido analista político. Santoro cita a Aby Warburg, a Lacan, habla de la cábala, del latín parafrasea a Maquiavelo y demuestra que una inteligencia fina del presente puede forjarse con imágenes, siempre y cuando recoja las mejores tradiciones del pensamiento político y mantenga los pies donde pisa el pueblo.

FM La Patriada – Proyecto Comunidad. 

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