Por Lucía Bernstein Alfonsín
Lo hacen aglutinando demandas para llegar a los niveles más altos de gobierno y siendo capilares del Estado en la distribución de recursos e información a nivel local, explicó a La Patriada Web el sociólogo Marcos Pérez, autor del libro «¿Qué tienen los piqueteros en la cabeza?».
«¿Qué tienen los piqueteros en la cabeza?» es la pregunta que da título al nuevo libro del sociólogo argentino Marcos Pérez. Su investigación procura ser una contribución para pensar el trabajo en tiempos de neoliberalismos y extrema derecha, que no solo gobiernan la Argentina sino que también ganan fuerza en el mundo.
Pérez dialogó con La Patriada Web sobre su nuevo libro, publicado primero en los Estados Unidos como «Proletarian lives» y ahora en el país editado por Siglo XXI Editores.
A lo largo de su investigación, que llevó a cabo entre 2011 y 2014 e incluye 133 entrevistas a miembros de nueve grupos piqueteros, Pérez recupera diversas trayectorias de vida para abordar las motivaciones que llevan a los piqueteros a incorporarse a una organización y permanecer en ella a lo largo del tiempo. En ese marco, su trabajo resulta una crítica a la literatura sobre la protesta social, que describe a los piqueteros como forma inauténtica de movilización.
Trabajo como identidad y estructura de vida
No sorprende que consultado acerca del título de su libro, Pérez haya comenzado por advertir que es “extremadamente complejo” definir qué tienen los piqueteros en la cabeza. En ese sentido, explicó que los seres humanos “somos el resultado de nuestra vida inmersa en una sociedad con diversas formas de relaciones, instituciones y normas, que conducen a creencias y expectativas particulares y generan disposiciones”.
En el caso de los piqueteros, el sociólogo dijo que han vivido su vida inmersa en un contexto marcado por la idea del trabajo manual: “Los de mayor edad experimentaron un país donde el trabajo fabril era mucho más común. En cambio, los más jóvenes tienen muchas menos chances de haber trabajado en una fábrica, pero aun así son el resultado de haber sido criados como trabajadores. Es decir, han visto en su familia un tipo de vida asociado con los tiempos y la moral del trabajo de fábrica y esta se plantea como un tipo de ‘vida saludable’”.
“El trabajo es mucho más que un salario. Si en estos tiempos neoliberales lo pensamos como algo individual, me parece que estamos perdiendo un aspecto central del tema”, dijo Pérez, al advertir que funciona como formador de identidad y estructurador de vida. “El trabajo organiza la vida, el tiempo, los espacios. Permite ser parte de una identidad más grande que conecta con otras personas de un modo que es precisamente social. Por eso, si se pierde el trabajo, se pierde mucho más que los ingresos: desaparece un modo de estructurar la vida, desorganiza la relación de los individual con lo colectivo”, comentó.
Y agregó: “La mayor parte del tiempo el trabajo en un movimiento piquetero consiste en llegar temprano y cumplir un horario. Dependiendo de la organización, hay veces que sus integrantes trabajan en un proyecto productivo desarrollado: desde trabajos en construcción hasta comedores populares o espacios de ayuda escolar. Pero estructurar el tiempo se convierte en casi una obsesión. La mayor cantidad de peleas que he visto fueron por las personas que llegaban tarde o no justificaban su ausencia. Aun cuando la organización no tenga los recursos para empezar un proyecto, las personas llegan puntual e igualmente cumplen el horario”, sostuvo.
En ese sentido, Pérez indicó que, a diferencia de lo que se dice en el discurso público, uno de los grandes atractivos de estas organizaciones «es el hecho de que el trabajo que realizan no es caridad. Tiene que ver con el mérito, la ecuación entre el ‘hacer y merecer’ está presente como contrato implícito”, planteó.
Estereotipos
Acerca de los piqueteros hay una gran variedad de relatos estigmatizantes, consideró Pérez. “No quieren trabajar, son vagos”, “Cortan las calles y le complican la vida del resto”, “Viven del Estado”, “Son manipulados por sus referentes” son algunas de las frases que suelen escucharse en los canales de televisión sobre los participantes de los movimientos, indicó.
Las manifestaciones y los cortes de ruta se convirtieron para una parte de la sociedad en los aspectos más visibles de los movimientos sociales. En su libro, Pérez explica que ese es un aspecto relativamente menor en la cotidianidad de los activistas. «De hecho, la mayor parte de los cortes de rutas no lo hacen los piqueteros. Eso dejó de ser un método piquetero en sí y hace tiempo se convirtió en un método que utilizan todo tipo de actores sociales”.
Historia del movimiento piquetero
“Nada surge de la nada, todo es el resultado de una tradición política”, aseguró el autor. En el libro, Pérez hace un repaso histórico sobre el movimiento piquetero en la Argentina y cuenta que el término “piqueteros” se popularizó en la Argentina durante las protestas llevadas a cabo en Salta y Neuquén en 1996 y 1997.
Pero, en realidad, esas experiencias son similares a lo que había ocurrido con muchas puebladas en los años 90. Durante la recesión, los grupos piqueteros comenzaron un período de rápida expansión y, al calor de la crisis y el plan de convertibilidad, se consolidaron como un actor político de peso. Así explica que la formación de estos movimientos tienen que ver con una matriz productiva que ha excluido a una porción significativa de la sociedad.
La necesidad y la búsqueda de un ordenador
“En un contexto de desindustrialización y desempleo, la mayoría ingresa a un movimiento por necesidad. Se suman como último recurso, venciendo sus propios prejuicios y sentimientos de vergüenza”, describió Pérez.
Frente a la necesidad, en muchos casos el paso por la organización se convierte en un eslabón más una larga cadena de estrategias de supervivencia. Pero en otros, los activistas desarrollan un compromiso, «se quedan y hasta comienzan a hacer esfuerzos por mantenerse involucrados, priorizando la militancia por sobre el tiempo familiar, las actividades de ocio e incluso el interés económico”.
“Cuando las personas pierden el trabajo, el principal problema que tienen es de recursos por su puesto, pero también ocurre que se pierde lo que ordena la vida”, explicó. En ese sentido, Pérez advirtió que lo que las personas que eligen quedarse encuentran en las organizaciones es la posibilidad de reconstruir las rutinas pérdidas del empleo asalariado de las fábricas y el sentido de consistencia y respetabilidad asociado al merecimiento y autodisciplina. “Frente a un barrio que ha sido desarticulado por políticas neoliberales, el deseo de un ordenador frente a la incertidumbre cotidiana toma cada vez más importancia”, afirmó.
La literatura de los movimientos sociales tiende a responder esta pregunta en términos de conversión ideológica, es decir, sostienen que la gente se convence de las ideas. Pero en sus investigaciones, Pérez encontró que varios de estos activistas permanecen indiferentes o incluso no concuerdan con puntos centrales de la agenda de sus organizaciones.
“Esto refuta la caracterización de estos grupos como compuestos de una base maleable y apática. Lo que existe es una diversidad ideológica que prevalece dentro de las organizaciones piqueteras”, explicó el autor y sumó: “Sin negar el rol de las ideologías, yo planteo que la decisión también está intervenida por la práctica. Reconstruyen las rutinas de un mundo casi perdido: el mundo de la fábrica”.
Pérez planteó que en la Argentina el desempleo masivo, el incremento de la violencia interpersonal y la falta de inversión pública en infraestructura comunitaria, como parques, canchas de fútbol, centros culturales o veredas conspira para encerrar a las personas en sus casas: “Si estás viviendo en un barrio pesado, no vas a salir a pasear; te vas a quedar adentro de tu casa. Se destruye la vida pública”.
En ese marco, las organizaciones piqueteras se convierten en un “oasis de socialización” donde la gente va la gente pasar tiempo. Aunque no tengan necesidad, muchos se terminan quedando más tiempo del requerido. “Juntarse es esencial para el bienestar psicosocial de las personas, pero también para la estabilidad de cualquier sistema político porque si la gente no pasa tiempo con otros es mucho más difícil pensarse como parte de un colectivo”, afirmó el sociólogo.
“Sin gente en las calles no hay democracia. Si la gente no tiene la opción de juntarse para demandar lo que consideran sus derechos no hay democracia”, aseguró.
Una sociedad de individuos
En un contexto de retirada del Estado, Pérez sostuvo que el gobierno de Javier Milei plantea una sociedad de individuos atomizados, donde lo que entra en valor son los derechos individuales. “Esta es una mirada equivocada, simplemente porque así no funcionan las democracias”, dijo.
“Para hablar en específico, las organizaciones piqueteras contribuyen a la democracia a partir de dos mecanismos específicos: de abajo para arriba, aglutinando demandas para que lleguen a los niveles más altos de gobierno, y de arriba para abajo, como capilares del Estado para distribuir recursos e información rápidamente a nivel local”, explicó.
Y agregó: “Por supuesto que hay que defender los derechos individuales, pero estos se expanden y se establecen como parte del consenso de una sociedad civil, por medio de la movilización colectiva. No surgen de la nada, siempre es por medio de la organización de personas que se agrupan y demandan lo que consideran sus derechos, así funciona la democracia.
“Te puede gustar o no, pero en la Argentina todos los colectivos se movilizan, no solo los piqueteros. Sino mirá los productores del campo, las movilizaciones en pandemia o los cacerolazos. En toda democracia es inevitable, y en mi opinión deseable, que la gente se agrupe y movilice por lo que considera sus derechos. Entonces esta idea de una sociedad de individuos, sencillamente, no se condice con la realidad”, completó.
Próximo proyecto
En su búsqueda por volver siempre a casa, una vez publicado «¿Qué tienen los piqueteros en la cabeza?», Pérez decidió continuar con una investigación que lleva años ya: la legitimación de la represión de los movimientos sociales en Jujuy, en particular de la organización Tupac Amaru, que «ha sido muy efectiva en su accionar comunitario y, especialmente, ha contado con mucho consenso social dentro de la población juvenil.
Biografía
Marcos Pérez es profesor en el Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad Washington y Lee, Virginia (EEUU). Se licenció en Ciencia Política y Gobierno en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) y doctoró en Sociología en la Universidad de Texas, en Austin. Suele centrar sus trabajos en la intersección entre participación política, desindustrialización y consolidación democrática.