Abr 21 2025
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¿Quién le enseña a García Linera? Por Ramiro Parodi*

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Oriundo de Cochabamba, Álvaro García Linera cuenta que, cuando era pequeño, su madre separaba unas monedas todos los meses para que él pudiera comprarse libros. Relata que le decía que no solo se comprara libros marxistas sino que también leyera “de los otros” para que sus ideas no se encorsetaran. Se refiere a sí mismo como un autodidacta, narra que fue a la Universidad Autónoma de México a aprender matemáticas porque filosofía y sociología podía comprender por su propia cuenta. Pero, ¿qué es un autodidacta? ¿Alguien que lee en soledad e incorpora conocimiento al calor de una estufa a leña?

¿Quién le enseña a García Linera lo que es el marxismo en esos primeros años? Una posible respuesta (parcialmente correcta probablemente) sea que Marx, Gramsci y Althusser son sus maestros. Esos nombres conforman, al interior de su práctica-teórica, su objeto, su lengua y su estructura respectivamente.

La dialéctica materialista es, reconocida por él mismo, su obsesión. La obra de García Linera recorre desde los textos de la juventud de Marx hasta su correspondencia e incluso ha tenido acceso a los documentos sobre las comunidades latinoamericanas, escritos a finales de la vida de Marx que hoy están conservados en Ámsterdam.

La filosofía de la praxis gramsciana es su lengua materna. La producción teórica lineriana es una puesta en marcha del mecanismo que habita en los Cuadernos de la Cárcel. Prueba de ello es el uso que le da al concepto de “hegemonía”. No hay revolución posible, para el vicepresidente de Bolivia, si no hay guerra de ideas y disputa por el sentido común que ponga en cuestión los modos y las relaciones de producción. De ahí que su rol como intelectual haya ido transformándose desde una disputa en reductos progresistas, a través de revistas de escasa circulación, hasta un preponderante rol en los medios de comunicación clave para establecer un lazo entre las clases medias bolivianas y el Movimiento al Socialismo, partido que hoy lo tiene como vicepresidente al lado de Evo Morales. Si hablamos de su lengua es imprescindible también nombrar a Rene Zavaleta Mercado, citado frecuentemente por García Linera, de este pensador boliviano retomará la idea de “formas” (forma-muchedumbre, forma-multitud, forma-vecino, forma-comunidad, forma-valor) como un intento de hacer una tipología de los movimientos sociales.

Mientras que el materialismo althusseriano es su estructura. Son prácticamente nulos los pasajes en los que García Linera cita al filósofo argelino. Sin embargo, el modo que tiene de leer su coyuntura particular es, a todas leguas, susceptible de ser emparentado con la propuesta de Althusser. En este sentido, antes que marxista García Linera es boliviano y, desde ahí, es que recupera la herencia de Marx. Por ello, la cuestión de las clases sociales, propia de cierto autonomismo, se desplazará hacia la del sujeto político, concepción más ecléctica y apropiada para pensar las abigarradas relaciones sociales en Bolivia. A su vez, el Estado es asumido como una contradicción en sí misma, donde habitan espacios de universalización e instancias de monopolización de cierto poder. Mientras que la idea de Revolución no implica jamás un “corte de esencia” sino un proceso contradictorio donde la historia explota en múltiples temporalidades.

Pero la categoría “autodidacta” se define, principalmente, por prescindir de maestros. Entonces otra posible respuesta para la pregunta, ¿quién le enseña a García Linera?, sea sus compañeros. Un aprendizaje horizontal, atravesado por el contacto con comunidades que llevan en sus entrañas la posibilidad de una alternativa revolucionaria desde adentro, sin necesidad de inventar nada sino recuperando relaciones y modos de producción ancestrales. Por nombrar a algunos, encontramos a Felipe Quispe, actor fundamental para la conformación del Ejército Guerrillero Tupak Katari. Aymara de procedencia y líder indio con una incidencia importante dentro de las comunidades campesinas. También fue fundamental Raquel Gutiérrez, con quien retorna de México a Bolivia para formar dicho movimiento, escriben un libro juntos llamado “Las armas de la utopía. Marxismo:provocaciones heréticas” (1996) y con quien es encarcelado. A su vez podemos nombrar experiencias colectivas como el Grupo Comuna con quienes, a la salida de la cárcel, comienzan a  discutir cuestiones de coyuntura (en torno a la obra de Pierre Bourdieu) como la privatización de los recursos naturales propuesta por el gobierno de Hugo Banzer Suárez. O incluso podríamos nombrar el aprendizaje al lado del propio Evo Morales, quien personifica la heterogeneidad de los movimientos sociales que conforman al actual gobierno.

¿Fue la cárcel la que le enseñó a García Linera? Experiencia en la que él mismo reconoce que aprendió a “bailar con el tiempo”.Espacio de decantamiento de ideas y de mayor despliegue teórico donde produjo una de las relecturas más importantes y minuciosas de El Capital de Marx y Engels que tomó forma en su libro “Forma valor y forma comunidad. Aproximación teórica-abstracta a los fundamentos civilizatorios que preceden al Ayllu Universal”.

Los movimientos insurgentes en Centroamérica (desde la Revolución Cubana hasta la Guerrilla en El Salvador) en las décadas del 60 y del 70 son lo que lleva a García Linera a incorporar a sus lecturas las obras de Lenin quien nutre su “autodidactismo” de un pensamiento situado, donde las categorías adquiridas previamente se transforman a través de la práctica política perdiendo casi por completo su “sentido original”.

Las experiencias revolucionarias de Bolivia podrían también ser consideradas como la enseñanza del autodidacta. Es susceptible olfatear en sus intervenciones una necesidad de repensar ciertos momentos políticos de la historia de su país. De modo esquemático: La Revolución de 1952, La Marcha por la Vida de 1986 y el proceso de revolución democrática iniciado en el 2000 con la Guerra del Agua, podrían dar cuenta de un tridente histórico que permite leer, bajo la coyuntura, sus planteos sobre las clases sociales, la identidad nacional y la conformación de un colectivo político.

Desde esta perspectiva, la pregunta está mal planteada. No se trata de quién le enseña a García Linera como si estuviéramos ante una relación de individuo a individuo, se trata de qué es García Linera. El ex guerrillero del EGTK es, fundamentalmente un lector de su coyuntura. De ahí que no pueda ser considerado un Autor en el sentido fuerte del término. La relación que tiene con su “aquí y ahora” y que atraviesa toda su obra no supone a un sujeto que describe un objeto y traza las tareas a realizar. Por el contrario, García Linera es afectado por sus condiciones de existencia y, en este sentido, su producción teórica da cuenta de ese atravesamiento constitutivo. De ahí que pueda leerse un movimiento de desplazamiento conceptual al interior de su estructura teórica que no tenga la forma de un desarrollo lógico sino más bien la reivindicación de las contradicciones. El dispositivo teórico de García Linera podría ser considerado, en este sentido, una dialéctica inconclusa que sostiene y lidia con las contradicciones de sus términos para hacer de ellos una práctica política.

El “nombre propio”, la “obra”, el “pensamiento” y los “textos” no son de García Linera. Más bien, dichas categorías son descripciones útiles para dar cuenta de su operación de lectura pero son siempre, en cierta medida, incorrectas, están, desde un principio, dislocadas. Nada le pertenece un sujeto político cuya intervención teórica está destinada a desvanecerse para dar lugar a sus efectos.

 

*Lic. en Comunicación. Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y del Departamento de Estudios Políticos (CCC).

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