Sergio Massa juega las barajas que tiene contra Javier Milei y Patricia Bullrich. Sin cartas para el rabón, timbea su suerte como si tuviera 33 de mano. Esa cifra es, precisamente, el número mágico que le abriría las puertas para llegar al ballotage, según su entorno.
El cálculo es que, si trepara a ese puntaje en las elecciones generales, significaría que alcanzó el tercio cuya representación se arrogaba el kirchnerismo y cerraría, en ese mismo escalón, el paso a Juntos por el Cambio (JxC) bajo la suposición de que habría crecido a costa de votantes de Horacio Rodríguez Larreta y Juan Carlos Schiaretti. Robarle adhesiones a los libertarios es, según los peronólogos, lo que habría que hacer pero, salvo por el caso de unos cuántos distraídos y los piolas que repartieron en territorio las boletas de Milei o fiscalizaron para él, resultaría extraño que un volumen importante de ciudadanos renuncie a su opción original.
El problema para la faena del candidato oficialista es que no tiene tantos para golpearse el pecho y tampoco puede torearla demasiado contra sus contrincantes. Ni el líder de La Libertad Avanza ni la ex ministra de Seguridad tienen otra cosa que un cuatro de copas y algún siete falso pero el economista ya moderó su discurso para que no le muerdan la base de sustentación que le capturó a la base de sustentación de la coalición gubernamental, en tanto que Bullrich alardea para llamar la atención pero no sale de su desconcierto.
Según supo La Patriada, el bloque del Frente de Todos se reunió en la previa de la sesión de la Cámara de Diputados que aprobó la modificación a la Ley de Alquileres y los representantes tucumanos hicieron mea culpa por la magra cosecha electoral. “Dijeron que no activaron y no les fue bien, pero que ahora van a recuperar 300 mil votos”, comentaron a este medio.
La huelga de brazos caídos de la dirigencia en el Jardín de la República habría sido revestida de excusas por el destrato a Juan Manzur, con el anuncio de la fórmula fallida junto a Eduardo Wado De Pedro antes del cierre de listas. De hecho, fuentes ligadas al gobierno de esa jurisdicción negaron esta mañana que el caudillo tucumano fuera a renunciar a la conducción del Ejecutivo provincial para asumir como senador, tal como indicaban ciertos rumores. El clima se enrarece porque se ponderaba su referencia para aglutinar al peronismo del Norte Grande de cara a los comicios generales.
Desde la cima de la Cámara Alta, por otra parte, el tiempo se consume entre el desánimo y la preocupación. Los miembros de los despachos más encumbrados ni siquiera confían en la epopeya ciudadana que la militancia encarnó para el ballotage que Daniel Scioli disputó contra Mauricio Macri en 2015, contra la anuencia que por entonces prodigaban la actual vicepresidenta Cristina Kirchner y La Cámpora.
Massa, en consecuencia, afronta una mano bastante brava. Tiene una sota, un caballo y, tal vez, un tres para cantar vale cuatro.
Para ganar, el ministro de Economía no tiene otra alternativa que ser lo que fue. Quizá con ese objetivo, y a pesar de que sus socios en la aventura fallida de la experiencia política en curso desde 2019 le bajen el precio a los anuncios que haga a partir de hoy, el tigrense pretende aprovechar el encuentro con su tropa del Frente Renovador en el plenario de hoy para que insufle energías y entusiasmo.
Fullero según su auspiciante política más gravitante al interior de Unión por la Patria, Massa tiene prohibido irse al mazo. La última conjetura de los que miran sin esperar el morboso deleite de verlo derrotado es que sería improbable que prestara su cara para una catástrofe electoral sin parangón.
Al fin de cuentas, toda la fe del peronismo se condensa en la incredulidad frente al aparente candor de un candidato que hizo carrera con su viveza y su ambición. En breve se verá si guarda un as en la manga.