Abr 23 2025
Abr 23 2025

Una nueva realidad regional

Publicado el

Por Edgardo Mocca

No importa para el caso que los grandes conglomerados mediáticos cambien rápidamente el centro de su agenda ayudados por el clima de zozobra que rodea a la delicada situación cambiaria de estos días. Hay un gobierno nacional fortalecido por una manifestación muy importante en el contexto de la pandemia: espontánea en gran parte, totalmente pacífica y de alto contenido político. Y hay una nueva situación regional.

En Bolivia, el aplastante triunfo de Luis Arce acaba de clausurar el ominoso período de interrupción del orden constitucional, abierto por el golpe de estado capitaneado por el secretario general de la OEA Luis Almagro.

Se encadenan tres procesos, el del triunfo popular argentino de octubre del año pasado; el de la recuperación histórica del proceso revolucionario encabezado por Evo Morales en Bolivia y el triunfo del apruebo en el plebiscito por una reforma constitucional en Chile.

Es justo pensar en la interrelación entre estos hechos. En primer lugar señalan la crisis de una percepción de la vida política regional signada por la idea del “fin de ciclo populista”: en pocos meses se han recuperado dos eslabones muy importantes de la experiencia popular transformadora de principios de este siglo. Y no es demasiado audaz decir que el triunfo electoral del frente en la Argentina es un claro parteaguas; el macrismo fue una carta muy importante en el intento imperial de terminar con el proceso abierto por la revolución bolivariana.

Junto con Brasil, el gobierno neoliberal argentino militó muy fuertemente para el retroceso cualitativo del proceso de integración regional que tuvo en la Unasur su punto más alto. Hay que reconstruir la escena de esos años. El grupo regional adquirió un alto nivel en términos de defensa de la democracia contra la injerencia de Estados Unidos y las agencias que le responden, sostuvo la estabilidad democrática cuando fue amenazada en Ecuador, Venezuela y la propia Bolivia y generó múltiples iniciativas de acercamiento entre nuestros pueblos.

Puede decirse sin exageración que la patria grande sudamericana adquirió relieve en la conformación geopolítica mundial, a partir de desplegar grados superiores de autonomía respecto de la potencia imperial.

La integración regional ha vuelto a la agenda política entre nosotros. La vergonzosa conducta de la OEA queda hoy bajo el foco de cualquier análisis objetivo de lo ocurrido en Bolivia. Pero tampoco hay que olvidar el alto nivel de protagonismo del gobierno de Estados Unidos en la gestación de la grave crisis que hoy afecta a nuestro país: el inédito endeudamiento argentino de la última etapa de Macri puede fácilmente interpretarse como un esfuerzo de Trump para sostener al gobierno de la derecha argentina. Abiertamente la gestión norteamericana en el interior de la cúspide del FMI facilitó un crédito inédito por su volumen. Y eso es una señal de la importancia que Estados Unidos le daba a la continuidad neoliberal en Argentina.

Ahora el presidente Fernández ha hecho expresa la voluntad de la recreación de la Unasur, al mismo tiempo que vuelve a reprochar la desgraciada conducta de la OEA con relación a Bolivia.

«La joya más elogiada de la contrarrevolución neoliberal de los años noventa está envuelta en un vendaval político de la que difícilmente salga indemne».

Otro acontecimiento de alta significación histórica es el plebiscito en Chile. La actual constitución, que fue aprobada en sus términos fundamentales durante la dictadura pinochetista, tras ser sometida al veredicto popular, iniciará un proceso de reforma. Y no se trata de un giro político conducido por los partidos políticos que monopolizaron el gobierno durante estos treinta últimos años, sino de una escena precedida y provocada por el más alto nivel de movilización del pueblo chileno desde los tiempos del gobierno popular que encabezara Salvador Allende. La joya más elogiada de la contrarrevolución neoliberal de los años noventa está envuelta en un vendaval político de la que difícilmente salga indemne.

Habrá también elecciones en Ecuador donde fracasó el intento de proscripción de la fuerza política que encabeza Rafael Correa. Venezuela enfrenta exitosamente las maniobras desestabilizadoras impulsadas por Estados Unidos y próximamente organizará su elección presidencial en cumplimiento de lo prescrito por la constitución bolivariana. Es decir que cualquier cosa puede decirse menos que el ciclo popular y soberano de la región está agotado.

El fracaso de los pronósticos tiene que ver con el erróneo análisis político que los hizo posibles. Y el error consiste en la subestimación de las raíces profundas que alcanzaron esos procesos, el reencuentro de los países del sur con su historia de luchas por la segunda independencia y con el sueño de sus padres fundadores de la patria grande. Los creyentes en la victoria definitiva del neoliberalismo confundieron sus deseos con la realidad.

Es necesario también considerar el rol de nuestro país en este proceso. Mucho hemos discutido sobre la dura situación que enfrenta nuestro país en términos de relaciones de fuerza internacionales. El propio discurso de Cristina el 18 de mayo pasado llamaba la atención sobre esa cuestión y la colocaba como uno de los sustentos de la necesidad de una amplia unidad que no solamente permitiera ganar la elección sino gobernar en las nuevas y difíciles condiciones. Hoy tenemos conciencia de que no solamente el país está inmerso en una red de relaciones de fuerza sino que también su curso político forma parte de esas relaciones. Y puede transformarlas.

Es difícil imaginar el curso que tomó la política regional sin contar con el rol jugado por nuestro país y su gobierno. Queda como símbolo imborrable de ese papel el asilo otorgado a Evo Morales y a Álvaro García Linera en su territorio. Evo y Alberto, según se ha anunciado, se encontrarán en tierra de frontera entre las dos naciones para celebrar juntos este momento histórico de la vida política regional.

 

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