EY/ VAMOS/ SALGAN/
DE DONDE ESTÉN/ NECESITAMOS TENER ESTA REUNIÓN/
JUNTO A ESTE ÁRBOL/
QUE NI SIQUIERA / FUE PLANTADO AÚN.
June Jordan
Por Leticia Martínez
Confío, ante todo, en las historias. Los espacios pequeños en los que las cosas suceden y se vuelven inmensas. Por ejemplo, cuando mi mamá me dijo que gracias a Eva Perón tuvo su primer par de zapatillas. Con esas zapatillas, pudo ir a la escuela. Diría que ese relato de una niña que, obtiene algo, una cosa (calzado, bicicleta), una vez en su vida, repetido por miles de nuestras madres, abuelas o vecinas son cosas sencillas que arman inmensidades.
Casualmente, cosas para nuestras madres, tías y/o abuelas. Derechos. Luego, las discusiones: ¿asistencialismo? Las contradicciones. Los sapos. El mito. Cómo duele lo que se vuelve mito. La Eva de Copi. Cómo enoja a algunos (sobre todo, a los nuestros) que pongan a nuestra santa a putear. ¿Qué mierda hice con ese vestido?
No creo en la solemnidad, sino en la toma de posición. Tengo una estampita de Eva en una especie de altar que armé mientras mi madre estaba internada, antes de su muerte. Tengo otra imagen de ella, en la heladera. Por qué molesta el sentimentalismo. ¿Acaso aún se sostiene la dicotomía entre razón y sensibilidad? Estar por fuera para ser un artista más cool, más snob. No tendré que rezarle a Eva mientras muere mi madre. No tendré que maldecir, con la foto de ambas entre mis manos, la desgracia de la enfermedad. La de mi madre y la de Evita.
A veces noto que es más sencillo (cómodo) no asignarse posturas. Y me refiero a lo ideológico y no. Hemos visto cómo algunos/as artistas, que asumieron una postura partidaria y/o estética, fueron cancelados/as. No sé si eso da miedo. No sé bien qué son las redes sociales a ese nivel de impacto.
Alguien dirá para qué nombrarse en una captura, por qué mejor no fugar de los nombres y de las identidades. Yo diría que mejor discutamos sabiendo desde dónde nos paramos. O, como dijo León Ferrari, refiriéndose a su obra: si esto no es arte, lo cambiaría de nombre, lo llamaría, política, crítica corrosiva, cualquier cosa.
Un partido, una ideología, un movimiento. Una doctrina, una clase social. Cualquier cosa. Me refiero al punto de vista. Desde dónde se dice lo que se dice. No hay neutralidad en los discursos que siempre se enuncian desde el afuera. Miran el mundo sin pertenencia de clase, ni ideología o perspectiva de género (como si eso los volviera mejores o verdaderos). Por lo general, son los discursos artísticos los que asumen ese rol. No les creo nada. Y tampoco entiendo cómo pueden hablar del mundo sin verse en el mundo. En alguno de los mundos. No les creo los discursos ni me conmueven sus músicas, ni sus libros o pinturas.
Equivocarse, discutir. Ponerse en juego, no volvernos ascéticas/os. Se habla de una despolitización de las vidas. De cuáles. De personas sin intereses en lo político. No sé de qué personas hablan. Vivo, hace algunos años, en un pueblo serrano y lo único que conocí acá fue el hacer político. La vida de nicho: andar con quienes se nos parecen. Sí y no. Pues yo soy peronista y ando con troskas, anarcas, personas de derecha. Todas (sí, en su mayoría son mujeres o pibis trans) asumen un lugar desde el que se plantan. Y discutimos. Y repensamos juntas. Pero tenemos algo claro: el bien común. Descentralizarse. Salirse de una misma para ponerse en algo más con las otras. Digo que esto, fuera de Buenos Aires, y fuera de las lógicas de enunciación porteña, sucede. Lo sé también por conversaciones con personas de otros lugares del país. Hay red, como se dice ahora. Organización, diría yo.
Un sueño: la comunidad organizada. Qué lugar tiene allí el arte. Cuál es el compromiso. Hacemos nuestro este porvenir y no queremos otro, decía Sartre. Me interesa, como artista, sumergirme en mi época. No escaparme. Soy contemporánea y quiero habitar este ruido. Modern Clics. Claro que no comienza la historia cuando una accede al tiempo. Pero una puede generar interferencias en el tiempo que se está. En palabras de Lamborghini, asumir la distorsión / asimilarla / y devolverla multiplicadamente.
¿Comprometerse con la obra? Hay tanta teoría sobre eso. De alguna forma, el arte de la posmodernidad mira al mundo como si no estuviera en él. No involucrarse. No ensuciarse. El ascetismo: poéticas sobre el mundo y no desde un mundo.
Por eso, vuelvo a las historias. A las cosas chiquitas. A las zapatillas, a una bicicleta. Lo que ha construido una épica, un mito (¿acaso molesta inventarse una épica?). Las cosas que estaban prohibidas para las personas como mi mamá. Es decir, para las niñas pobres de los valles calchaquíes en los años 50’. Cada una/o podrá pensar cuáles historias sencillas conoce. Ahí reside la diferencia: yo considero que todas/os tenemos historias para contar. No hace falta más que disposición para hacerlo.
Claro que lo particular no hace a lo general. Pero a mí me interesa situarme. Eso no me aquieta, sino que me dinamiza. El relato que asume una voz y la lleva al extremo. La decisión de una primera persona que inventa, construye, da estructura. Lo difícil de escribir desde una primera persona (un yo). Con esto digo, lo fácil de usar una tercera persona, mirar desde arriba o desde un costado (¿casi un panóptico?). El tiempo, la pobreza, lo triste, la soledad. La muerte.
Las personas juntándose en todo tiempo a hacer cosas. A vencer lo doloroso. Algo así es mi 17 de octubre. Personas en ritual yendo a buscar lo que hace falta. Sin solemnidad, sin camisas, con muchísimo sentimiento. Inventarnos una épica (la que queramos) y que los eunucos bufen.
Una cita de Eva Duarte:
(…) Yo no le diré la mentira acostumbrada; yo no le diré que no lo merezco; sí, lo merezco, mi general. Lo merezco por una sola cosa, que vale más que todo el oro del mundo: lo merezco porque todo lo hice por amor a este pueblo.
Fragmento del discurso pronunciado el 17 de octubre de 1951.
Se trató de la primera transmisión televisiva.
Bio:
Eva Duarte de Perón, nació en mayo de 1919, en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires. Actriz, política y defensora de los derechos de las mujeres, las/os niños/as y de los/as pobres. En su accionar político, ha creado (entre otros) hospitales, escuelas y viviendas para las personas más necesitadas. Otorgó becas de estudio y luchó activamente por los derechos sindicales para los trabajadores/as. Impulsora del voto femenino. Además, escribió dos libros: La razón de mi vida (1951) y Mi mensaje (1952).