Oct 10 2024
Oct 10 2024

El repudio sin filo

Publicado el

Por Pablo Dipierri

Las palabras actúan pero también se gastan. Su operatividad pública se devaluó en los últimos tiempos mucho más que el peso frente a la cotización del dólar ilegal.

Sea por la hiperbólica capilaridad de los dispositivos técnicos para decirse a sí mismos o por la modesta pero justa teoría de que todo comunica, el habla es casi un commodity. Y como el poder se basa en el monopolio del dinero, las armas y el discurso, la oferta electoral del establishment padece menos que los líderes políticos plebeyos -y su militancia- la pérdida de densidad y profundidad en la interpelación. Porque, en definitiva, los candidatos cultivados por los dueños del sistema pueden prescindir de los vocablos sustanciosos mientras su trama se cimente en los fierros y la guita.

El ensayista Alejandro Kaufman planteó hace rato que el campo popular parla, en la actualidad, la lengua de la derecha. Y su advertencia no debería redundar en la búsqueda de epítetos en la góndola de las izquierdas o los movimientos nacionales, como si eso subsanara el problema. Sencillamente, porque el lenguaje no es un repertorio de piezas nada más sino una forma de sentir y habitar el mundo.

La impavidez general frente a la saña verbal funciona, en ese sentido, como un ejemplo claro. Ayer se viralizó por las plataformas virtuales un cántico provocador y violento entonado por la ex ministra de Seguridad macrista y actual precandidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, y sus believers. La respuesta fue de manual, pero no tanto por su corrección ideológica como por la conveniencia de su enunciado para la oposición que la provocó.

Bajo el título “Repudio a los cánticos antidemocráticos de Bullrich y su militancia”, el bloque de diputados del Frente de Todos rechazó la arenga de la otrora funcionaria de la Alianza. La frase que repicó en el ágora pública fue la del anhelo de una “Argentina sin Cristina”, en alusión a la vicepresidenta Cristina Kirchner.

Luego de recordar que Bullrich fue una de las dirigentas que no repudió el intento de atentado perpetrado hace casi un año contra la titular del Senado, los legisladores instaron a “que todo el arco político argentino condene sinceramente estas acciones y discursos violentos que invitan a eliminar al adversario político, rememorando las páginas más oscuras de la historia”. Más allá de la justicia del reflejo peronista, podría decirse que en estas pampas un repudio no se le niega nadie.

Asimismo, el comunicado de prensa transmitió el “pleno apoyo” y el “acompañamiento absoluto” a la ex Presidenta. “A 40 años de democracia ininterrumpida reafirmamos el camino de la tolerancia y el diálogo, alejados del odio y la violencia política”, concluyó el texto divulgado por la bancada oficialista.

La pregunta que inquieta es sobre la efectividad del gesto. Si una intervención política busca anular otra, su potencia se medirá en el resultado pero, a juzgar por los acontecimientos desde 2015 en adelante, los pronunciamientos de este tipo se fueron diluyendo en la impotencia.

De ahí la relevancia del análisis de Miguel Bonasso en su libro El presidente que no fue, cuando plantea que ya durante el segundo mandato de Juan Domingo Perón el gobierno radicalizaba su discurso a medida que ablandaba sus objetivos económicos redistribucionistas o los moderaba. Ese punto de vista habilitaría la posibilidad de que, en determinados momentos, la palabra sea nada más, y nada menos, que el revestimiento de un poder que se tramita en sentido contrario a lo que se narra.

Y aun cuando pueda buscarse que su enunciado funja como dique de contención frente al avance de lo peor, su falta de anclaje social la vuelve insulsa. En la bruma de una etapa camuflada por el frenesí de los comicios por venir, ni siquiera el tango basta para saber si hay que saber sufrir, amar, partir o andar sin pensamiento, en ese u otro orden.

Si es verdad que la lucha se reinventa, la historia irá caldeando una lengua nueva cuando la que se fagocita hoy bajo el marketing y el self-made se agote completamente.

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