Por Pablo Dipierri
Ya se dijo en este portal que Chaco, en quechua, remite al rodeo que los pueblos originarios ensayaban sobre su presa. En esa ocasión, se sugería que la constelación mediática y la oposición sitiaban al peronismo de esa provincia con el propósito de arrebatarle la gobernación a Jorge Capitanich, aglutinando la bronca en su contra a partir de un caso policial con adyacencias políticas.
Por más que la ministra de Seguridad chaqueña, Gloria Zalazar, dispusiera de todos los instrumentos del Estado provincial para que el Poder Judicial trabajara en el esclarecimiento del crimen de Cecilia Strzyzowski, el libreto estaba escrito de antemano. La batalla para que la opinión pública immputara responsabilidad al gobierno provincial por el asesinato de una joven en el seno de una familia de militantes vinculados a Capitanich e integrantes de una de las tantas listas que pendían de su nombre parecía irremontable desde el principio.
Sobre aquel diagnóstico inicial, se apilaron luego las especulaciones acerca de cómo podría capitalizar la situación Juntos por el Cambio. La foto de Patricia Bullrich con el triunfador, Leandro Zdero, no deja lugar a dudas: el Pro anhela el anudamiento de la victoria de Maximiliano Pullaro en Santa Fe a la de anoche en Chaco, como así también, la puntada final en Mendoza con Alfredo Cornejo, dentro de la escala de comicios provinciales. La suerte en tierra cuyana, de todas formas, todavía no está echada, porque allí le disputa el cetro al radicalismo el diputado Omar de Marchi, que rompió con la coalición opositora a nivel nacional y urdió un acuerdo de resultado aun insondable con peronistas, radicales desencantados y libertarios.
No obstante, lo que la prensa y el macrismo celebran como un batacazo en el norte argentino yugula el ánimo de Unión Por la Patria (UxP), que venía ganando músculo a caballo de las medidas anunciadas por Sergio Massa y su entronización como líder de la fuerza política en este tramo de la campaña electoral. Y entre la frustración y el resentimiento, no faltan en el oficialismo los que otorgan a lo pavote actas de defunción política contra los que se topan con la derrota. De “La Patria es el otro” al que pierde es el otro siempre hubo un paso, y el olor a 2015 es patente.
Sin embargo, las primeras palabras de Capitanich al reconocer la victoria de su competidor lo enaltecieron. Se comprometió a iniciar la transición por respeto a la institucionalidad y la democracia, una perogrullada de la que pocos podrían hacer gala, y agradeció al pueblo que le permitió desempeñarse como mandatario provincial desde 2007.
El itinerario del “Coqui” es, al mismo tiempo, credencial de que perder no es el final. Habiendo integrado el gobierno provisional de Eduardo Duhalde en 2002, con poco más de 30 años, disputó la gobernación de su terruño hace 16 años y se impuso frente al radical Roy Nikisch.
En 2013, ruptura de Massa mediante y tropezón electoral posterior, le tocó asumir la Jefatura de Gabinete, ya con la por entonces presidenta Cristina Kirchenr en su segundo mandato. La nafta no le dio para disputar la candidatura a la primera magistratura del país y apostó a volver a empezar: se candidateó en 2015 para ser intendente de Resistencia y ganó, con Domingo Peppo como postulante a gobernador.
Con la creación del Frente de Todos, peleó nuevamente por la poltrona mayor en Chaco y los sufragios lo acompañaron. En la capital provincial, lo sucedió Gustavo Martínez, un peronista con el que se distanció y que cosechó ayer 5 puntos en la disputa por el mismo cargo que obtuvo Zdero. Aunque no se llore sobre la leche derramada, ese puñado de votos lo hubieran revalidado a Capitanich frente al electorado.
Párrafo aparte quizá merezca la nobleza de uno de los pocos gobernadores que no retaceó esfuerzos para evitar la ruptura de la coalición gubernamental. Fuentes parlamentarias han atestiguado más de una vez el frenético pivoteo del chaqueño entre Olivos y el Senado en los momentos más difíciles del mandato de Alberto Fernández. Por lo demás, fue el ideólogo de darle al FdT una orgánica desde febrero de 2020, para estructurarlo y consolidarlo como experiencia política. Fue desoído entonces pero insistió tras la derrota del oficialismo en las primarias de 2021. Ante la deshonestidad intelectual con que se tramitó ese resultado, su iniciativa parecía candorosa. Era tarde para ser buenos.
Con todo, el destino de Capitanich no está sellado, como el de nadie en política. “Cuando uno pierde, al día siguiente vuelve a la unidad básica y se pone a barrer con la escoba y charla con los compañeros”, suele decir un militante peronista de la Capital Federal, una ciudad pijotera para él y cualquiera de los suyos.
El problema es la cuenta que saquen, antes que los consultores, los propios dirigentes. Se ha puesto de moda estimar que “no se pueden traspolar los escenarios locales a la contienda nacional”, pero ese axioma trasluce una posición endeble, con sesgos del investigador que lo formula: es probable que, en su provincia, los empadronados voten con la misma línea que en la tira presidencial, solo que eligen a quien mejor los represente contra quien mande en Casa Rosada. La pregunta inquietante, más no desconcertante, sería por qué ganó Sergio Massa en las PASO del 13 de agosto y perdió Capitanich anoche. La respuesta podrá no gustar pero emerge sola.
Habrá quien concluya que el epitafio del peronismo se haya tipeado en quechua… pero nadie muere en la víspera.