Dic 10 2023
Dic 10 2023

Nina Simone y el chicle de los dioses

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Por Brian Robles

La historia arranca así: en el 2014 Jane Pollard e Iaian Forsyth, estrenan la película 20.000 días en la Tierra. Para quienes no sepan de qué estoy hablando,  el film trata sobre la vida y obra de Nick Cave. Los 20.000 días en la tierra son una referencia a la edad del momento del protagonista, que en una de las escenas, visita a su compañero de banda Warren Ellis, compositor, violinista, guitarrista, pianista, líder de la banda Dirty Three, y muchos etcéteras más que valen la pena buscar en Google o Youtube. En fin, en esa visita Warren y Nick recuerdan sobre un recital de Nina Simone en el London Festival Hall. Ellis le dice a Cave que ese fue uno de los mejores recitales que vio en su vida, que Nina no permitía que nadie no la llame “Doctora Simone”, que le pidió al asistente de ese recital que le consiguiera salchichas, champagne y cocaína, que trato mal a todo el mundo, que subió al escenario con cara de odio mascando chicle, que lo sacó de su boca y lo pegó en el piano Steiner donde se celebró el recital, y que apenas terminó él mismo fue corriendo hacia el piano, despegó el chicle y lo guardó en la toalla, que estaba sobre el piano, que Nina había usado en todo el recital para secarse la transpiración. 

Parece absurdo que una persona pueda escribir respectó a un chicle Ellis lo hizo pero el chicle no es el chicle, el chicle es de Nina Simone y todo lo que ese chicle representa quedó plasmado en El chicle de Nina Simone, un libro que lo usa como disparador para contar la historia de un hombre que dedicó la mitad de su vida a la música y sobre el poder de los sucesos alrededor de su trayectoria que fueron impulsando sus ganas de realizarse en su vocación.

«El chicle de Nina Simone», las memorias de Warren Ellis. En la foto Ellis con Nick Cave.

Uno de esos fue la vez que uno de sus profesores de música lo llamó estúpido. Ellis estaba decidiendo entre trabajar de encargado en un McDonalds o seguir sus estudios musicales. El profesor le dijo que desaprovechar su potencial sería un pecado.

La música fue lo que lo rescato de las drogas y el alcohol, de los cuales empachado no aguantaba más. La música fue la que lo hizo pensar qué hacer de su vida y no sentirse  más perdido. Ya no despertaba por las mañanas cargando con el peso de “¿qué voy a hacer hoy?”, “¿qué estoy haciendo con mi vida?”.

¿Pero qué tiene que ver Nina Simone, su chicle, la anécdota, la cocaína y las salchichas?. Tiene que ver todo.

Si no sabés quién es la Doctora Simone, te recomiendo que dejes de leer esto y vayas a escucharla. Después de escucharla, investigarla. Después, volver a escucharla. Ellis en el libro hace un resumen interesante:

 

 Eunice Kathleen Waymon nació el 21 de febrero de 1933 en Tyron, Carolina del Norte.

La sexta de ocho hermanos que nacieron en la pobreza.

Aspiraba a ser concertista de piano. Le negaron la admisión en el Instituto de Música Curtis de Filadelfia. Lo atribuye a la discriminación racial.

 1954. Se cambió el nombre a “Nina Simone” para que su familia no se enterase de que había elegido tocar la “música del diablo”.

En un local le dijeron que tendría que cantar ella para acompañar al piano, cosa que, efectivamente hizo, y lanzó su carrera como vocalista de jazz.

1959. Lanzamiento de su primer disco. Nina Simone fue a Montgomery, Alabama, en 1965 y le advirtió al reverendo Martin Luther King: “¡No soy pacífica!”.

Tres días después del asesinato de King, en 1968, tocó “Why? (The King of Love is Dead)”, una canción de quince minutos que había compuesto un par de días antes. La misma mujer que no había tardado más de una hora en componer “Mississippi Goddam” como respuesta al asesinato de Megdar Evars en 1963 y al bombardeo del 15 de septiembre de ese mismo año en la iglesia bautista de 16th Street en Birmingham, Alabama, que se cobró la vida de cuatro chicas negras y dejó parcialmente ciega a una quinta. Dijo que la canción era como “responderles con diez balas”.

Hacia finales de los sesenta, Simone estaba cansada del panorama musical estadounidense y la política racial del país, tan polarizada por aquel entonces. Habiendo sido vecina de Malcom X y de Betty Shabazz en Mount Vernon, Nueva York, luego vivió en otros países como Liberia, Suiza, Inglaterra y Barbados antes de asentarse en el sur de Francia. Allá por los noventa, su vida parecía una montaña de dificultades y trastornos. Todo el mundo sabía que las cosas no le iban demasiado bien en el país galo. Se decía que había disparado a sus vecinos. Sin duda, vivía con mucha angustia. Era un personaje muy complejo. Siempre había sido explosiva y nunca se había callado nada, pero en aquellos años su carrera estaba desmoronándose. Representa muchísimo para mucha gente, pero su salud estaba en horas muy bajas, tanto física como mentalmente.

Recuerdo haber leído que, a mediados de los sesenta, en un momento en el que atravesaba una profunda depresión, alguien le dijo: “¿Eres consciente de que cargas con el peso de todo el mundo a tus espaldas? Es normal que te vengas abajo”. Que estuviésemos a punto de verla tocar en 1999 era un milagro.

 

No tengo idea qué representa ese chicle para Ellis, pero sospecho que todo el poder de una historia puede contenerse en un objeto ordinario si queremos creerlo de esa manera. Rozando los 60 años, Warren Ellis es uno de los compositores más prolíficos de la actualidad. Hizo caso a su profesor. En todo su recorrido la música fue un bálsamo que le permitió seguir adelante y deshacerse de toda esa sustancia que muchas veces anula la creatividad. Hoy una réplica del chicle hecha en plata posa colgante sobre su pecho. 

Quizás le recuerda el poder de una mortal que alcanzó el estatus de diosa de la música. Una diosa que disfrutaba con salchichas, cocaína y champagne.

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