Metalúrgicos que manejan UBER en sus francos, changarines con Potenciar Trabajo, municipales con maxikiosco, obreros de fábrica que la pichulean con trabajitos de plomería, instalaciones eléctricas o construcción y pintura. Ni que hablar de mujeres que, mientras realizan tareas de cuidado y son beneficiarias de programas impulsados por Desarrollo Social, se dedican también a trabajar en la informalidad como empleadas domésticas y eligen hacerlo así para no perder el beneficio.
El panorama es mucho más heterogéneo de lo que pueden ilustrar las de por sí múltiples clasificaciones de las planillas de Excel con las que se pavonean los economistas de todos los andariveles ideológicos. La dispersión de los ingresos en Argentina es tan inabarcable para la sociología como para la política.
Según el referente de la sindicato Comercio, Industria y Servicios de la CTA, Gustavo Córdoba, los trabajadores de las barriadas populares eligen muchas veces la rutina del changarín frente a las condiciones precarias del mercado laboral. “Programas como el Potenciar Trabajo son un piso importante para los laburantes, como en su momento lo fue la Asignación Universal por Hijo”, explica, y recuerda que cuando se creó esa prestación en 2009 se objetaba la iniciativa porque se argüía que las trabajadoras de casas particulares ya no querían trabajar. Sin embargo, Córdoba es lapidario: “no es que no querían trabajar sino que elegían el patrón”.
Aluvión y fragmentación
Que el poder adquisitivo de la clase obrera cayó a partir del desparramo neoliberal del macrismo en 2015 y profundizó su descenso con la pandemia del Covid 19 no es ninguna novedad. Sin embargo, los centros de estudios de los sindicatos y las consultoras privadas coinciden en un diagnóstico paradojal desde hace meses. Tal como lo explica Mariano Denegris en su último artículo para La Patriada, Trabajo hay, lo que falta es sueldo, “no hay estadística sobre el mercado laboral argentino que no refleje el inédito crecimiento del empleo post pandemia y al mismo tiempo la concentración de los frutos de ese crecimiento en las manos empresariales y no en los salarios de los trabajadores. Como, además, esa reactivación se da en un contexto donde hay más personas buscando trabajo, la tasa de empleo es la más alta desde que se comenzó a relevar este indicador”.
Aunque la descripción resulte relativamente sencilla y el diagnóstico sea casi un commodity más por estas pampas, es probablemente más complejo atacar el problema. Ya en mayo del año pasado, el Observatorio del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) consignó que “el panorama sociolaboral (del cordón que rodea a la Capital Federal) plantea la urgencia de desarrollar de manera rápida intervenciones profundas en la contención de la inflación, como también desplegar una política de ingresos más amplia y generalizada por la sumatoria de crisis múltiples en los últimos años, que han afectado al tejido social y al mercado de trabajo”. “En un marco de crecimiento económico importante durante los meses recientes y de mayor generación de puestos laborales, el problema se presenta fundamentalmente en materia distributiva y en los bajos ingresos de la mayor parte de la población, junto a niveles altos de heterogeneidad, informalidad y precariedad del mercado de trabajo”, reza el documento firmado por Rodrigo Carmona y Bárbara Couto, con la colaboración de Sebastián Rotondo y Diego Amorín.
Titulado Panorama del mercado de trabajo: impactos de una crisis de múltiples aristas, este trabajo pesquisa las urgencias de las 7 subregiones de los partidos del área metropolitana y pondera que para el primer trimestre de 2022 se detectaba un “repunte de la actividad económica” en la zona y “una tasa de actividad y una tasa de empleo del conurbano bonaerense altas, que superan en un punto porcentual al promedio de la Provincia de Buenos Aires”. “En materia de desocupación se advierten cifras más elevadas que aquellas alcanzadas en el total provincial y también heterogeneidades intrarregión importantes”, advierte, y añade: “la informalidad alcanza al 38,8 por ciento, con sus valores más altos en el Conurbano Oeste con 47,6%, seguido por el Periurbano Sur (Almirante Brown, Berazategui, Esteban Echeverría, Ezeiza y Florencio Varela), Periurbano Norte (Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, Malvinas Argentinas, San Fernando, San Miguel y Tigre) y Conurbano Sur (Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora y Quilmes) con 39,6%, 38,9%, 37,8%, respectivamente”.
Por su parte, el Centro de Capacitación y Estudios sobre el Trabajo y el Desarrollo de la Universidad Nacional de San Martín (CETyD-UNSAM) publicó en su informe de enero pasado que, con los datos disponibles al tercer trimestre de 2022, “la tasa de actividad alcanzó el 47,6% y la tasa de empleo el alcanzó el 44,2%”, verificándose un incremento con respecto al mismo período del año anterior, y agregó: “Dado que el aumento interanual de la tasa de empleo fue mayor que el de la tasa de actividad, se produjo un descenso de la tasa de desempleo: la población ocupada alcanzó los 20,4 millones de personas, lo que significa un incremento de 840 mil personas con empleo en comparación el tercer trimestre de 2021”. Asimismo, subraya este envío que “si se contrastan los datos con el período previo a la pandemia (tercer trimestre de 2019), el aumento es de 1,3 millones de personas ocupadas”.
Y aunque estos guarismos redundan en un descenso de la desocupación que el INDEC situó en 7,1 por ciento, el CETyD señala que “el crecimiento del 4,3% de la población ocupada entre los terceros trimestres de 2021 y 2022 se explica fundamentalmente por la expansión del empleo asalariado no registrado (que se incrementó en 860 mil de personas) y del trabajo por cuenta propia (que se expandió en 240 mil trabajadores y trabajadoras)”. “Como resultado de esta dinámica, la tasa de empleo no registrado se ubicó en el 37,4%, lo que significa un incremento de más de 4 puntos porcentuales en comparación con el año 2021 y ubicándose también en un nivel superior respecto del período previo a la pandemia”, grafica.
La pregunta por la disposición al conflicto
Los ecos de la interna del Frente de Todos nacen y terminan alrededor de esta cuestión, animada por la voracidad empresaria y facturada por el kirchnerismo a la blandura de su antagonista intestino, mientras las centrales sindicales pugnan para no diluirse en sus pataleos vetustos y la narrativa del Ministerio de Trabajo, tanto durante la gestión de Claudio Moroni como la de su sucesora, Kelly Olmos, apela a una jactancia verificada en datos oficiales pero irritante para una minoría intensa amplificada por un periodismo chato. Y lo más desconcertante tal vez sea la inquietante perspectiva de los testimonios de los trabajadores que no empeñan expectativas en la dirigencia política y apuestan fuertemente a parar la olla como pueden.
Un militante de la CTA con despliegue en el Frente Barrial porteño le dijo a este portal que en las agrupaciones que integran el colectivo encuentra relatos de trabajadores que prefieren quedarse como beneficiarios del Potenciar Trabajo y ponerse una peluquería en la villa antes que ir a trabajar a una fábrica, en malas condiciones. Ante la pregunta sobre la posibilidad de que las organizaciones gremiales y un sector del peronismo quizá motejen la informalidad laboral como una perversión horrible del capitalismo local pero el laburante encuentre resquicios de libertad en medio de la penuria económica y por eso no se logra interpelarlo, el reflejo gatilla una respuesta con carácter sancionatorio de la inquietud pero no disipa la niebla.
Al respecto, el abogado laboralista e investigador del CETYD, Juan Manuel Ottaviano, considera que se trata de “una reedición de un viejo debate del mundo del trabajo, valorativo, de las subjetividades entre el trabajo asalariado y el cuentrapropismo”, y recomienda “superarlo para imaginar un mundo del trabajo mejor”. “Estamos viviendo esto porque el mercado del trabajo está altamente fragmentado a nivel ingresos, categorías ocupacionales (desocupados, ocupados, subocupados, pluriempleo, asalariados registrados, no registrados)”, alerta.
En ese sentido, adiciona el fenómeno de “La gran renuncia” como la trampa new age de los promotores de la desarticulación total, un modelo donde cada trabajador abandona su puesto de trabajo en el mercado formal y se zambulle a su propia aventura emprendedora, sin cobertura de ningún tipo en materia de salud o aportes previsionales. También critica con idéntica intensidad “la culpabilización de los que trabajan” y “el modelo fordista caduco, con regímenes de prestación continua, que está expulsando trabajadores”.
A su criterio, “la propuesta neoliberal es seguir precarizando e informalizando el trabajo y la respuesta no puede ser abrazarse a un pasado de régimen fordista pero tampoco resignarse a la informalidad o las reglas del mercado laboral con características de cuentapropismo y la economía popular”. “Pienso en una hipótesis de conflicto en el futuro próximo, entre posturas que buscan terminar de desarticular la institucionalidad laboral y otra mirada que busca sostenerla tal como se creó a mediados del Siglo XX, sin cambios”, postula, y concluye que “este debate entre informalidad y derechos está en el centro pero, si el problema es la fragmentación del mercado de trabajo, la salida debería ser integrarlo”.