Juntos por el Cambio se retuerce por la organización de los comicios porteños. Tensión entre Jorge Macri y el radicalismo por detalles del dispositivo. | Por Pablo Dipierri
Nadie sabe cómo saldrán las elecciones primarias en la Ciudad de Buenos Aires por el mecanismo de la concurrencia decretado por el jefe de Gobierno porteño y precandidato presidencial, Horacio Rodríguez Larreta. El problema de incorporar al cuarto oscuro de la Capital Federal las máquinas electrónicas para el voto de alcalde y legisladores, además de las tradicionales boletas de papel para la disputa nacional, amaga con transformar la cita con las urnas en un suplicio cercano al fracaso, según fuentes de la Dirección Nacional Electoral consultadas por La Patriada.
Desde el peronismo porteño susurran que las colas para sufragar pueden extenderse de forma exasperante y alertan sobre las torpezas organizativas que podrían conspirar contra el voto de los ciudadanos. Facturan, en ese sentido, carácter engorroso al dispositivo técnico cuya licitación ganó la empresa Magic Software Argentina (MSA), por 25 millones de dólares para todo el calendario electoral.
Sin ir más lejos, la semana pasada renunció el jefe del Instituto de Gestión Electoral local, Ezio Emiliozzi. Event Planner de la jornada cívica del próximo 13 de agosto, alegó problemas de salud y será reemplazado por Federico Fahey Duarte, actual Gerente Operativo de Administración de Procesos Electorales del organismo, según consignara la agencia Télam en un despacho reciente.
Sin embargo, la trifulca política interna del oficialismo porteño escala a niveles desopilantes. Hasta donde supo este medio, el candidato del PRO al sillón de Uspallata, Jorge Macri, pretende que la primera pantalla de las máquinas ofrezca al ciudadano la góndola de sellos partidarios y que recién en la segunda, es decir, una vez que escoja el espacio al que confiará su voto, pueda optar por un candidato en particular. El senador y competidor del primo de Mauricio Macri, Martín Lousteau, exige que la oferta se ordene a partir de la foto y el nombre de los candidatos desde la portada del aparato.
Los fundamentos inconfesables de las partes son tan evidentes que mueven a risa. Macri está convencido que el logo del PRO lo favorece, mientras que Lousteau calcula que se impone si la contienda parte de la ponderación individual.
El único antecedente del mecanismo que se utilizará en este turno es el de la elección general y el ballotage porteños en 2015. En esa ocasión, Rodríguez Larreta se impuso en primera vuelta ante el ex ministro de Economía del primer tramo del mandato inaugural de la vicepresidenta Cristina Kirchner y ganó quemando aceite en el segundo round. El escrutinio se nubló de sospechas por el resultado ajustado y el espacio Evolución, impulsor de la candidatura de Lousteau, llevó el reclamo hasta el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Capital Federal. Para cuando los magistrados se expidieron, el joven desafiante ya había decidido aceptar la embajaduría argentina en Washington para la gestión de Cambiemos.
A caballo de una instalación más capilar de su candidato y bajo los lanzazos reglamentaristas que controla casi a la perfección, el radicalismo se relame con la chance de que se mantengan las condiciones de la disputa como hace 8 años. El macrismo, en tanto, es un manojo de nervios.
En cualquier caso, la puja por la forma de la competencia esconde altas dosis de superstición bajo el influjo de sondeos y una subestimación grosera del electorado.