Feb 17 2025
Feb 17 2025

Reciclaje de depredación, dispersión y resistencia

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“En el país ya hay más de 200 mil personas que viven del aprovechamiento de los residuos”, dice el título de una nota publicada ayer en el diario La Nación que pone la lupa, con una curiosidad periodística que disimula o escapa a la línea editorial de la empresa periodística, una realidad que el oficialismo no termina de explicar con claridad. En Etnografía cripto y narrativas de cartón, al igual que en artículos anteriores, La Patriada ya intentó aproximaciones a la complejidad que prodiga la dispersión en los ingresos de los sectores populares, contra el sedazo de la homogeneización estadística y la abundancia de diagnósticos políticos sin capilaridad social.

La hipótesis que aguijonea este texto sigue siendo lo que se mentó en aquellos intentos explicativos: la indesmentible transferencia de riqueza que expresan los índices de la distribución funcional del ingreso no alcanza para explicar la frustración ni da cuenta de la paciencia social en medio del desencanto y la inflación. Por eso, los testimonios recogidos por la Tribuna de doctrina llaman la atención.

La casuística compaginada por la plataforma política que Bartolomé Mitre le dejó como herencia a la clase dominante enumera:

  • Rodolfo tiene 50 años y era remisero. Hace un año, las cuentas no le cerraban y largó el auto para trabajar en una cooperativa de cartoneros.
  • Hace tres meses, Adrián, que cumplió 33, renunció como repositor de una cadena de supermercados reconocida porque le rinde más vivir del cartón, hierro y chapa que junta en la calle.
  • Maira tiene 25 y vivía al día con lo que le pagaban por limpiar una carpintería. Pero en septiembre del año pasado ganó estabilidad al sumarse como clasificadora de cartones en un galpón que compra y vende materiales reciclables.
  • Matías tiene 14, abandonó el secundario y de lunes a lunes sale con un amigo a juntar cartones. Dice que así puede ayudar a su familia con las cuentas de la casa.

Los ejemplos siguen pero el redacto resume la situación así: “la cantidad de personas que vive de la recuperación de residuos volvió a crecer en todo el país. La Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) estima que en los primeros cinco meses del año se sumaron por lo menos 35 mil cartoneros: ya hablan de 205 mil en todo el país, un 20% más que en diciembre de 2022”.

Las filas del rubro reciclado se nutren con trabajadores de oficios de lo más variado. Desde albañiles que se quedan sin changas hasta jóvenes que lo piensan como complemento del Rappi, las cooperativas incorporan mano de obra que el cuentapropismo o el emprendedorismo instaurado por el gobierno de Mauricio Macri no contienen.

El diario de la familia Saguier también consigna que el Ministerio de Desarrollo Social da cuenta de un aumento de la cantidad de cartoneros en  27% entre diciembre de 2021 y fines de junio. “El dato surge de los 145 mil cartoneros, carreros y recicladores anotados en el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular, una base informativa voluntaria que ideó el Estado con el objetivo de ayudarlos a formalizar ese trabajo al promover, por ejemplo, que se inscriban en el monotributo social o hagan cursos para escalar lo que hacen”, detalla.

En diálogo con La Patriada, el abogado laboralista Juan Manuel Ottaviano sostuvo que “hay una enorme heterogeneidad en el trabajo independiente” pero advirtió que “no toda la informalidad es trabajo independiente ni todo el trabajo independiente es informal”. “Dentro del trabajo independiente puede haber profesionales, cartoneros, personas organizadas en cooperativas”, planteó.

En ese sentido, postuló que tienen que aparecer los brazos estatales para determinar cuáles son los lazos y las cadenas de valor del sector. “Recolectar papel y las tareas de cuidado, por ejemplo, tienen un valor y ese valor, con las reglas del neoliberalismo –que están más presentes en la informalidad que en los sectores más regulados-, participa de un ecosistema que tiene lógicas de apropiación de valor y alguien tiene que pagar los ingresos y los derechos a los que aspiran quienes trabajan en la informalidad”, argumentó, y añadió: “lo lógico sería que haya sistemas tributarios más progresivos para que los que se apropian del trabajo ajeno en el cuentapropismo paguen lo que corresponde”.

Por eso, ya se ha escrito aquí que “la descripción de este escenario no merece calificarse como panacea o reivindicarse como un escenario auspicioso. Sin tono celebratorio por el estado del arte, la discusión de toda formación política plebeya sigue siendo cómo apropiarse de la renta”.

Con todo es preciso reiterar que hasta junio del año pasado, según datos del INAES recogidos por el Observatorio del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), se registraban 1878 cooperativas en los distritos que rodean a la Ciudad de Buenos Aires. De esa cifra, 1725 unidades correspondían a cooperativas de trabajo y representaba un incremento del 32% respecto a las registradas en el mismo período del 2021. Es decir, la tendencia a crear trabajo sin la tutela de patrones y con el apoyo parcial del Estado asciende conforme el poder económico depreda la plaza del mercado.

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