Dic 02 2023
Dic 02 2023

Sin pistas sobre candidatura alguna

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En un discurso no apto para ansiosos, la Vicepresidenta se explayó sobre tópicos que ya había desarrollado en otras intervenciones. Durante su exposición en la UNRN, abrevó en sus habituales diagnósticos sobre las limitaciones de la democracia y los desafíos de la economía local pero no disipó las inquietudes sobre la inscripción de su nombre o algún ladero suyo en las listas ni vertió críticas que alimenten la interna, como especulaban con una mezcla de morbo y temor periodistas y dirigentes por doquier.

La vicepresidenta Cristina Kirchner problematizó nuevamente la cultura del dólar en Argentina y cargó contra la persecución política instrumentada desde el Poder Judicial en su contra, durante la ceremonia realizada en la Universidad Nacional de Río Negro para otorgarle el premio Honoris Causa. Luego de recordar que ya se había referido a la “insatisfacción democrática” en su última charla magistral para recibir el mismo galardón pero en la Universidad Nacional del Chaco Austral el año pasado, se refirió al desmadre institucional actual.

“En la Argentina parece que ni siquiera los tres poderes funcionan”, dijo en el arranque de un discurso que duró alrededor de 70 minutos, y homenajeó al ex presidente Néstor Kirchner por haber recompuesto el sistema político hace 20 años con apenas el 22 por ciento de los votos. “Recibió un país del que todos recuerdan la parte económica pero había algo previo, que era una fenomenal crisis institucional”, explicó, y agregó: “no había Poder Ejecutivo, la gente no veía que la autoridad y la política decidieran las cosas en la Casa Rosada, la gente sentía que las cosas se decidía en cualquier lugar menos para el lugar que habían votado”.

Bajo ese enfoque, aludió tanto al escándalo de las coimas en el Senado para la “Ley Banelco” y la consecuente renuncia del por entonces vicepresidente, Carlos “Chacho” Álvarez, como a la Corte Suprema de Justicia de la década del 90’, mejor conocida como el tribunal de la mayoría automática menemista. No teníamos, en ese momento, lo que yo llamo el Estado constitucional democrático, este poder que ya no da respuesta, ni siquiera teníamos eso en ese momento”, graficó.

A su criterio, el fundador del kirchnerismo recolocó a “la Casa Rosada como centro de gravedad”. “Las decisiones las toma el presidente”, subrayó antes de evocar aquellos años en los que le tocó ser legisladora en el Congreso y votar leyes con orgullo: “me tocó ser oficialista y la verdad que yo, que era legisladora desde 1995, creo que fue la única época en que un oficialismo en la República Argentina votaba leyes de las que estaba orgulloso”. “Eran leyes que otorgaban derechos, no le sacaban nada a nadie”, afirmó.

A continuación, rememoró el discurso de Kirchner, por cadena nacional, para iniciarle juicio político al máximo tribunal por la amenaza de dolarizar la economía, y derivó de allí que terminó de configurarse la arquitectura jurídica del Estado constitucional democrático. La demasía de su apreciación, flanco resplandeciente para que lluevan críticas de la derecha reaccionaria que vulnera lo más elemental del derecho a diario, no impugna la caracterización política de esa etapa como la de una restitución del sentido y orden político a la cosa pública.

Entonces, se zambulló al estado de situación del presente. “Cuando vemos al sector más importante de la oposición aliado con el Poder Judicial para hacer lo que sabemos que está haciendo, creo que no estamos ante un estado democrático constitucional”, sostuvo, y prosiguió: “sin ir más lejos, dos horas antes de esta conferencia desde el Partido Judicial separaron al senador Martín Doñate y restituyeron al miembro que lo había impugnado”, en referencia a Luis Juez. “Más mafioso no se consigue”, aseveró.

Así fue como hilvanó estos hechos con la desembocadura en un “colapso”. “El propio sistema va a necesitar sanearse, va a requerir de un Estado y decisiones que necesitarán de legitimidad frente al conjunto de la sociedad”, argumentó antes de referirse a la ruptura del pacto democrático y el punto más alto en el atentado del 1º de septiembre en su contra.

El derrotero de su análisis fue urdiendo la trama entre esa noche, los chats de los jueces, fiscales, empresarios y funcionarios opositores por su viaje a Lago Escondido y la impudicia judicial. Al referirse a la publicación de los argumentos del Tribunal Oral Federal Nº 2 para el fallo de la causa Vialidad, resaltó las declaraciones del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, por ser “el que mejor lo definió”. “Han reemplazado el Código Electoral por el Código Penal”, dijo el funcionario, y la Vicepresidenta lo destacó justo después de varios días de críticas contra el mercedino por haber aparecido en una foto junto a Jorge Rendo, el gerente de Clarín que integró la comitiva mafiosa que se hospedó en la estancia de Joe Lewis.

A partir de allí, saltó del andarivel judicial para pasar al terreno económico de su exposición. A su criterio, el dólar se convirtió en “un patrón de conducta” tras el golpe de Estado de 1976. “Esa conducta fue permeando a toda la sociedad y entonces ya no era el empresario que formaba activos en el exterior sino también la gente que, como un mecanismo de defensa, iba y compraba 50 o 60” dólares, iluminó.

En ese sentido, consideró: “se relega el peso para las cuestiones domésticas pero se convierte una moneda que nosotros no tenemos como moneda de ahorro y moneda de pago para determinadas operaciones”. Vaya alguien a comprar un terreno o una casa si no tiene dólares”, desafió para ejemplificar, y reflexionó: “hoy, a 40 años del retorno de la democracia, no solamente estamos sin estado democrático constitucional sino que estamos sin moneda también”.

Desde esa perspectiva, aclaró que no criticaba a quienes aspiraban a preservar su patrimonio refugiándose en el billete verde pero convidó a la dirigencia a pensar este problema. “¿Qué es ser dirigente? El dirigente tiene que ver siempre un poco más adelante lo que va a pasar porque tiene que dirigir y conducir a sus sociedades a lugares buenos y seguros. Eso es ser dirigente”, fundamentó.

Sobre este punto, señaló: “esta Argentina bimonetaria nos lleva a este escenario de Argentina con inflación”. Como en otras ocasiones, desplegó una serie de cuadros en una pantalla gigante para que apreciara el auditorio con el propósito de demostrar que el alza de precios no deriva del incremento de los salarios de los trabajadores.

Evocó en ese tramo de su alocución al acto de diciembre de 2020, en el estadio único de La Plata, donde propuso que se alinearan precios, tarifas, salarios y servicios para que el crecimiento no se lo queden “cuatro vivos”. “Es cierto que la economía está creciendo y es cierto que se generan puestos de trabajo pero son precarizados y de muy baja calidad y muy bajos salarios”, precisó.

Más tarde, desmintió por enésima vez que el déficit fiscal fuese la causa de la inflación exhibiendo cálculos de The Economist. Y aunque aclaró que no es que pretende gastar más de lo que se tiene, ponderó que lo que el liberalismo considera recalentar la economía es una respuesta contracíclica para tiempos de crisis que sirven para evitar la recesión. Quedará suspendida la incógnita acerca de la contradicción entre esta tesis y el apoyo –tácito o explícito- al rumbo económico recesivo escogido por el actual ministro de Economía, Sergio Massa, cuyo ajuste es más profundo que el que se le atribuía al vilipendiado Martín Guzmán.

Finalmente, se refirió al tema más caro del Frente de Todos: el acuerdo con el FMI. Sin embargo, abordó el tópico advirtiendo que “la pandemia fue terrible” pero enfatizó que “no hay catástrofe más grande para la Argentina que el endeudamiento que se produjo entre 2015 y 2019”.

En ese aspecto, preguntó interpelando al auditorio: “¿Ustedes por qué creen que pudimos tener 12 años y medio de gobierno en la República Argentina y buenos salarios, y hacer satélites y que los científicos volvieran y distribuir computadoras entre los chicos?”. Y ante la intervención de alguien que le adjudicó a ella misma la función del logro, negó rotundamente. “Esto no depende de personas, depende de políticas que hagan determinadas personas. No es una cuestión personal, es una cuestión política”, manifestó, y depositó el elogio en Kirchner, por haber reestructurado la deuda con quita de capital e intereses y haber pagado al Fondo en 2005.

Acto seguido, desmontó las críticas de quienes la imputan dogmatismo contra el entendimiento con el organismo multilateral de crédito, ratificó que hay que devolver la suma del empréstito pero se despachó con “una infidencia” que ya había trascendido acerca de una reunión que le solicitaban los técnicos del FMI con ella, a través del presidente del Banco Central, Miguel Pesce, debido a la “terquedad” de Guzmán. Su respuesta fue desestimar el pedido de entrevista porque hubiera significado una merma en el poder de negociación del por entonces ministro.

Apropósito del cortocircuito que también se narró hasta el hartazgo entre ella y el economista posgraduado en Columbia, repuso que todavía conserva en su celular el mensaje “muy atento” de Guzmán enviándole el proyecto para gravar la renta inesperada. Quejándose de quienes la acusan de apegarse en exceso a la ideología, replicó: “He dado muestras de un pragmatismo cuando se trata de los intereses del país, que ya no sé qué más debería hacer”.

Si bien justificó esa actitud suya en la responsabilidad institucional, cifró bajo el mismo concepto su discordancia ante el acuerdo con el FMI. “Parte de la responsabilidad institucional también es decir lo que puede pasar si se firman determinados acuerdos que, finalmente, terminan siendo inflacionarios por una razón sencilla: si en una economía de carácter bimonetario tengo que ir en la devaluación por arriba de la inflación y en la tasa de interés por arriba de todo eso y, además, tengo que eliminar todo tipo de subsidios a las tarifas de los servicios públicos…”, detalló suspendiendo la oración para que completasen el sentido quienes la escuchaban, y remarcó: “se van a tener que revisar las condiciones en las que se firmó el acuerdo”.

A continuación, repasó los abultados vencimientos que caerán a partir de 2024, sin contar la necesidad de tener dólares para importaciones y desarrollo nacional. No obstante, insinuó un giro indulgente en sus observaciones cuando advirtió que tampoco con los recursos de Vaca Muerta y el litio habría garantía de mejoras para el país, toda vez que hubo balanza comercial favorable en los últimos tres años pero las reservas del BCRA escasean.

Hacia el cierre de su disertación, desmenuzó con datos estadísticos la cantidad de trabajadores registrados, beneficiarios de programas sociales y lo que se conoce como la economía informal, e incluyó en ese párrafo un reconocimiento a Massa por frenar “el festival de importaciones”, algo discutido intensamente antes de la salida de Matías Kulfas del otrora Ministerio de Desarrollo Productivo y que derivó en una interrupción peligrosa de las cadenas de producción en la industria. También reclamó una reforma del BCRA para cuidar la moneda: “¿Qué es cuidar la moneda? Cuidar el tamaño de la economía porque el valor de la moneda no es el valor nominal sino que es el valor de cuando se convierte en patrón de otras economías”, sugirió.

Por último recuperó la pregunta disparadora de su clase magistral, la de la disyuntiva entre la hegemonía o el consenso. “Entre 2003 y 2015, había hegemonía democrática”, lanzó en una especie de innovación teórica, y facturó a sus sucesores la imposibilidad de erigir su propia hegemonía por impulsar políticas impopulares.

A su criterio, “se puede gobernar de dos formas: por hegemonía democrática o por consenso, acordando las fuerzas políticas el modelo de país” y el rumbo, como si esa dos categorías fueran excluyentes entre sí. Lo curioso es que las ciencias sociales conciben, en general, que la hegemonía se basa en la articulación o tensión entre el consenso y la coerción.

A pesar de eso, retomó con claridad su llamado a discutir y entenderse entre los que piensan distinto acerca de la economía bimonetaria. “¿Por qué no probamos con decirnos la verdad?”, reprochó en ese pasaje, y elevó la apuesta: “vamos a necesitar que nuestros dirigentes políticos estén unidos para revisar ese acuerdo (con el Fondo), no para no pagar sino para que nos dejen crecer”. “Es imprescindible el cambio de actitud, que no pasa por darse la razón en aquello que no estamos de acuerdo… porque si no nos ponemos de acuerdo en esto, podemos tener 20 Vaca Muerta pero nos van a seguir faltando los dólares”.

A modo de conclusión, puso sobre el tapete su temor a la fragmentación política, posando la mirada en Perú. “En el 2011, en Perú dos partidos políticos se quedaban con el 60 por ciento de los votos; hoy para juntar el 50 por ciento se necesitan 5 candidatos porque ninguno llega al 20 por ciento”, comparó.

Asimismo, concedió que ese saldo es resultado de la desconfianza de la sociedad en la dirigencia política. Y por ese motivo, alertó que no se puede seguir discutiendo en términos tan chatos, bajo los designios de los medios de comunicación.

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