Por Guillermo Lipis
Una «gran y profunda preocupación» subyace entre el personal del sistema científico y tecnológico del país por el deterioro que atraviesan las instituciones y organismos del Estado creadores de ciencia básica, desde donde aseguran que se está produciendo un éxodo de investigadores al empleo privado y a otros países poniendo en serio riesgo el desarrollo del conocimiento y el futuro argentino.
La preocupación es de tal magnitud que este viernes se realizará una movilización al Polo Científico y Tecnológico bajo la consigna «La ciencia argentina en peligro de extinción«, una convocatoria colectiva en la que se incluyen universidades públicas, la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (RAICYT) y representantes de organismos de todo el arco científico y tecnológico local.
En este acto se entregará un petitorio «en rechazo a esta política de anulación presupuestaria que aniquila el desarrollo científico de nuestro país», explicaron desde RAICYT.
Para entender el estado de la ciencia argentina La Patriada Web dialogó con Damián Furman, delegado ATE Conicet e integrante de Jóvenes Científicos Precarizados, quien se refirió a cómo viven este momento los trabajadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, donde no se cubren ni siquiera los cargos ya definidos por concurso.
Furman explicó el mecanismo habitual: «Toda la gente que investiga hace, primero, una beca doctoral. Después se presenta a otra postdoctoral que dura tres años. La doctoral dura cinco y después, a partir de eso, cuando uno pasa esa etapa, puede tratar de hacer el ingreso a carrera como investigador».
En el medio de las convocatorias para continuar ese recorrido, «entre beca y beca, el Conicet otorgaba una extensión para que el investigador no se quedara sin trabajo ni tampoco ingresos. Pero esa medida fue retirada y es una de las cosas que estamos denunciando, porque rompe la continuidad laboral prácticamente todo el mundo», explicó Furman.
El delegado gremial indicó que todo becario que quiera hacer carrera en el Conicet sabe que entre que se presenta a una beca doctoral y a una posdoctoral transcurre mucho tiempo, que puede ser hasta dos años entre la publicación de los resultados y el trámite de alta. Entonces, si no hay extensiones de los cargos se fomenta el abandono de la tarea porque los investigadores no pueden sostenerse.
Este cuadro fue ratificado por RAICYT por medio de un comunicado sobre las Becas Conicet: «De las 1.300 becas de doctorado anunciadas en la convocatoria en 2023, solo se asignaron 950 y de las 800 becas posdoctorales, solo se otorgaron 500. Además, las becas de inicio de doctorado, previstas para comenzar el 1 de abril de 2024, se han postergado hasta el 1 de agosto de 2024, lo que constituye también un recorte en términos reales (si bien se anunció un extra de 240 becas sin especificar las áreas ni espacios de vacancia)».
Furman agregó la problemática que se presenta «desde el comienzo del gobierno de Milei con los fuertes recortes en los subsidios, lo que genera falta de presupuesto para comprar equipos, insumos de laboratorio, suscripciones a revistas científicas o gastos de funcionamiento. Tampoco hay recursos para viajar a congresos», destacó.
Todo esto hace que sea muy difícil realizar investigación y crea «un clima interno con los despidos porque sentís que tenés un gobierno que no apoya ni que le importa hacer investigación de calidad«.
«Todo da a entender que vamos hacia el cierre de la planta de ingreso al Conicet, incluso de aquellos que ganaron el concurso porque no les dan las altas respectivas”, coincidió con el razonamiento de RAICYT.
Furman repitió algo ya consabido en el ámbito científico: «Recuperar el trabajo en ciencia es muy difícil, no es algo trivial».
El gremio ATE realizó una encuesta entre unos 1.000 científicos e investigadores que están esperando el alta del organismo dado que ya ganaron el concurso.
De estas 1.000, unas 350 contestaron las preguntas, y de ellas 108 manifestaron que están en una «situación crítica«, es decir que si su tema no se resuelve a corto o mediano plazo tienen que abandonar sus funciones en el Conicet y salir a buscar otro trabajo a pesar de tener aprobados sus concursos de ingreso.
Esto, de todos modos, ya está ocurriendo: los investigadores y científicos están migrando al exterior o al sector privado nacional, que, además, tiene restringidos los campos de investigación porque no invierten en ciencia básica o prevención en salud pública.
«Así se mueren las líneas de investigación más relevantes para el conjunto de la población dado que los privados no invierten en ello si no hay inversión del Estado”, agregó Furman.
«Este es un gobierno que, básicamente, te patea cuando estás en el piso, sentenció.
Desde el Foro de Sociedades Científicas, organizaciones de la sociedad civil y universidades también se unieron a la preocupación general por el deterioro del sistema de ciencia y tecnología en Argentina.
A través de un documento emitido bajo la consigna «Sin ciencia y tecnología no hay salud, no hay desarrollo y no hay país«, explicaron que la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación, comunicó que no se abrirán nuevas convocatorias para proyectos de investigación en 2024 «y que no hay garantías sobre futuras convocatorias ni sobre la disponibilidad de fondos internacionales”.
También mencionaron que «el presupuesto de subsidios de la Agencia destinado al Conicet para 2024 es prácticamente igual al ejecutado en 2023 (25.000 millones en 2023 y 27.000 millones en 2024), lo cual representa un ajuste significativo si se tiene en cuenta la inflación».
Es por eso que hicieron un llamado “urgente a las autoridades nacionales para que reconsideren estas políticas ya que tendrán un impacto grave en el desarrollo del conocimiento en Argentina y en el futuro de nuestra nación”.
Desde el Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI) ratificaron que en julio pasado la Función Ciencia y Tecnología (CyT) del Presupuesto Nacional «se encontró un 51,6% por debajo en términos reales del monto ejecutado el mismo mes de 2023″. Se trata del ítem que representa la inversión estatal destinada a salarios, programas, infraestructura y equipamiento del sistema de CyT de la Argentina.
El dato, presentado por el Grupo EPC-CIICTI en su último informe «Indicadores Macroeconómicos de Contexto CyT«, muestra el alcance del ajuste sectorial, más aún si se lo compara con la totalidad del presupuesto nacional, cuya ejecución en julio cayó un 34,2% real interanual.
El documento resaltó que el ajuste, «realizado en apenas siete meses, es más abrupto que el llevado a cabo en los cuatro años de la gestión de Mauricio Macri» como presidente.
El éxodo científico o fuga de cerebros
No es la primera vez que la política atenta contra la ciencia argentina y la migración de científicos a mejores destinos para su futuro. Sin embargo, esta «fuga de cerebros» no dependió siempre de temas económicos o políticos.
En 1994, el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo mandó a «lavar los platos» a una investigadora del Conicet ante reclamos salariales. Más acá en el tiempo, el presidente Javier Milei prometió en su campaña electoral que si era electo privatizaría el Conicet y eliminaría el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Pero lo cierto es que el éxodo científico o fuga de cerebros ocupa un lugar en la agenda de la política científica y tecnológica argentina desde antes.
En el 2002, el Centro Redes (Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior) dejó bien explicados algunos sucesos en el trabajo publicado con el título «Hacia una estimación de la fuga de cerebros«.
Primero destacaron la importancia que le dan los países desarrollados a esas migraciones y la valoración que estos recursos humanos comenzaron a tener «en la agenda de las políticas científica, tecnológica y de educación superior en los países menos desarrollados».
Un estudio de Enrique Oteiza (realizado en 1971) mostraba la fluctuación de la emigración bruta de profesionales y técnicos argentinos a los Estados Unidos entre 1950 y 1970.
Bajo este contexto demostró que la emigración tuvo un fuerte impulso durante la “Revolución Libertadora” y descendió en el gobierno de Arturo Frondizi. Pero también reflejó que “el éxodo a los Estados Unidos alcanzó su pico máximo en 1964 durante el gobierno del presidente Arturo Illia y a partir de allí inició un brusco descenso que incluyó el resto de su mandato y los cuatro primeros años del gobierno militar de Juan Carlos Onganía.
Y es llamativo que las consecuencias de la llamada «La Noche de los Bastones largos”, en 1966, «no alteraban una tendencia francamente decreciente en el impulso migratorio”, advirtió.
Bernardo Houssay también aportó sus explicaciones a la fuga de cerebros en una conferencia dictada en Río de Janeiro en 1966. El Premio Nobel de Medicina afirmó en aquel momento «que el problema de la migración resultaba particularmente grave para las naciones que se hallan en proceso de desarrollo porque las priva de elementos que deberían actuar como factores decisivos de la evolución que debe conducirlas a más altos niveles de progreso económico y de organización social«.
El propio desarrollo científico y técnico sudamericano -recordaba Houssay– se debió inicialmente a la emigración de europeos y, más tarde, a la emigración temporaria de sus profesionales, técnicos y becarios.
Consideraba benéfica la emigración temporaria en función del aprendizaje y el perfeccionamiento, pero «la emigración definitiva nos daña seriamente«, y destacó como «un suicidio» perder el capital potencial de los jóvenes científicos e investigadores.
El Centro Redes redondeó de modo categórico este concepto: “desde una perspectiva más radical, como la teoría de la dependencia, la migración de talentos era considerada como otra dimensión del saqueo del Sur, ya que la fuga de cerebros costaba a los países en desarrollo millones de dólares por año invertidos en la formación de quienes luego se incorporan a la fuerza de trabajo calificada de los países del Norte.
Los números del éxodo
La Patriada Web se comunicó con voceros del área de Prensa del Conicet para conocer el número de investigadores doctorales, postdoctorales y becarios que han abandonado las filas del organismo, dato que no fue aportado.
Desde diversas fuentes científicas y del gremio ATE coincidieron en decir que «es muy difícil determinar esa cifra«, aunque reconocieron que es habitual comentar sobre la situación de abandono del Conicet y de otras instituciones u organismos del aparato del Estado que desarrolla tecnología y ciencia básica.
Sin embargo, el estudio periódico producido por el INDEC acerca de la «Dotación de personal de la administración pública nacional, empresas y sociedades» de mayo de 2024, indica que el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) dispone de 4,3% menos de personas; la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), un 0,4% menos; el Conicet un 0,6% inferior y el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), un 0,2% menos de personal que el mes anterior. Un goteo que parece lento pero constante.
Científicos en el exilio
La migración de los investigadores y científicos se produce al campo de la ciencia privada o a centros de investigación del exterior.
Vanesa Puente, licenciada en Ciencias Biológicas y doctora en Química Biológica egresada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, coincide en afirmar que «la ciencia básica requiere del apoyo del Estado porque es muy difícil que la empresa privada invierta en eso. La ciencia básica es el pilar de lo que después es la ciencia aplicada», dijo.
Puente habló con La Patriada Web desde el laboratorio Biologické Centrum, que la recibió en la ciudad de České Budějovice, a dos horas de Praga, en República Checa.
Esta investigadora, de 37 años, llegó sola al país europeo comentó que una de las cosas que la decidió a irse fueron “los resultados de las elecciones ya en las Primarias» en las que se impuso Milei.
«Ni siquiera aguardé los resultados de la segunda vuelta porque ya se estaba poniendo raro. Desde el principio quedaron bastante claras las posiciones de cada candidato frente al desarrollo científico y tecnológico en el país», comentó.
La investigadora había comenzado a cursar un posdoctorado en el Conicet y pensó que «si se cortaba el financiamiento, me hubieran cortado las piernas, me cortaban la carrera». Y empezó a buscar adónde migrar.
Puente trabajaba en la enfermedad de Chagas en el Instituto de Ciencia y Tecnología César Milsten (ITC Milstein), donde estudiaba el metabolismo de la degradación de proteínas.
En ambos centros científicos realizó y lleva adelante ciencia básica. «Hay que apostar por ella para encontrar algo que te dispare la idea que permita hacer algo aplicado. La ciencia básica siempre está atrás de la ciencia aplicada. No existe una sin la otra, pero si no hay apoyo del Estado es dificilísimo que se produzca el desarrollo científico tecnológico”, explicó.
Consultada sobre si le gustaría volver a trabajar en ciencia en la Argentina, no dudó ni en decir que «sí» y en retrucar que le puede poner «todo el amor del universo. Pero no puedo hacer magia” si, por ejemplo, faltan insumos. “Y eso es lo que hoy está ocurriendo”, sentenció no sin dejo de impotencia.
Lucas Fernández está radicado en Austria, trabaja en Astroquímica en la ciudad de Linz, y en Astrobiología en el mismo centro de investigaciones científicas que Puente.
Fernández decidió irse del país «por razones, económicas y profesionales sumadas a que nos cansamos de lidiar con la inseguridad. Teníamos que hacer malabares para vivir relativamente bien», consideró.
El investigador, oriundo del barrio porteño de Villa Real, opinó que los científicos argentinos «cuentan con una gran capacidad de adaptación e inteligencia que les permite destacar mundialmente».
«Sin embargo, ya no estamos en la era en donde un buen cerebro es suficiente porque para estar al tope también se necesitan buenos equipos y maquinarias para descubrir cosas relevantes. En mi área de estudio, en Argentina estas tecnologías son inexistentes o muy limitadas, y por eso la respuesta era emigrar a Europa, Estados Unidos o Japón», detalló.
Para Fernández, «un investigador en Europa es considerado una persona valiosa, y no sólo la mayoría de los gobiernos y empresas privadas lo reflejan con financiamiento, sino que tienen como política hacer que elijas Europa para vivir otorgándote créditos muy flexibles para la compra de una vivienda. El contraste con mi bello país es enorme porque mientras en Europa y Estados Unidos tu salario es dos o tres veces el necesario para vivir, en Argentina tenés que tener al menos un trabajo alternativo para tener la misma calidad de vida», sostuvo.
La Patriada Web: ¿Cómo ves el futuro de la ciencia argentina?
Lucas Fernández: Realmente no lo sé. Creo que la política es una ciencia demasiado difícil para mí, se habla en un idioma que no logro entender. Pero ojalá aparezcan las inversiones y el desarrollo que la ciencia del país necesita. Mis colegas argentinos que están dispersos por el mundo esperan que las condiciones vuelvan a ser la de un país de punta.