Oct 13 2024
Oct 13 2024

El último que apague la luz: la ciencia y la investigación en la Argentina de Javier Milei

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Por Fabián Waldman

El éxodo de científicos, investigadores y docentes afecta a una de las mayores cualidades de la universidad pública: su calidad.

«Estoy hablando con la gente de la Universidad Di Tella para que paren un poco la mano. No vamos a tener quién forme a la gente». Guillermo Durán, decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) expresa claramente la situación crítica por la que atraviesa el sistema universitario.

El éxodo de investigadores y científicos, muchos de ellos docentes, pega en la línea de flotación de una de las mayores cualidades de la universidad pública: su calidad.

«Se llevan tanto a los más jóvenes como a los senior de entre 30 y 55 años. Un investigador superior de 55 años acá gana entre $1.500.000 y $2.000.000. En la Di Tella, le pagan $5.000.000 como mínimo. En estas condiciones es imposible retenerlos«, afirma Durán.

En la FCEN hay laboratorios de investigación de los que se nutren universidades privadas. En los últimos meses han migrado integrantes del Instituto del Cálculo y del Departamento de Computación. Ambos organismos realizan trabajos ligados a la Inteligencia Artificial.

Para las universidades privadas duplicar los salarios que paga el Estado no es imposible. Ello, además, tiene el complemento en infraestructura y equipos: el gasto de dos servidores para nutrir a esos laboratorios alcanza los 40.000 dólares, una cifra imposible en la FCEN.

Al mismo tiempo, el subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez, restringe los fondos utilizando el debate político como herramienta: el desprestigio hacia algunas universidades que considera como caja de partidos políticos y la falta de adecuación a la Argentina liberal.

Conicet

La FCEN es una de las facultades que en los últimos tiempos había obtenido más financiación externa. El Pabellón Cero + Infinito fue el resultado de préstamos de la Corporación Andina de Fomento (CAF) y de un graduado que reside en el exterior.

El desfinanciamiento de la investigación nos retrotrae a momentos más oscuros en la historia universitaria y corta de cuajo la posibilidad de generar una ciencia al servicio de las necesidades del desarrollo del país, que no esté atada al designio de los intereses que solo ponen su atención en las necesidades del sector primario.

Las universidades nacionales son reconocidas internacionalmente en destacados rankings y elegidas por su desarrollo e historia. Los ataques que sufre por parte del gobierno de Javier Milei apuntan hacia una merma en los recursos y la disminución de la matrícula; una privatización encubierta.

A la falta de un presupuesto adecuado se le suman docentes cada día más pauperizados y un ajuste que le implica a muchos estudiantes abandonar la facultad para aportar económicamente a sus familias. Según el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que reúne a los rectores de las casas de altos estudios nacionales, entre noviembre de 2023 y julio último el salario del personal universitario «registró una caída del 45% en términos reales«.

Desde los gremios universitarios lanzaron la semana pasada un plan de lucha que contempló paros los días 12, 13 y 14 de agosto y que continuará hoy y mañana.

Para la segunda semana de septiembre la comunidad universitaria planea salir nuevamente a las calles tal como ocurrió el pasado 23 de abril. En aquella oportunidad, la masiva concurrencia y la unidad en la acción hizo revertir la mirada del Gobierno.

Luego de confrontar durante algunas semanas con quienes iban a participar de la manifestación, el vocero Manuel Adorni tuvo que admitir la validez de la medida de fuerza, aunque atacando a los dirigentes que acompañaron la misma para desprestigiarla.

En julio de 1966, la migración de científicos e investigadores de la UBA se dio de la mano de la llegada de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía. Pasaron casi veinte años para que se pudiera empezar a recomponer el sistema científico nacional con la llegada de Manuel Sadosky a la Secretaría de Ciencia y Tecnología, durante el gobierno Raúl Alfonsín.

En otro hito de la historia liberal, Domingo Cavallo, el ministro de Economía de Carlos Menem, al que Milei considera un prócer libertario, mandó a lavar los platos a la científica Susana Torrado. Ocurrió el 24 de septiembre de 1998. La socióloga y demógrafa había advertido que estábamos yendo hacia un desastre. Y no se equivocó. Años más tarde renunciaría Fernando de la Rúa también de la mano de Cavallo. Era diciembre de 2001.

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