El gobierno del presidente Javier Gerardo Milei brilla por su ausencia en la búsqueda del niño correntino.
Hace más de 40 días desapareció un niño correntino mientras iba a buscar naranjas con sus primos después de un almuerzo familiar. Desapareció del rastro de su familia, pero también del rastro de la policía, de la justicia y de la política.
El gobierno del presidente Javier Gerardo Milei brilla por su ausencia. El silencio es, paradójicamente, ensordecedor. Loan falta en su casa, pero también en las prioridades de un Estado que deja cada vez más al descubierto su desinterés, su impericia para custodiar los intereses del pueblo y su ineptitud para oír y ofrecer respuestas a la sociedad.
Cuarenta y pico de días de un Poder Judicial que parece trabajar unívocamente a fin de confundir, pero también de un Ejecutivo que está abiertamente desentendido del hecho. En línea con la estética performática del gobierno libertario, se declara mucho y se hace poco.
El pasado fin de semana el reclamo por la aparición de Loan se hizo eco en las canchas de Gimnasia y Esgrima de La Plata y en el clásico que disputaron San Lorenzo de Almagro y Huracán. Si de pasiones populares se trata, ni la Copa América logró que la sociedad olvide el caso.
Frente desesperado de la familia y de la sociedad, Milei no ofrece ni siquiera un gesto. No hubo llamados, fotos ni ningún tipo de comunicación con la familia de Loan. El gobierno de La Libertad Avanza, el mismo que se autodenomina el «de los argentinos de bien«, parece olvidarlos cuando, efectivamente, necesitan de su protección: la ironía de la crueldad que aparece, una vez más, como bandera del mandatario libertario.
¿Por qué se desestima públicamente un caso tan relevante? La idea de no interferir en la labor de otro poder del Estado encuentra límites: varios funcionarios públicos están sospechados por encubrimiento y entorpecimiento de la investigación.
Comisarios, informantes de la policía, asesores políticos, el ahora ex ministro de seguridad correntino, un senador provincial y, en las últimas horas, hasta el gobernador de la provincia fueron denunciados por el fiscal Guillermo Marijuan, quien los acusa, además, por incumplimiento de los deberes de funcionario público.
Por acción u omisión, las esferas del poder estatal demuestran su total y absoluta impericia. En este marco, cabe preguntarse si la desregulación del Estado impulsada por Milei implica también dejar a los ciudadanos a la deriva y sin garantías del buen funcionamiento de las instituciones frente a la sospecha de delitos graves cuya investigación alcanza al poder político.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que venía a trabajar duro para desarticular al crimen organizado, pidió cautela frente a las acusaciones hacia el gobernador. Cautela que podría ser acertada siempre que no haya elementos para sospechar de la intervención de sectores de la política, de la policía o de la Justicia; pero este no parece ser el caso ¿Por qué desde el gobierno nacional se protege vigorosamente al poder político de esa provincia?
Cabe recordar que la ministra Bullrich también dejó una declaración para el olvido: la idea de que al niño lo podría haber devorado un animal salvaje, por lo que desplegaría un rastrillaje «con gente especializada que usará equipos radiológicos para ver la panza de los animales».
Si eso es lo que tiene para ofrecer Bullrich, quien declamó que su tarea sería ponerle fin al narcotráfico, su accionar termina siendo una parodia de la ineptitud y la desidia de un gobierno cuyo primer mandatario, lejos de ofrecer soluciones a la familia de Loan, prioriza sus actividades de ocio con la alta sociedad de la noche porteña y en el palco presidencial del Teatro Colon.
Quizá la causa por la desaparición de Loan Peña sea el ejemplo de lo peor de la casta que este gobierno venía a combatir. Sin embargo, los ciudadanos «de bien» siguen esperando explicaciones, continúan exigiendo que alguien trabaje para saber qué paso con el que hoy es el hijo de todos los argentinos. La sociedad no se va a conformar con la idea de que a Loan se lo tragó la tierra.