Abr 23 2025
Abr 23 2025

La manada neoliberal, por Roque Farrán*

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I.Hay que tener mucho cuidado con la victimización, pues es el verdadero reverso funcional del discurso del Amo. Leí por ahí que la “cultura del trauma”, hoy prevalente en EEUU, es el reverso simétrico de lo que en su momento fue el “self made man”, con lo cual se siguen cargando las tintas sobre el individuo aislado, que todo lo puede o nada lo puede; me pareció un señalamiento muy adecuado. Y recordé también Las enseñanzas de Don Juan, aquellas lecturas adolescentes de formación que se resignifican desde lo actual: “Apúrate a alcanzar el camino del guerrero, la sabiduría, antes de ser humillado, porque después será más fácil aferrarse a la herida y permanecer en la estupidez eternamente”. Lo saben sobre todo quienes ocupan socialmente una posición vulnerable, porque están más expuestos al daño; pero, en la contingencia absoluta en que vivimos, lo peor le puede suceder a cualquiera. Estamos insertos en relaciones de poder y por ellas nos constituimos, como bien sabía Foucault. Sin ir más lejos, el mismo presidente ha contado que fue víctima de bullying alguna vez y le restó importancia, lo naturalizó; se notan las consecuencias de eso en todo su accionar. No me cabe ninguna duda que la peor actitud es la de identificación y justificación del agresor, lo he visto producirse hasta en amigos de la adolescencia. Por el contrario, la sabiduría (tanto ética como política) exige salir del círculo de impotencia identificatoria entre la víctima y el victimario; requiere, sin dudas, de maestros y amigos de verdad: amigos de la verdad y sus múltiples formas entreveradas de practicarla. Esta posición define a la tendencia materialista en filosofía.

II.El materialismo que deseo sostener, en consecuencia, es un materialismo de las prácticas concretas; de las prácticas cuales sean, sin privilegios, jerarquías ni exclusiones: prácticas ideológicas, éticas, políticas, científicas, artísticas, teóricas, etc. Pensar las prácticas en su especificidad o singularidad, en su apertura e indeterminación características, así como su conexión y entrelazamiento tópico con otras prácticas, es decir, su eficacia diferencial y sobredeterminación coyuntural. Lo atendible de una práctica es justamente aquello que permite transformar a los objetos y sujetos involucrados, no sus valoraciones a priori, esquemas tipificados, protocolos o cosmovisiones acabadas (filosofía espontánea de todo practicante). De allí que el simbolismo, la efectividad simbólica, las performances, los ejercicios espirituales, entre otras rarezas, también puedan ser incluidos y pensados rigurosamente desde una perspectiva materialista consecuente. Por eso no comparto las rígidas oposiciones que desestiman la violencia simbólica en nombre de un supuesto materialismo posthumano, o la inútil controversia que exige estar a favor o en contra de la astrología. Es un asunto serio pensar las prácticas en su efectividad, sin sobre o subvalorarlas.

III. Así pues, un abordaje materialista de los femicidios no debería oponer la perspectiva antropológica, que sitúa al fenómeno en el marco del poder simbólico perdido de la horda primitiva y lo desliga de la mera descarga libidinal supuesta por el sentido común, a una mirada más enfocada en la relaciones económicas de explotación, ni debería desconocer tampoco que la afirmación de poder y castigo a las mujeres por parte de la “manada” exige todavía una investidura libidinal homoerótica, como señala la perspectiva psicoanalítica; pero sobre todo, no debería perder de vista que estas supervivencias de antiguos modos de producción y subjetivación, se enlazan en el neoliberalismo con la exigencia que plantea su figura ideológica por antonomasia: el “empresario de sí”. El grado de exigencia superyoica que esa “manada” recibe de los códigos actuales para no fracasar (y que se lee claramente en el despliegue playero del metrosexual) no debe ser subestimado a la hora de leer todas estas determinaciones y su anudamiento singular. Incluso que se le llame “manada” no remite necesariamente al clivaje naturaleza/cultura sino a un contexto cultural en que ciertos patrones de grupalidad han tomado preeminencia, sobredeterminados por todos los anteriores factores. Esto nos permite entender ciertas tensiones y contradicciones recurrentes; por ejemplo, que la tendencia a la baja de la autoridad simbólica patriarcal se vea agudizada por los mandatos de éxito neoliberales e incluso exacerbada por el ascenso femenino a puestos de mando sin que eso atenúe las formas de explotación capitalista. Por tanto, en la violencia femicida no hay un simple retorno a la restauración de pretéritas formas patriarcales, ni tampoco se traducen allí de manera simple las relaciones de explotación en las cuales las mujeres bien pueden ser llamadas a desempeñarse incluso más despiadadamente que los hombres; y, por supuesto, tampoco se trata de una mera lucha entre los sexos activada libidinalmente por modos de goces opuestos; hay que leer el entrelazamiento tópico y la efectividad en los cruces de estas determinaciones, para poder intervenir adecuadamente según el caso. No es necesario enredarse en falsas disputas nominativas para entender la complejidad del fenómeno, el punto de urgencia que señala y la necesidad de intervenir desde un pensamiento materialista consecuente. Pues allí se condensan todas las violencias históricas que nos atraviesan.

IV.En definitiva, ¿cómo podemos hacer para que cada práctica se conecte con lo que nos está pasando? Es urgente: el neoliberalismo nos está matando. El neoliberalismo mata a todo nivel, a toda hora, en todo lugar, porque ha devenido totalitario: el único horizonte posible. No se trata de si es deseable o no un “psicoanálisis con perspectiva de género”, por ejemplo, o si debemos hablar de lo que nos mata en familia, en las escuelas o en los consultorios, es que la política nos urge porque si no hay política hay muerte, y eso lo constatamos a diario. Entonces, ¿cómo hacer para que cada práctica encuentre y se conecte con su raigambre fuertemente política, es decir, se politice y sea efectiva para poner un freno a la muerte? No es soportable ni admisible un segundo más de frivolidad o distracción al respecto, ¿cómo podemos dar clases, investigar, escribir, analizar o cualquier cosa si no lo hacemos para detener al neoliberalismo, su modo de dar muerte, y su impolítica militante de la manada? No creo que tengamos que postular un solo nombre que nos reúna contra el neoliberalismo: feminismo, populismo, comunismo, socialismo o cual sea, sino admitir que quizás haya muchas formas y modos de enfrentar la muerte y la desidia de la gobernanza actual, y que se trata de organizarnos en defensa propia sin que nadie ostente la última palabra.

*Filósofo y psicoanalista

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