Por Guillermo Lipis
La marcha en la que miles de argentinos salieron a repudiar los dichos del presidente Javier Milei en Davos, donde agravió al colectivo LGBTIQ+ al asociarlo con la pedofilia, puede ser -junto a las marchas universitarias- un «parte aguas» en el que los argentinos «demostramos que no somos ni pensamos eso», dijo a La Patriada Web Joel Kaplán, investigador acerca de la persecución y los crímenes de los homosexuales durante el nazismo, quienes eran identificados con un triángulo rosa, el mismo que reapareció en las calles como símbolo de la resistencia de esta comunidad.
Cientos de miles de argentinos protestaron este sábado en todo el país en repudio al discurso del presidente Javier Milei en el Foro Económico Mundial de Davos, donde agravió al colectivo LGBTIQ+ al asociarlo con la pedofilia, cuestionó la política de género y dijo que el feminismo busca «privilegios» que socavan la igualdad ante la ley.
El disparador de esta movida fue el discurso pronunciado el 23 de enero en el Foro de Davos, donde en vez de hablar de negocios y economía, Milei profundizó en temas de política interior que puede afectar los derechos conquistados por la comunidad homosexual y en materia de género.
La reacción
La respuesta no se hizo esperar y lo que comenzó como un rechazo contundente de la comunidad homosexual se terminó convirtiendo en una marcha del orgullo antifascista, antirracista, multisectorial y sin líderes políticos a la cabeza, como protesta ante un nuevo intento de cercenamiento o anulación de derechos conquistados.
Pero esta respuesta no sólo se jugó en las calles del país, con marchas masivas y en distintas geografías: entre otras, salió a relucir un informe elaborado, entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, por Unicef y el Ministerio de Justicia de la Nación.
Allí se explicó que en ese período se registraron 3.219 niñas, niños y adolescentes (NNyA) víctimas de violencia sexual, que sus agresores fueron en un 56,5% familiares y que los abusos ocurrieron en un 36,2% en el hogar de quienes fueron atacados. Sobre el perfil de los agresores, Unicef señaló que «no existe una manera de saber, a partir del tipo de personalidad o la conducta social, si una persona es o no un agresor sexual de NNyA”, y agregó: «Las estadísticas indican que la mayoría de los abusadores son varones heterosexuales adaptados socialmente». Todo muy distinto a las aseveraciones de Milei en Davos. El Presidente podrá pensar que los funcionarios del anterior Ministerio de Justicia forman parte de «lo que parecía una hegemonía absoluta a nivel global de la izquierda woke en la política», como también afirmó en Davos. La pregunta que habría que hacerle es si cree lo mismo de Unicef.
La repatologización de la homosexualidad
Joel Kaplán, que marchó el sábado junto a un grupo de amigos, y explicó algunos aspectos acerca de la defensa de derechos, analizados desde su óptica docente especializado en la historia de los triángulos rosa, o lo ocurrido con los homosexuales varones durante el nazismo.
«No es simplemente una cuestión de un temor real y efectivo ante la eventual anulación de derechos y de conquistas, sino que creo que lo que movilizó en este caso a la sociedad es un fuerte discurso homofóbico de parte del Estado«, explicó a La Patriada Web.
Consultado sobre si existen «semejanzas entre el nazismo y este gobierno«, Kaplán indicó que «tendría en cuenta la idea o percepción de que la homosexualidad puede llevar a una condición de abuso y puede ser una cuestión de pedofilia como si fuera una enfermedad. Están patologizando una identidad como si fueran enfermos que violan a sus hijos por su condición sexual, cuando en los números sobre abusos intrafamiliares, esa cifra aumenta, mayoritariamente, en parejas heterosexuales”, agregó.
Kaplán también consideró que «no es casualidad que el ejemplo dado sea la homosexualidad de hombres con respecto a los niños, porque no tomó un ejemplo de dos mujeres. Allí puede haber una cuestión biologicista porque cabe recordar que una pareja homosexual de hombres no puede reproducirse».
Y aclaró que «se cree que para el cuidado de un hijo los hombres no tienen ciertas habilidades de las que supuestamente disponen las mujeres. En este punto, por ejemplo, el nazismo trataba a los homosexuales hombres de una manera diferente frente a las lesbianas porque estas podían ser un cuerpo gestante más allá de su orientación sexual». Por eso, sostuvo, los hombres fueron perseguidos, patologizados y encerrados en campos de concentración y las lesbianas, no.
Inclusive, Kaplán recordó la realización de experimentos en el campo de concentración de Buchenwald, donde a partir de un médico nazi de origen danés, Carl Vaernet, se llevaron a cabo intervenciones quirúrgicas utilizando hormonas de gallo que eran insertadas en las ingles de los prisioneros homosexuales. «Creían que la homosexualidad era algo curable», destacó.
Vaernet tenía ideas coincidentes con las de la eugenesia nazi y todos veían a la homosexualidad como algo degenerado. En su libro «La auténtica Odessa«, el periodista Uki Goñi relató: «Según relatos de sobrevivientes, los médicos de las SS de Buchenwald hacían chistes terribles sobre los experimentos de Vaernet. Entre los prisioneros, los implantes se conocían como ‘piedras de fuego’. En vista de las circunstancias en las que se realizaron dichos experimentos, no resulta sorprendente que los pacientes de Vaernet se declararan curados cuando el médico los interrogaba», concluyó Goñi.
Para Kaplán, «la heteronormatividad sigue estando hoy latente en ciertos discursos del gobierno actual».
El triángulo rosa como símbolo de resistencia
El discurso de odio nazi se dirigió también contra las sexualidades disidentes y su persecución varió entre la disolución de organizaciones homosexuales y el aislamiento en campos de concentración. Los nazis creían que los homosexuales eran hombres débiles y afeminados que no podían luchar por la nación alemana y que atentaban contra la búsqueda del hombre ario ideal.
Desde la apertura de los primeros campos de concentración, en 1933, los homosexuales podían ser confinados a estos sitios y en 1938 se decretó que los condenados por homosexualidad debían cumplir sus penas en estos centros concentracionarios. Ya relocalizados, fueron identificados con un triángulo rosa que podían combinarlo con otra categoría de prisionero como los judíos, dando por resultado una estrella conformada por un triángulo amarillo y otro rosa. Según el testimonio de sobrevivientes, los homosexuales fueron uno de los grupos más abusados en los campos de concentración. En la década del 90, algunos investigadores comenzaron a calificar lo ocurrido con estas disidencias como un «homocausto«, en una clara asociación a la tragedia perpetrada contra las víctimas de origen judío.
El gobierno alemán se negó a levantar monumentos en memoria de las personas LGTBQI+, y hasta fines de los años 80 se les negó el estatus de víctimas del nazismo. Recién en los inicios del siglo XXI se pronunció una primera disculpa oficial y se les concedió el perdón retroactivo a los que fueron sentenciados bajo el régimen nacionalsocialista.
En el presente, gracias al activismo de los colectivos disidentes, el triángulo rosa se convirtió en un símbolo de la lucha contra el olvido y a favor de sus derechos.
En las marchas antirracistas ocurridas en Argentina el pasado sábado, los triángulo rosa se vieron, por ejemplo, en la bandera de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) o en la identificación en quienes proveyeron seguridad a la marcha en la ciudad bonaerense de Bahía Blanca.
Kaplán explicó que el triángulo rosa «que sirvió para categorizar y para discriminar ahora es llevado en alto y como un símbolo de resistencia».
«Argentina es un país pionero en este tipo de luchas y si bien esta marcha partió desde la comunidad homosexual, tuvo una receptividad general que marcó un nuevo quiebre junto a las dos marchas universitarias», consideró.
Para Kaplán, ambas movilizaciones van delimitando «qué aceptamos y qué no aceptamos como sociedad. Van demarcando la voz pública en medio del vaciamiento iniciado en políticas de derechos humanos, de género y sanitarias«.
Los resultados concretos de dicha protesta, de todos modos, están por verse en un futuro no muy lejano.