Abr 26 2025
Abr 26 2025

8M, o el pulso contra la complicidad del Poder Judicial y la insistencia en el deseo de transformación

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Por Natalia Romé

Hace 150 años nacía Rosa de Luxemburgo. 150 años, pero sus palabras tienen el poder de interpelarnos hoy, como si hubieran sido pensadas para describir este mundo, con su tan «novedosa» crisis civilizatoria. Rosa nos daba más que una descripción, un principio explicativo de las formas entrelazadas y estructurales de las violencias que parece hoy enteramente naturalizadas.

En uno de sus escritos más conocidos, La acumulación del capital, de 1913, Rosa decía que el imperialismo en sus primeras décadas, no era el preludio de la expansión del capital, «sino el último capítulo de su proceso histórico de expansión: es el período de la competencia general mundial de los estados capitalistas que se disputan los últimos restos del medio no capitalista de la Tierra. En esta fase última, la catástrofe económica y política es un elemento vital, una forma normal de existencia del capital, lo mismo que lo era en la «misma acumulación originaria» de su fase inicial.

A más de un año del comienzo de una pandemia mundial, con consecuencias que todavía desconocemos, la idea de que el imperialismo hace de la catástrofe una forma de vida parece una de las definiciones más acertadas de nuestro presente.

Ese presente, se caracteriza por hacer de la violencia estructural de un capitalismo en crisis la forma misma de nuestras vidas cotidianas e íntimas.

 

El lunes próximo volvemos al paro internacional de mujeres. Un modo de organización territorial y global contra los pulsos mortíferos del capital financiero, contra la administración de la miseria de las mayorías mundiales, contra la sobreexplotación y contra la esclavitud en sus formas contemporáneas. Pero a pesar de que los feminismos hemos avanzado en nuestras reflexiones y nuestras prácticas mucho más allá de la posición victimista, porque deseamos una verdadera transformación social, porque deseamos la felicidad de los pueblos, este 8M nos vemos obligadas a retomar una vez más la denuncia en contra de las formas más penosas de la violencia patriarcal, las que se ejercen el interior de los lazos familiares o entre vínculos cercanos.

Estamos hartas de estar a la defensiva, pero sabemos que mantenernos a la defensiva es una estrategia con eficacia política. El neoliberalismo argentino selló un pacto fundacional con los poderes más reaccionarios y ultraconservadores de nuestra sociedad. Esos poderes siguen hoy intactos, siguen en la cultura de cuerpo de las fuerzas policiales que han protagonizado con insoportable frecuencia casos horribles de femicidio, pero también han protagonizado episodios de amedrentamiento de las fuerzas políticas democráticas con episodios de protesta poco claros, el año pasado.

Pero si hay un lugar en el que las peores pulsiones antidemocráticas permanecen activas hoy, ese lugar es el Poder Judicial. El Poder Judicial es hoy responsable por femicidios que ocurren cada 23 horas. Responsable por sus omisiones: por la desidia, la indolencia, y la incapacidad, pero también responsable por sus acciones: por revictimizar a las víctimas, por desconocer los crímenes, por apañar las diversas formas de violencia intravincular, hasta que estas se vuelven irreparables.

La violencia femicida se produce en escenarios íntimos, sobre esos escenarios gravitan muchos poderes públicos, de diversas formas.  Que esos poderes se desentiendan del problema y abandonen a las mujeres a su suerte los vuelve cómplices y responsables.

La creación de un Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad ha sido un paso fundamental en la elaboración e implementación de una importante cantidad de políticas públicas orientadas por una ética de los cuidados. Cuidar y acompañar de cerca a las mujeres y disidencias víctimas de la violencia vincular es una tarea urgente de esta hora. Las redes que han creado las mujeres en los territorios, las estrategias populares de cuidado y alerta son modos de organización de base que el Estado puede convertir en políticas públicas. El Estado debe hacerlo.

Pero eso no es todo, también es necesario abrir una discusión con respecto a la ineficacia de los aparatos jurídicos, de las instituciones judiciales y miembros del Poder Judicial para abordar un tipo especial de delitos, tan masivo y frecuentes como evitables. Que gran parte de los procedimientos judiciales frente a la violencia doméstica transcurran en fueros civiles, por ejemplo, es parte del problema.

Los feminismos seguiremos pensando y reflexionando sobre la complejidad de las formas de las violencias, haciendo visibles las tramas que conectan sus formas domésticas, intrafamiliares o vinculares con sus formas macroestructurales, con la voracidad con la que los poderes internacionales y financieros expolian territorios, cuerpos y esperanzas de los sectores populares, con las formas de humillación, feminización y subalternización de los pueblos.

Nosotras seguiremos pensando y actuando para que el 8M sea el momento del deseo de transformar este mundo horrible y decadente. Seguiremos trabajando en una transformación cultural de mediano plazo que apunte a conmover a nuestros compañerxs para que no callen ni sean cómplices de situaciones de abuso ni refuercen privilegios y a despertar a nuestras compañeras para que hagan de la furia y el desamparo, una vocación política emancipadora.

Pero ustedes, miembros del Poder Judicial, responsables de las diversas instancias institucionales, cúpulas de las fuerzas de seguridad, ustedes, actúen ahora. Porque si no lo hacen, se vuelven parte de esa decadencia que está llamada a caer.

Nosotras movemos el mundo porque nos mueve el deseo. Y esto, recién empieza.

 

Fuente: Me gusta cuando callas – FM La Patriada.

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