Por Nicolás Poggi
La salida de Pablo Moyano, disconforme con la pasividad de la central obrera, significó el regreso de Hugo, quien designó a un delegado suyo en la mesa de conducción. Los interrogantes sobre el rol de la central obrera y la posibilidad de un nuevo sindicalismo por afuera.
El cristal venía rajado y se rompió. Disconforme con la estrategia dialoguista de sus pares de la conducción, Pablo Moyano renunció en noviembre al Consejo Directivo de la CGT que compartía con Héctor Daer y Carlos Acuña, lo que abrió un interrogante sobre el futuro de la central que rápidamente fue despejado por el propio Hugo Moyano, quien volvió a la primera plana y ubicó en ese sillón a un delegado suyo como Octavio Argüello, dirigente de Camioneros.
Así llegó la organización obrera a fin de año, después de un 2024 en el que, pese a haber concretado dos paros generales contra el Gobierno de Javier Milei, el saldo es más agrio que dulce: no solo la gran masa de trabajadores le reclama mayor confrontación con la gestión libertaria ante la retracción económica, sino también el propio peronismo. Pero Daer y los suyos privilegiaron la negociación por sobre el choque; la conversación en lugar de las medidas de acción directa.
De esa manera, la CGT aceptó puntos regresivos de la reforma laboral incluida en la Ley Bases (como el régimen de colaboradores autónomos y el fondo de cese laboral en reemplazo de las indemnizaciones), pero “salvó la ropa” con la Ley de Democratización Sindical, impulsada por el macrismo y la UCR en el Congreso y que buscaba poner fin a las reelecciones indefinidas de los secretarios generales y a la obligatoriedad de la cuota solidaria en los sindicatos, entre otros puntos.
Misteriosamente, cuando en dos oportunidades de los últimos meses ese proyecto se encaminaba al dictamen en la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados, los libertarios se ausentaron de la reunión y la iniciativa naufragó, lo que hizo que triunfara el «status quo» sindical y los «Gordos» de la CGT se quedaran conformes. Un toma y daca.
Por eso ahora los movimientos en el sindicalismo están dándose más por afuera de la central obrera que dentro de esos contornos, como si pudiera alumbrarse un nuevo sindicalismo combativo o un sindicalismo paralelo. «Los gremios de transporte están reubicándose en el tablero estratégico», admite a La Patriada Web una fuente al tanto de esas conversaciones.
Precisamente por la postura en relación con el Gobierno, la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), que agrupa a la mayoría de los gremios del sector, sufrió su propio cisma, también en noviembre, con la renuncia de Sergio Sasia, jefe de la Unión Ferroviaria y acusado por la línea dura de colaborar con el Gobierno libertario, inclusive en la postura privatizadora del servicio de trenes.
El mapa y el territorio
Los gremios del transporte, con La Fraternidad y Aeronavegantes a la cabeza, buscarán en 2025 operar como una «pata separada» de la CGT, según pudo saber este medio. Así está quedando demostrado en la confluencia política «de hecho» que está operando entre algunos sindicatos de la CATT con otros de la Unión General de Asociación de Trabajadores del Transporte (UGATT) que comanda Omar Maturano, de La Fraternidad. Ya sin etiquetas, estas organizaciones buscarán accionar juntos siempre que la postura sea enfrentar las políticas de ajuste del Gobierno.
En ese contexto emergen nucleamientos de distintos espacios gremiales, como Fuerza Argentina, capitaneado por Juan Pablo Brey, de Aeronavegantes, y que incluye a espacios políticos, gremiales, culturales y sociales que buscan conformar un polo de oposición al gobierno de Milei.
Lo mismo puede aplicar para ATE y sus distintas medidas de protesta en defensa no solo del salario de los estatales, sino también de los propios puestos de trabajo, que el Gobierno quiere borrar de un plumazo. Como parte de la CTA Autónoma, ATE también alienta y forma parte de las conversaciones para la reunificación de las dos fracciones de la CTA.
Todos estos posicionamientos son propiciados ante la disconformidad con la estrategia general de la CGT, acusada en los gremios de transporte de ser «diagnosticadora» de la situación económica y de limitarse a «describir» la realidad. «No hay clima de confrontación y los dirigentes tampoco ven clima social para eso«, se justifica una fuente sindical ante la consulta de este medio.
En la lectura que hacen muchos gremios se advierte un escenario económico con la clase media absorbiendo el impacto y los movimientos sociales «desconfigurados» para ejercer un rol de oposición, mientras Milei avanza con su agenda de desregulación. Hay «bolsones estratégicos» de resistencia, como los aeronáuticos, y no mucho más que eso. Y confiesan que, en el tira y afloje de las negociaciones, la CGT «juega al policía bueno y al policía malo» con el Gobierno.
La pulseada interna y el sindicalismo “neo mileísta”
Ahora bien, ¿el regreso a la CGT de Hugo Moyano vía Arguello no implica una toma de posición más confrontativa de la central? No necesariamente, admiten las fuentes consultadas, que advierten sobre la llegada de un «sindicalismo neo mileísta».
Precisamente muchos ven el regreso de Moyano padre como una forma de dique de contención para evitar una filtración mayor en las filas sindicales. «Hugo no quiere que haya una traición en la CGT, por eso está ahí», aseguran.
En el Sindicato de Camioneros se lamentan por la pelea entre Hugo y Pablo (el primero más dialoguista, el otro más confrontativo), pero a la vez tampoco quieren involucrarse, si bien admiten que ese vínculo está «desgastado».
«Son familia, nadie se mete en una pelea de familiares«, graficó una fuente de ese gremio ante la consulta de La Patriada Web.
Sin embargo, apuntan que Pablo no estuvo equivocado cuando reclamó mayor confrontación sindical. «Se fue de la CGT porque propuso un paro y no fue aceptado, pero 20 días después hacemos medidas de fuerza en Camioneros por un 5% de aumento y nos tiran conciliación obligatoria; tan equivocados no estábamos», se quejan en el gremio.
También critican que, desde la central obrera, Daer y Andrés Rodríguez, de UPCN, hayan hablado con el secretario de Trabajo, Julio Cordero, para que acerque posiciones entre Camioneros y las cámaras empresarias en las paritarias. «Nosotros estábamos reclamando a empresas privadas, la CGT no se puede entrometer en ninguna discusión salarial«, reprochan.
Ahora, ante la conciliación obligatoria, se abre un compás de espera en Camioneros hasta después de las Fiestas para ver si se puede llegar a un acuerdo con las cámaras de transporte.
En el gremio se lamentan por un presente en el que Hugo Moyano, con 80 años, «tiene que estar peleando por un 2% de aumento», pero también reconocen que no hay otra alternativa y que, en tiempos de Milei, la pulseada salarial es transversal a muchos gremios.
Ni Camioneros ni Sanidad, el gremio de Daer, «pueden cerrar paritarias», dicen como ejemplo, y advierten sobre un posible caso de pérdida masiva de puestos de trabajo como el de las estaciones de servicio, donde a raíz de las nuevas medidas de desregulación dispuestas por Federico Sturzenegger, unos 70.000 playeros podrían quedar desempleados. Pero «nadie dice nada», reiteran, incluso tratándose del gremio de Acuña, el otro cosecretario de la CGT. Un fin de año que termina roto y en varios pedazos.