Sor Geneviève Jeanningros estuvo algunos minutos cerca del féretro de Jorge Bergoglio, dispuesto en el Vaticano, y se emocionó. Su tía era Leonie Duquet, secuestrada y asesinada en 1977.
La religiosa Geneviève Jeanningros, de 81 años, sobrina de la monja francesa Léonie Duquet, secuestrada y desaparecida por la última dictadura argentina, protagonizó este miércoles un momento emotivo durante el funeral del papa Francisco, con quien mantuvo distintas reuniones en el último tiempo.
Jeanningros, con una mochila en su espalda, estuvo de pie e inmóvil durante algunos minutos frente al féretro de religioso argentino y luego, lloró.
Sor Geneviève es integrante de la congregación Hermanitas de Jesús y trabaja desde hace varias décadas con comunidades vulnerables, en especial con personas trans y feriantes.
CONMOVEDOR | 🥹🇻🇦
🔹En medio de la solemne ceremonia de despedida del Papa Francisco, una escena conmovedora destacó entre la multitud. Una religiosa de 81 años se aproximó al féretro del Pontífice: era Sor Geneviève Jeanningros, de 81 años, sobrina de Léonie Duquet, una de las… pic.twitter.com/6jsSqL06tC
— El Nacional (@elnacionalpy) April 23, 2025
La monja construyó un vínculo profundo con Francisco, a quien le presentó a personas que trabajan en la calle, algunas de las cuales fueron recibidas luego en el Vaticano.
El 1 de agosto pasado, el papa Francisco visitó a Jeanningros días después que un grupo de diputados de La Libertad Avanza (LLA) se reuniera en prisión, entre otros represores, con Alfredo Astiz, condenado a penas de prisión perpetua por delitos de lesa humanidad, entre ellos el secuestro y desaparición de Leonie Duquet y Alice Domon, ambas monjas francesas.
Los diputados libertarios que estuvieron en aquella ocasión con Astiz y otros represores fueron Beltrán Benedit, Lourdes Arrieta, Alida Ferreyra, Guillermo Montenegro, Rocío Bonacci y María Fernanda Araujo.
Francisco llamaba cariñosamente a Jeanningros «enfant terrible» (niña terrible) y solía verla cada miércoles al final de la Audiencia General.
Astiz, por su parte, fue condenado a cadena perpetua en 2011, entre otros crímenes, por la desaparición de las monjas francesas, secuestradas en 1977, torturadas en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y arrojadas al mar en los «vuelos de la muerte».