Por Guillermo Lipis
La Patriada Web entrevistó a Ana Slimovich, Héctor Shalom y Ezequiel Ipar, quienes coincidieron en que el incremento de la violencia en las redes sociales promueve la destrucción del «espacio de la conversación pública», conduce a “la fractura social con el objetivo de evitar la construcción de consensos» y apunta a «disciplinar como en los regímenes autoritarios».
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) especificó, en mayo de 2019, que los discursos de odio constituyen una amenaza para los valores democráticos, la estabilidad social y la paz.
Por medio de un texto difundido desde su página web, explicó que la expresión discurso de odio referencia a «un discurso ofensivo dirigido a un grupo o individuo basado en características inherentes (como son la raza, la religión o el género) y que puede poner en peligro la paz social».
Si bien el concepto sigue debatiéndose ampliamente, en particular referido a la libertad de opinión y expresión, la no discriminación y la igualdad, la Estrategia y Plan de Acción de la ONU para la lucha contra los discursos de odio lo define como «cualquier tipo de comunicación, oral o escrita, o también comportamiento, que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad».
La utilización reiterada de esta forma de comunicación puede provocar la reducción de la participación en la vida democrática de las personas o colectivos amedrentados, hecho que parece haber tomado más encarnadura en Argentina a partir del intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner, la noche del 1 de septiembre de 2022, cuando un hombre apuntó con una pistola a la cabeza de la entonces vicepresidenta de la Nación mientras saludaba a una multitud en la puerta del edificio de su departamento porteño.
Desde entonces, las redes sociales comenzaron a ser observadas con mayor detenimiento, aunque los investigadores sociales ya advertían sobre el incremento y permisividad de opiniones y discursos odiantes circulantes en plataformas como Facebook, Twitter, Telegram, TikTok o Instagram.
Las redes sociales, que habían sido creadas para disponer de alternativas digitales para comunicarse e informar, comenzaron a poblarse de mensajes emitidos, cada vez más, por autores anónimos ocultos bajo nombres apócrifos que conformaron ejércitos invisibles de trolls y odiadores seriales, en ocasiones profesionalizados bajo objetivos publicitarios, propagandísticos o políticos.
Son quienes atentan contra cierta pacificación y discusión pública que todo cuerpo social democrático debería poder sostener.
El fenómeno de Javier Milei comenzó siendo un producto mediático que utilizó, además, las redes para penetrar con sus ideas libertarias.
Ya instalados en la Casa Rosada, medios nacionales e internacionales destacaron la constitución de un «ejército de trolls» que acompañan con amenazas, insultos, descalificaciones y hasta eventuales carpetazos las opiniones y políticas propuestas desde el Estado.
⭕ El troll libertario «Gordo Dan» metió a su novia, María Belén Casas, como jefa de gabinete en la subsecretaría de Política Universitaria ‼️
👉 Estará bajo el ala de Alejandro «Galleguito» Álvarez, quien asegura vino a «hacer mierda el sistema» público de educación superior. pic.twitter.com/llY64BQ0K8
— FM La Patriada (@FMLaPatriada) March 19, 2024
Algoritmos mediante, la violencia y el amedrentamiento operan en detrimento de una vida en democracia y sin violencia.
Las redes parecen explotar de intolerancia y promueven la propagación de múltiples discursos que pueden atentar contra el honor de los personas y organizaciones, a veces con verdades, y otras con informaciones falsas. Y vaya uno a desmentirlas cuando ya están echadas a ese espacio infinito de las redes.
Estas ofensas mantienen la característica común de ser textos cortos adaptados a los formatos de las redes y, según la guía sobre discursos de odio difundida por el Centro Ana Frank Argentina para América Latina, son «contundentes, provocadoras, denigratorias y violentas que convocan a los consumidores de odio a dejar afuera al inmenso universo del pensamiento democrático y humanista».
Que peligroso. Que triste.
— Lali (@lalioficial) August 14, 2023
La Patriada Web entrevistó a tres profesionales especializados en redes sociales y discursos de odio: Ana Slimovich, investigadora adjunta del CONICET en el instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA; Héctor Shalom, director del Centro Ana Frank Argentina para América Latina y Ezequiel Ipar, investigador del CONICET y director del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
¿Puede decirse que desde la asunción del presidente Milei se produjo un aumento geométrico de las agresiones y discursos de odio en las redes sociales?
Ezequiel Ipar: Hubo un claro incremento de la violencia simbólica y en particular de los discursos de odio desde su asunción. Esto se observa tanto analizando el espacio público digital, las denuncias de las víctimas de estos asedios que ya han pasado de lo virtual a lo físico y con la destrucción de los organismos encargados de proteger de discriminaciones a la ciudadanía como, por ejemplo, la trágica disolución del Inadi.
Ana Slimovich: Puede decirse que se produjo un aumento de las agresiones.
Desde el surgimiento de Milei, las redes sociales están atravesadas por discriminación, escraches, insultos, agravios, amenazas, estereotipos y racismo. Además, cuando desde cuentas institucionales se habilitan las descalificaciones y se fomentan los agravios, se corren las fronteras de lo decible en los espacios digitales, los discursos de odio se replican y se habilitan nuevos modos de conversar digitalmente que obturan el debate.
«PERIODISTAS» EN LLAMAS
Los acontecimientos que se vienen dando en nuestro País, están sacando a la luz mucha de la basura subterránea de lo que nos hundía.Si bien no es nuevo el llanto de un gran número de periodistas respecto al rol de las redes sociales, estos días nos han…
— Javier Milei (@JMilei) August 16, 2024
Héctor Shalom: Coincido. Se produjo un aumento geométrico de las agresiones y discursos de odio en las redes sociales y se imprimió un estilo discursivo descalificador, denigratorio y demonizador, todos principios básicos de los discursos de odio. Cuando hablamos del impacto de los discursos de odio, claramente provienen -fundamentalmente- del campo de la política y, en segundo lugar, de los comunicadores. Esto implica que la figura de un líder político instala y promueve un estilo discursivo. En el caso de Milei, uno de los rasgos característicos de su discurso es la agresión, la violencia, la descalificación y la humillación que generan una línea de pensamiento en quienes trabajan para él como reproductores de su discurso.
-¿Qué fenómeno puede producirse en la sociedad si desde la máxima autoridad del país se habilita el uso de discursos de odio?
Shalom: Vale la pena revisar el concepto de construcción de opinión pública, que no es otra cosa que la construcción de contenidos y también de un estilo discursivo. El liderazgo de opinión implica -también- liderar un modelo de comunicación social y una forma de vincularse socialmente, con lo que creo que también han crecido las expresiones y algunas actitudes violentas.
Impresionante cómo se los está garchando Traductor. Hay que tener la cara de amianto para acusar a la gente de carne y hueso que los putea de ser TROLLS PAGOS DE LA SIDE cuando vos vivís directamente de la pauta de Kicillof porque laburas en el DESTAPE.
(Aumenten YA el… https://t.co/bKMxt2Abgn
— DAN (@GordoDan_) August 15, 2024
Slimovich: Cuando la violencia se ejecuta o se fomenta a través de mensajes digitales de cuentas institucionales con contenido político, aunque sean pequeños gestos como un like o el reposteo de un mensaje que promueve violencia, ésta se replica y se profundiza también en los internautas seguidores, y fomenta este tipo de interacciones, obtura la conversación y el debate. Los discursos de odio que se reproducen y toman forma en el espacio público ensanchan las redes sociales montados -en muchas ocasiones- sobre las posibilidades del anonimato y la capacidad que tenemos las personas de producir, publicar y ayudar a viralizar discursos. Sin embargo, cuando son fomentados, producidos o reposteados desde cuentas institucionales, o que representan a instituciones o a personas públicas, los internautas militantes pueden replicar esos discursos de odio y amplificar la violencia.
Ipar: La legitimación desde las principales autoridades de los discursos de odio puede conducir a un enrarecimiento violento generalizado del espacio público hasta la incitación de crímenes de odio. Y por eso es que, en este caso, el sujeto de la enunciación importa. Milei no sólo parece decidido a destruir con su violencia verbal el espacio de la conversación pública, sino que por momentos parece estar preparando el terreno para la legitimación de ataques contra chivos expiatorios sobre quienes descargar la frustración de la población en caso de que su gobierno no produzca los resultados que prometió.
Los trolls pagos son los periodistas 🚨🚨🚨
— Traductor 🥹💕💐 (@TraductorTeAma) August 16, 2024
-¿Desde qué tipo de organizaciones del Estado y/o de la sociedad civil puede combatirse este tipo de mecanismos?
Shalom: Hay que trabajar propiciando contenidos en los que se esclarezca que esos discursos generaron hechos trágicos como el Holocausto y otros genocidios como el caso de Ruanda, sumamente emblemático de cómo un periodista, a través de una emisora radial, puede inducir a fracturar sociedades. A este combate deberían sumarse todas aquellas organizaciones del Estado o de la sociedad civil, que deseen ir contra los discursos de odio y no respondan a provocaciones características de los discursos de odio. También habría que generar los contenidos necesarios para explicar qué son, cómo se formulan, qué consecuencias provocan y cómo tienden a quebrar los lazos sociales.
Ipar: Para combatir la violencia simbólica de los discursos odiantes es clave el trabajo de la sociedad civil frente al progresivo retiro del Estado. Esta preocupación por las violencias, en especial a partir de los efectos explosivos en la vida cotidiana que tienen las redes sociales, tendría que estar particularmente enfocada en las niñeces y las juventudes.
A mi modo de ver, la preocupación debería ir más allá de las violencias explícitas e interrogar sobre la relación que esas subjetividades en formación, es decir esos niños y adolescentes, sostienen con el poder desproporcionado de las empresas tecnológicas.
Kicillof es un: pic.twitter.com/Xc3bNphdFE
— Milei SheIby (@TommyShelby_30) August 16, 2024
Slimovich: Creo que uno de los modos para combatir la violencia digital es la alfabetización digital de la ciudadanía a través de mecanismos que promuevan buenas prácticas como, por ejemplo, dejar de seguir cuentas que reproducen sesgos odiantes o generadoras de violencia. Además, podrían silenciarse; no ‘gustear’ contenidos afines; no responder o bloquear a la persona y no ser indiferentes ante la discriminación de otros usuarios. Otro tipo de acciones necesarias son el chequeo de las fuentes de información y verificar la protección de la privacidad de los perfiles. También hay que reflexionar sobre el impacto que cada usuario y cada ciudadano y ciudadana puede promover con su posteo en una comunidad masiva.
-¿A qué tipo de riesgos nos enfrenta la normalización de este tipo de discursos?
Ipar: El correlato natural del crecimiento de la violencia simbólica autorizada por el Estado es el retraimiento y el silenciamiento del espacio público, especialmente de los grupos vulnerables. Nuestro gobierno, como tantos otros de extrema derecha, suele llamar libertad a las libertades de los grupos tradicionalmente poderosos para hacer lo que quieran con el resto de la población. Por esta vía, la de la violencia simbólica, se disuelve el concepto de las libertades cívicas que deberían primar en un Estado constitucional democrático que establece y garantiza iguales libertades para todos los ciudadanos.
Shalom: Este tipo de normalizaciones nos pueden llevar a un incremento de la fractura social, que menos personas puedan vincularse con menos personas y que esté cada vez más lejos la posibilidad de construir consensos sociales y políticos que puedan integrar líneas similares de pensamiento en un marco democrático. Planteado de este modo, normalizar esta intencionalidad discursiva puede tener como único destino fracturar a la sociedad.
Slimovich: La réplica de discursos violentos desde cuentas institucionales, como si se tratara de cuentas comunes, puede llevar a la reproducción de sesgos y a la hostilidad digital por parte de sus seguidores y opositores.
Murió Sergio Chouza pic.twitter.com/AEXEMigX1I
— Kukas llorando por Milei 🇦🇷 (@Kout_of_Context) August 15, 2024
-Está ocurriendo un fenómeno de retracción y cierre de redes sociales de personas que han criticado o se han opuesto a ciertas políticas o violencias desde el Estado. Curiosamente, los trolls oficialistas intentan disciplinar forzando el silenciamiento y la autocensura de las voces disonantes en las redes. ¿No les parece contradictorio con la supuesta libertad promovida desde La Libertad Avanza?
Shalom: Sigmund Freud hizo un análisis interesante de cómo la negación es afirmación; y podría decirse lo mismo con el concepto de libertad cuando este sistema requiere de represión, de construir pánico o de asustar a la gente que decide tener opinión. La mínima opinión que cuestione aspectos del gobierno parece que convierte al otro en un enemigo. En realidad, la exacerbación del concepto de libertad demuestra la existencia de un sistema autoritario, represivo y que cercena toda libertad de opinión. Por eso hay que recordar que el hecho de disciplinar es un concepto claro de los regímenes autoritarios y no de los que promueven la libertad.
Slimovich: Está apareciendo, sí, un fenómeno de retracción y cierre de redes sociales de personas que han criticado o se han opuesto a ciertas políticas o violencias desde el Estado. Coincido con que este gobierno libertario parece buscar disciplinamiento con el silenciamiento y la autocensura de voces disonantes en las redes sociales.
Ipar: Este fenómeno debería encender alarmas. Pero lo más preocupante es que el Estado democrático se ausente de su deber de tutelar el derecho de las personas a poder vivir en una comunidad sin miedo, sin exclusiones, sin el peligro de ser asediado ni hostigado desde los poderes del Estado por el hecho de exponer una opinión diferente.